
Para la ilustradora Susanna Martín, hacer visible la vida de cuatro mujeres que viven en la mayor carcel a cielo abierto del mundo, la franja de Gaza en Palestina, supuso todo un reto hace ya tres años. Para empezar, no pudo viajar a tierra palestina. En eso, comenzó a sentirse como una más de las millones de mujeres que tampoco pueden trasladarse por su propia tierra. Así que se nutrió de cientos de fotografías de mujeres que sí habían podido viajar a Gaza desde la península ibérica hace unos años. De ahí extrajo el color que impregna el cómic Gaza Amal. Historietas de Mujeres valientes en la Franja de Gaza que se presentó el lunes en la librería Louise Michel en Bilbao. Este pequeño cómic, financiado por UNRWA, la agencia de la ONU para la población refugiada de Palestina, y la Agencia vasca para el desarrollo, tiene más de un mérito visible. Mucho se habla del pueblo palestino, de sus hombres, como potentados de la historia palestina. Poco o nada de sus mujeres, soporte de la principal batalla que libra todo el pueblo de Palestina contra el ocupante: la vida cotidiana es la exigua pero gran victoria de un pueblo que se niega a sucumbir. Y las mujeres palestinas, no sin tremendas dificultades provenientes de su mismo pueblo, son el puntal de esa nunca reconocida parte de la victoria, oculta y llena de dolor. El cómic de Susanna Martín son cuatro historias de cuatro mujeres valientes en Gaza.
Alguna de las protagonistas pudieran ser incluso un alter ego de la autora, casualidades o no casualidades. Sin sus mujeres, Palestina sería hoy un recuerdo yermo de la ignonimia. Poco conocemos de las que formaron parte de organizaciones guerrilleras o políticas. ¿Qué significa para una mujer vivir en la mayor cárcel a cielo abierto del planeta, con las razzias periódicas del ejército israelí, los cortes de luz, la ausencia de agua potable? Estas historias pretenden hacernos comprenderlo a quienes vivivmos a miles de kilómetros, a hombres y mujeres.
Existe en nuestros días dos convexas maneras de mirar a la mujer en nuestra sociedad, ambas desde un europeísmo de correctismo caviar: o considerándolas como un nuevo sujeto histórico, caídos todos los demás; considerándolas objeto de un nunca bien definido «empoderamiento» de última gama que supuestamiento otorgan aquellas personas que ya están empoderados a quienes en otros mundos o entes no lo están. Ninguna de ambas vanidades recorre el cómic, aunque sus instigadoras reconocen que el fin es otorgar «empoderamiento» a las mujeres en Gaza. ¿Puede un cortito cómic explicar tanto como un sesudo libro de ensayo de 250.000 palabras? Sí. Estoy leyendo en estos días el gran y quirúrgico relato que el cirujano parisino Christophe Oberlin ha hecho de sus viajes a Gaza durante 10 años. El retrato de Susanna Martín, con otro lenguaje, llega a través de otros sentidos a sensaciones idénticas.