Cualquier rio es en sí el Ganjes o el Eúfrates. Y tan antiguo como ellos el Musketaquid, que anega las tierras de Concord, donde Henry David Thoreau escribió Walden. Cinco años antes, en 1840, él y su hermano se proponen navegarlo. El testimonio de ese homérico viaje de siete días es el diario de bitácora que Errata publica como Musketaquid.
El rio Concord, apacible, denso en su bruma misteriosa, era llamado por los indios aborígenes Musketaquid. En sus márgenes Thoreau señala las huellas de las tribus indias que parecen sombras diáfanas en la espesura de los bosques. desde que el primer colono se estableciera en estas cuencas que eran diferentes países hacia 1694, una ley expulsó a sus hijos y convirtió su morada en fortines militares en manos ajenas:
«Todo colono que deserte de un pueblo por miedo a los indios renunciará a todos sus derechos alli».
Provistos de una canoa fabricada por ellos mismos, una vela que hace en tierra las veces de tienda y petaches con víveres y leña, los hermanos Thoreau navegan rio arriba.
El inefable hombre blanco aún no ha podido hacerse con todos estos bosques llamados de Nueva Inglaterra. En Nashua, a varias millas ya de Concord, hay tierras «vírgenes», y los hombres que habitan en las cabañas solitarias próximas al rio viven, a los ojos de Thoreau, de la misma manera que vívan los hombres en Tebas.
«A menos que hagamos algo más que limitarnos a aprender el oficio de nuestro tiempo, no seremos más que aprendices, y no maestros del arte de vivir».
Thoreau piensa que podría llevar una vida digna oriental en este rio y que los arces y los alisos bien podrían convertirse en su cabaña. Resulta harto placentero evadirse de cuando en cuando de la inquieta casta de los reformistas ¿Y qué si existen ciertas quejas? También existimos vosotros y yo. (…) las mayores revoluciones físicas perceptibles son obra del aire ligero, el agua sigilosa y el fuego subterráneo«.
Entre sauces, pinos, el descompasado croar de los remos. La paz del rio frente a la perturbación de la ley. Lo salvaje delimita el país de la libertad.
«Me cuesta más imaginar al cosaco o al indio ojibwa viniendo a perturbar a los ciudadanos honestos de a pie, que a una institución monstruosa abarcando y aplastando a sus miembros libres entre sus pliegues escamosos, pues no hay que olvidar que mientras la ley se ciñe con fuerza en torno al ladrón y al asesino, se deja suelta a sí misma».
Sentado en un tocón cuyos anillos hablan de siglos de crecimiento, en derredor ve tocones como este, sus ancestros. Thoreau asiste a la frontera del tiempo.
Allí vivían sus vidas agrícolas aquellas gentes de Nueva Inglaterra, padres, abuelos, bisiabuelos, que iban sucediéndose en silencio. Están satisfechos con la vida , que así de impuesta les venía, en el mismo sitio en que sus antepasados habían caído.
Pasado el Piscataqoug o «rio del agua brillante», y las cataratas de Amoskeag Falls, el cauce se convierte en canal de transporte madedero. La vorágine industriosa se refleja en el pueblo de Manchester que de menos de 2.000 habitantes a pasado a 14.000. Se dice que Amoskeag significa «gran lugar para la pesca». Cerca vivía el sachem wannalancet, y la tradición dice que su tribu, cuando estaba en guerra con los mohawks, ocultaba sus provisiones en las cavidaes de las rocas de la parte superior de estas cataratas
Todos los abusos que son objeto de reforma por parte del filántropo, del estadista y del ama de casa son enmendados de manera inconsciente en la conversación entre amigos. Sólo los amantes coinciden en el valor y la magnanimidad de la verdad, mientras que los comerciantes aprecian la honestidad barata, y los vecinos y los conocidos la urbanidad barata.
En nuestras conversaciones cotidianas con los hombres, nuestras facultades más nobles permanecen inactivas, sometidas a la herrumbre. Ninguno nos hará el cumplido de esperar lo más honesto de nosotros. (…) el Estado no demanda justicia a sus miembros, y cree poder apañárselas con una ínfima cantidad de esta – poca más de la que estila el canalla-.
Las noches son un diálogo de estrellas, a la que los hermanos Thoreau no pueden poner palabras, porque en su idioma aún no hay palabras que suplan el silencio.
Tuvimos que llegar a este lugar entre las colinas para conocer la benevolencia imparcial e insobornable de la Naturaleza
El diario que Thoreau escribe en su travesía por el Musketaquid es el preludio de Walden. Vivir en el rio. Junto a estas dos, otro ensayo completa la trilogía: Caminar, escrito en 1862.
Las fronteras no están al este ni al oeste, al norte o al sur, sino que allá donde un hombre se enfrente a un hecho, aunque ese hecho sea un vecino, hay un bosque virgen como el que hay entre él y Canadá, entre él y el sol poniente, o más lejos aún, entre él y ese hecho.
La mirada de Thoreau explica la génesis de otros movimientos que albergaron caminantes como Kenneth Rexroth, Edward Abbey o Gary Snyder.
En la naturaleza más salvaje no sólo encontramos el material de la vida más cultivada, y una suerte de anticipación a su desenlace, sino que una sofistificación mayor de la que haya logrado jamás el hombre. Hay papiro junto a la orilla del rio, y juncos que iluminan, y sólo el ganso vuela en el cielo desde años antes de que nacieran los eruditos o se inventaran las letras.
Musketaquid
David Henry Thoreau
Ediciones Errata naturae