El crepúsculo rasguña la persiana medio bajada donde la luz de melocotón adereza las paredes desconchadas que debieron ser en su día turquesa. Es una mansión tan envejecida como el mundo, y alquilada con un premonitorio objetivo. En la cama ella acaricia el cuerpo seboso de un hombre que va a dar mucho dinero a la familia antes de que el mundo sucumba, en unos meses, al apocalipsis. Esa tarde de finales de junio de 1993, Jasmine tiene algo más de dieciocho años. No es ni mucho menos la primera vez que pesca para Dios y su representante en la tierra, el líder de la familia de los Niños de Dios. En la vida exterior, en el corrupto sistema de las ambiciones impuras y materiales abundan los hombres y mujeres acaudalados en busca de un contacto puro e inocente, pero a la par adulto, con menores. La familia de los Niños de Dios llegó a tener en 1979 diez mil miembros y 120 comunas repartidas por todo el mundo.
El amor de Jesucristo está en cada poro de la piel y en cada uno de vosotros, Jasmine reparte bajo un atardecer de ocres y eléctricas nubes, papelitos en los alrededores donde Bob Dylan actúa a las 10 de la noche aquel 2 de julio de 1993. Quedan días para el final del mundo.
Una eléctrica mirada la tuya que se posaba sobre todos los materiales del mundo caduco aquella noche martilleada de sones metálicos. Has leído, porque toda la familia lo ha leído contigo, los papelitos que el líder de Dios sobre la tierra os ha dirigido a todos los miembros nacidos, como tú, en el seno de la familia. El mundo zozobraba sin remedio en una cólera del amor en la que, Jasmine, sucumbiste, mientras tus padres seducían a otros – “¿Te gusta también Dylan? ¿Crees en el significado de sus canciones? ¿Crees en la libertad del amor?” ¿y si el verdadero Israel fuera el amor?” -.
Tu cuerpo no es propiedad de nadie, sino solo de la voluntad de Dios. Y a Dios te lo enseñaron una vez tus padres. No recuerdas sino el momento en bruto, eclosionado como salido de la boca de vulcano. Como en una costumbre azarosa, no conociste el por qué sino solo el para qué de aquel momento. Y aquel día el enviado en la tierra desde el cielo te dijo, acariciando tu cuerpo de catorce veranos-
– El señor ha depositado en ti toda su belleza. Y eres su misionera en la tierra.
Es de las pocas cosas que recuerdas de aquello. En los spots de televisión, cuerpos de mujeres acompañaban el reclamo para la venta de los más dispares productos. En la prensa los desnudos de mujeres adultas y, en las arenas de lo permitido, todo un universo de la industria erótica llevaba a las ninfas a ser la moneda preciada de un exitoso mercantilismo de lo sensual.
Ajena a las pulsiones de un mundo absorto en su cuenta de resultados, vivías en la primitiva Jerusalén comunal. Los trasiegos de una punta a otra del mundo eran viajes australes por la creación. Argentina, Ciudad de México, Los Angeles, España, Londres. Recuerdas las noches de autocrítica. Sobre todo aquella en las afueras de Madrid donde la familia se asentó durante unos meses. En el salón de aquella habitación que recuerdas debió ser turquesa, un aire angosto como nunca habías percibido.
– Eres, Jasmine, rebelde, y te alejas, soberbia, del señor, no te entregas a él, sino a ti misma.
Recordarás muchos años después los atardeceres ayudando a recoger con urgencia maletas de cuero zaherido y bolsas con documentos doctrinarios. Después a sostener los rieles sobre el techo de las furgonetas. Y por último quemar los dispensarios bajo la nafta resplandeciente.
Cada responsable de cada familia, y recuerdas del incisivo Anthony, para vosotros el hermano Abel, su inquisitiva mirada, la contenida erupción de una ira de llama azul. Era los ojos, las manos, la voz del mesías David. Crecías
Como no leías los periódicos del mundo caduco a punto de ser sometido a la ira de Dios, no sabías de las consignas modernas. En alguno de los países que atravesabas, debido a la baja natalidad, era imperioso que las mujeres dieran a luz con más frecuencia. En otros confines por donde tu familia pasaba, donde las guerrillas de liberación libraban una batalla de cifras, los pasquines revolucionarios titulaban: “compañeras, ¡parid revolucionarios!”. El crepúsculo se ha extinguido en una débil llama azul colándose por la persiana de esa habitación desconchada que debió ser turquesa. Ese hombre seboso no se ha quedado dormido tras recibir de ti la gracia divina.
