Fue la visión de El Reverendo, película del director y guionista estadounidense Paul Schrader la que hizo que lo que se nombra, señala y distingue como violencia me sobrevolara como un mosquito imposible de espantar.
En el filme un activista del ecologismo se debate en una duda existencial, que le llevará al suicidio, sobre si después de haber realizado acciones pacíficas contra los actores de la degradación ambiental del planeta, no había que pasar a la violencia contra los intereses de las grandes corporaciones. El pastor calvinista escucha su testimonio, razones y argumentos que apoyan la causa, la recoge y adquiere una importancia que radicaliza la ideología del pastor evangélico y llena de sentido su vida, vacía y culpable por la muerte de su hijo, a quien animó a ir a la guerra de Irak.
Como el mosquito, ya convertido en mosca, seguía con la virtud de importunarme dándome vueltas a la cabeza, la idea de indagar más sobre la violencia no me dio cuartel. Así que reuní cuatro libros, y esto que sigue es el resultado de una aproximación a algo que está dotado de metamorfosearse en cualquier forma que desee.
En Breve historia de la barbarie en Occidente Edgar Morin ensaya una antropología de la barbarie que recorre en breve clarificación toda la historia occidental.
La barbarie es un ingrediente de las grandes civilizaciones. La integra. La civilización produce barbarie, en particular la de la conquista y dominación. La ambivalencia hace que estas tendencias coexistan. He aquí el fenómeno aparentemente paradójico: si Europa occidental ha sido el hogar de la dominación bárbara sobre el mundo, también ha sido la cuna de las ideas emancipatorias. En este libro el autor dedica un espacio importante a los grupos y personas que se opusieron a las explosiones de barbarie civilizatoria.
Slavoj Zizek nos hace “apartarnos del señuelo de la violencia visible, practicada por un agente que podemos identificar al instante”, para entrar a considerar otras violencias como la simbólica, encarnada en el lenguaje y su imposición de un universo de sentido. Además, recuerda que la violencia sistémica puede ser invisible en el funcionamiento de nuestros sistemas económicos y políticos. Mientras que la principal preocupación de la actitud liberal tiende a la oposición de toda forma de violencia que predomina hoy día, sus medios de información únicamente se centran en la violencia de los agentes sociales, de los individuos malvados o de las multitudes fanáticas.
Hay en Seis reflexiones marginales un muy interesante capítulo dedicado a desenmascarar la filantropía de grandes magnates. Empieza con Leopoldo I, el rey de los belgas, que hace un siglo devastó y provocó el holocausto congoleño. La ironía final es que la mayor parte de las ganancias producidas por esta despiadada expoliación, por él presidida, de los recursos naturales del Congó, resultó beneficiosa para el pueblo belga, al que proporcionó obras públicas, museos y otros provechos. Otro de los que se distinguió por el amor a sus semejantes y por sus obras en bien de la comunidad fue Andrew Carnegie, dueño de importantes acerías en Estados Unidos. Este buen señor empleó un ejército privado para suprimir de forma brutal la fuerza de trabajo organizada en sindicatos; después dedicó gran parte de su riqueza a causas humanitarias, artísticas y educativas.
Aquí y ahora muchos se hacen la pregunta, ¿qué hay de malo en Bill Gates, el más grande benefactor de la historia de la humanidad? ¿y en George Soros, el magnate financiero y filántropo?
Soros representa la explotación financiera y especulativa, combinada con una opuesta preocupación humanitaria por las consecuencias sociales catastróficas de una economía de mercado desbocada. Dan con una mano lo que antes tomaron con la otra. Los mismos filántropos que donan millones han arruinado la vida de miles de personas por medio de la especulación financiera.
El moscón que da vueltas sobre mi cabeza afirma que esto de la violencia me está llevando a una digresión constante; como su vuelo, le digo. Su zumbido escribe en el aire una pregunta, ¿por qué debería Kissinger, cuando ordenó el bombardeo de Camboya, que causó la muerte de decenas de miles de personas, ser menos criminal que los responsables de la caída de las Torres Gemelas? El horror del 11 de septiembre se presentó en los medios de forma detallada, pero se condenó a la televisión Al Yazira por mostrar las fotos de los resultados del bombardeo de Faluya por EE. UU.
Byung-Chul Han es profesor de filosofía y estudios culturales en la Universidad de las Artes de Berlín, en 2013 escribió un pequeño ensayo titulado Topología de la violencia en el que reflexiona las propiedades de la violencia con independencia de su tamaño y forma. En la actualidad la violencia ha mutado de visible en invisible, de frontal en viral, de directa en mediada, de real en virtual, de física en psíquica; pero la violencia se mantiene constante, simplemente se traslada al interior.
“A pesar del parecido entre el poder y la violencia, entre ellos hay una diferencia estructural. La dimensión simbólica del poder se ocupa de que el dominio se ejerza también sin violencia”.
Una forma agresiva de la no violencia acepta que la hostilidad es parte de nuestra constitución, pero indaga en esta ambivalencia como una forma de frenar esa agresión en violencia. Judith Butler repasa los trabajos del revolucionario, psiquiatra y escritor de origen martiniqués que tuvo gran influencia en las décadas de los 60 y 70 del siglo pasado, Frantz Fanon. Además de Michel Foucault, Walter Benjamin y Sigmund Freud, en La fuerza de la no violencia.
Es posible exponer argumentos a favor de la no violencia, o alternativamente, del uso instrumental y estratégico de la violencia. Propone que, entre otras, una razón por la que no podemos o no debemos quitarles la vida a aquellos que quisiéramos que desaparecieran es porque no podríamos vivir en un mundo en el que todos hicieran lo mismo. Razón vieja. Razón Kantiana: “jamás debo actuar sino de modo que lo que hago pueda convertirse en una ley universal”.
Hay quienes se aferran a considerar que el golpe es el momento físico que la define. Otros hacen hincapié en que las estructuras económicas y legales son violencias que operan sobre los cuerpos aunque no siempre adopten la forma de la violencia física. De este modo el libro de la catedrática de Retórica y Estudios de la Mujer en la Universidad de Berkeley, desarrolla la primera opción sobre si estamos a favor o en contra de la violencia, para seguidamente pasar al debate sobre cómo se define la violencia, a quién se denomina violento y con qué propósitos.
La no violencia es una forma de reorientar la agresión, dice, oponerse a la violencia exige comprender que la violencia no siempre implica la existencia de un golpe. A veces no hacer nada es lo más violento que puede hacerse.
Por eso espero a que mi moscón se pose confiadamente en el cristal de la ventana para aplastarlo con la palma de la mano. El moscón ahora ya definitivamente sustancia viscosa, negra y roja.