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Nasser Rabah: cometas en un cielo de misiles

Revista Hincapié 3 junio, 2025     Comment Closed    

Gaza. 2010. Récord de 6.000 cometas lanzadas por los niños. Junio de 2025. Cerca de 55.000 civiles, entre ellos 16.000 niños, han perecido por los misiles del ejército israelí. Foto_BBC

Un balcón suspendido en el cielo

No soy un soldado, pero me he visto en la guerra con uniforme militar cuando compro el pan, duermo o resucito tras la última noticia. Dispongo la pólvora a ambos lados del camino del cementerio, y siembro todos los fragmentos de metralla que puedo por los campos del recuerdo, cada vez que el olvido cosecha perdón y amigos. Cada vez que me cortan un brazo, alzo la inquebrantable bandera del hastío. Reúno a los hijos con sus padres, y a los pobres con los pobres. Paso una a una las cuentas del rosario de lágrimas de las madres de esta historia.

Ilumino la penumbra del corazón con la vela del miedo, y cuando estalla el bombardeo, unto las paredes con su cera verso a verso. Recompongo lo que se ha caído del muro del tiempo, recojo lo que ha florecido de las balas de mis enemigos, enseño a los niños, por si crecieran, cuándo orar por la tierra.

No soy soldado, pero me he visto en la guerra como el halcón del edificio al que han alcanzado, suspendido en el cielo, observando a los vecinos correr hacia playas asfaltadas, antes de la nueva oleada de bombardeos. He visto casas sobrevivir a los impactos gracias al error de un joven piloto. La destreza del fotógrafo que llevó a un hospital la foto. La casualidad de encontrar a un médico especialista en heridas de casas. La ambulancia que espera en el umbral del dolor como una mujer embarazada, exhausta y mareada por el sol de agosto.

No soy soldado, pero me he visto en la guerra como ángeles que aplauden a soldados, como una madre que lava sudarios, como una casa que sostiene la ropa de sus inquilinos, que siempre regresan para que se quede tranquila. Me he visto confiando en mi bolsillo la carta de una bomba que luego arrugaré como el recibo de la luz, guardándoles la pelota a los niños por si ras la guerra vuelven sin piernas. Espero el llanto que no llega, pues como yo, en la guerra ha perdido su reloj y su sombra, quedándose sin amigos.

¿Quién elevara a los niños hacia Dios antes de que los crucifiquen? ¿Quién dejará que los vivos ronden sin parar en torno al noticiera desde el abismo del mito? ¿Quién la dará a la ciudad su derecho a pan antes de dormir, su derecho a un puerto para que camine lentamente, como cualquier otra, sobre el agua de la vida?

¿Quién sacará al civil del uniforme del soldado, al soldado del uniforme del político al político del religioso, y al religioso del uniforme de los necios? ¿Quién sacará a la ciudad de la hipocresía de los trajes?

No soy soldado, pero me he visto en la guerra preparando la escena final de mi muerte para que los vivos festejen mi partida.

Sin título

Pasó un día con sus tanques: el cielo era una fiesta de cometas

            De los niños; y de un coche jadeante chorreaba sangre.

Pasó un día con sus aviones: la tienda de os desplazados

            Apostaba contra el tiempo: el invierno llegará tarde.

Pasó un día con sus francotiradores: ni el mercado encontró

sal, así que dije: “no pasa nada, la tristeza de los vendedores

                                                                       da para todos”.

Pasó un día con su artillería: el funeral de mi vecino se

alargaba, ¿quién tiene prisa en tiempos como estos?

Pasó un día con sus noticieros: y llegó la noche y fue

            un poco alegre: estábamos todos, salvo la casa.

                                                           30 de diciembre de 2023

                                                  

Profeta del desvarío

Soy el profeta que perdió su profecía: puse mi libro en la

acera y me senté sobre él

a diario paseo el rio del desvarío en las calles del pueblo,

y cuando regreso a casa, lo cuelgo en la pared de la certidumbre,

soñando con una tierra muerta que huele a maleta antigua,

con mujeres de piedra que em lanzan sus senos

como si fueran zapatos, con flores negras que brotan de

una flauta para iluminar mis pesadillas insomnes.

Palabras, morid un poco para que pueda cambiar mis

raídos poemas por miradas tristes y nubes ligeras, y así

echarlos en mi corazón como plumas.

Muere un poco y dame mi primer beso, una estrella sobre

la que apoyarme y que espante mi dolor. Quiero al profeta

que fui, quiero al profeta al que he traicionado.

Las astillas de las sillas

Un mes entero peleando con los escombros.

Se amontonan a mi alrededor, pero yo no veo más

            Que la casa tal como era antes de la ruina.

Delante de mi, escombros, pero mis ojos abren puertas

–   violines relinchan en mis venas – y recorren pasillos

brillantes y perfumados – yo me embriago. Arreglas la

cama como si tuviera polvo, y yo toso. Cierras las ventanas

por miedo a la lluvia, y yo prefiero el viento, que gira

como si buscara mis calcetines perdidos

 – yo no me encuentro.

Un mes entero dándole vueltas,

Una memoria obstinada y una escena con ruido de astillas,

Una casa hermosa y una familia en silencio,

Un dilatado dolor… largo hasta que la electricidad vuelve.

¿No es suficiente el mes que pasó en pie mi corazón

                                                           sobre sus piernas?

¿En que mis ojos vieron el ardor de la devastación? ¿Acaso

mi memoria no puede soportar curarse y despertar? ¿en

que mis manos, al subir la escalera de rosas, no se mojaron

                                                           con la doliente sangre?

Un mes. ¿Quién podría olvidar la ternura de las cortinas,

la delicadeza del mármol, el balcón de las canciones?

Un mes para los niños, para calentar la cena, para que tus manos

te obedezcan y prendas para ellos las astillas de las sillas.

                                                                       23 de marzo de 2024

El poeta y novelista Nasser Rabah (Gaza, 1963) es uno de los grandes poetas árabes de hoy. Los lectores en español pueden sumergirse en la iridiscencia onírica y esquilada de su última poesía con el solemne e introspectivo poemario Gaza: el poema hizo su parte, traducido por Benjamín López Oliva y publicado por Ediciones del Oriente y el Mediterráneo. Nada asegura que a estas horas o en las siguientes, Nasser Rabah pueda perecer bajo los constantes bombardeos que sufre la franja de Gaza. Ironiza que si la guerra supiera la de poetas que está creando, se pegaría un tiro a sí misma. Este último poemario de Rabah está descarnado de sencillez. Su poesía absorbe y formula lo que las crónicas y las imágenes no pueden captar del todo: los sentimientos, el dolor, el terrorífico silencio de la devastación y la ausencia, el desvanecimiento del valor de las cosas. Y volando alrededor de todo esto, como mariposas lastimadas, el dolor y la ira como miembros amputados del ser, el hambre “y la prolongada extenuación del alma”. La poesía de Nasser Rabah huy de la conciencia donde se postran posos ideológicos y consignas al uso, y busca la desconexión onírica de la imaginación liberadora. Esto ve en este poemario, aunque su urgencia sea más testimonial. Y convierte a Rabah en un gran poeta de nuestra época.

Gaza: el poema hizo su parte. Nasser Rabah. Traducción de Benjamín López Oliva. Ediciones del Oriente y el Mediterráneo, 2025. 119 páginas. 12 euros.

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Autor: Revista Hincapié

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