Cuando tenías dieciséis, tu hermana Luz de 10 cayó de una meningitis fulgurante. La fiebre exorbitada era una prueba del señor. Y la familia rezó sin llevarla a hospital alguno. Durante seis días y seis noches espectrales escuchó el señor los rezos. Y Luz se reunió con el hacedor. Y mientras, huíais de esa ciudad que ni siquiera recuerdas para no dar cuenta del encuentro de la pequeña Luz con el Dios de la meningitis.
Pero el alborozo llegó poco después a la familia cuando el líder, Moisés David recordó a la pequeña Luz. Os decía en una de sus cartas clandestinas que había tenido un encuentro astral con ella y que ambos tuvieron entonces relaciones sexuales. Nada podía ser tan elevado para cualquier miembro de la familia.
Para entonces el mundo exterior acechaba. Y a pesar de que el líder se hallaba refugiado por Dios no sabíais dónde, a la espera como vosotros del fin del mundo en 1993, el proseguir del año nuevo quebró las conciencias. Las familias, diezmadas de maridos desperdigados por todo el mundo, pero nutridas de niños se sostenían de la venta de baratijas o actuaciones en los más recónditos lugares y de la recolección de las jóvenes como tú Jasmine, de nuevos adeptos o contribuyentes al reclamo del candor carnal por Dios.
Y tus padres creen en la resurrección de Moisés David, y este interregno del anticristo un tiempo más de prueba a su fe. Tu hermana Luz les habla a través del enviado. Tu resignación les exaspera. Es peor que el materialismo de los mundanos. Y al desplomar ese crepúsculo sobre las paredes turquesa desconchadas, en vez de a varias manzanas dirigirte al suburbano y tomar dirección a Hyde Park, descalza y con una blusa fucsia pero con el pelo dorado iridiscente te presentaste como guiada por el espíritu de tu hermana Luz en una desvencijada comisaría de policía.
Despertaste dos días después o puede que más en el aséptico y punzante aroma de una habitación hospitalaria.
– Jasmine, soy la doctora. Todo está bien. tuviste un aborto hace dos meses.
Escuchas hablar sobre el verano del amor. En otra ocasión sobre el amor de Dios. A los policías les hablaste de un dolor configurado sin posibilidad de ser verbalizado. La psicóloga adscrita a los servicios sociales escribió en su diario: la poesía a veces se abre las venas con la cuchilla de su liberación.
A ojos de lectores bien pensantes, tu actitud era una traición. Ellos, que hubieran podido ser cualesquiera de quienes gozaron de tus caricias en los crepúsculos de Dios carne. Que su desconchada indignación refulgía como el descascarillado de cuantas habitaciones hubo.
En las páginas salmón de los suplementos dominicales dedicadas a las finanzas del mundo, Jasmine sigue sin encontrar el rendimiento concreto de las vidas exprimidas en la familia. Su padre murió dos años después con sesenta y un años. De su madre sabe tanto como del destino astral de su hermana Luz. La familia internacional, como se ha denominado en las últimas décadas, vagabundea errática y diezmada. Las cartas del Mesías hoy son comunicaciones en las redes. Y es imposible saber cuántas Jasmine se plantean su fe.
Para saber más:
Faith Morgan nació en una de las comunas de «La familia» o Los Niños de Dios como se llamaba a la secta entonces. A los 19 años, logró escapar. En este libro Morgan describe la fe inquebrantable en Jesús, en el profeta, David Berg, y en el cercano apocalipsis anunciado por él. El movimiento creado por el predicador pentecostal Berg tenía sus raíces en la contracultura norteamericana. Berg llevó los principios del amor libre hasta sus extremos: los miembros de la familia debían tener sexo entre ellos sin respetar edades o parentesco. Morgan mira a los ojos del ‘mal’ en su autobiografía. A mediados de la década de 1970, la secta tenía diez mil miembros en 120 comunas organizadas por todo el mundo. como una amenaza ausente, como todo visto y poderoso como Dios. Karen Zerby, pareja del fallecido líder, es la líder del movimiento La familia Internacional. Según ella, los antiguos miembros resentidos están tratando de desacreditar a la organización.
Rebel. Faith Morgan. Hodder & Stoughton. 368 páginas. junio de 2021. 16.99 libras