
La vida y la muerte de cada persona están cooptadas por tribunales, abogados y pasantes. El lenguaje cromático o apaisado cotidiano de cada cual se transforma en la retahíla de pompa funesta de sentencias, edictos, sumarios y hasta providencias judiciales. Rafel Sánchez Ferlosio decía que el destino es un invento de la desventura, como el pecado es un invento del castigo y el juez es un invento del verdugo. El lunes 17 de marzo una jueza del juzgado número 12 de lo Contencioso Administrativo de Barcelona desestimó el recurso que el padre de Noelia, de 24 años, puso en agosto de 2024 contra la decisión de su hija de finalizar su vida. El recurso fue presentado en nombre del padre por la asociación Abogados Cristianos.
El litigio se jibariza en un poco número de subtramas. Tiene la forma de un macabro enredo. Noelia, como reconoce la jueza en su auto con plenas facultades para tomar su decisión, lleva esperando ocho meses para acogerse a una ley de eutanasia que permite poner fin a su vida. El padre, la madre y la asociación Abogados Cristianos añaden las dos primeras subtramas del relato. De un lado aducen que Noelia, como tiene diagnosticado un trastorno de personalidad y vive desde hace años alejada de sus padres en un centro sanitario desde los trece años, no tiene la debida facultad para tomar esa decisión.
La segunda subtrama tiene que ver con la juez, que es un invento del verdugo, como asegura Ferlosio. El padre de Noelia y la asociación Abogados Cristianos solicitan meta argumentalmente que el único verdugo que puede quitar la vida de Noelia no es Noelia misma, tampoco la jueza, sino Dios y su providencia judicial.
La tercera subtrama es una variación en sol menor de la anterior. Cuántos padres, y sobre todo madres, habrán espetado a sus hijas esta lapidaria sentencia capital: “yo te di la vida”. El yo de los hijos es un arrendamiento que estos hacen por disfrutar de una existencia que les otorgó su arrendador gestor. Y ese cuerpo lastimado y ese alma desalmada, y también desamada, pertenecen a la sociedad matrimonial arrendadora que figura como titular en el libro de familia.
En su auto la jueza opta por salirse de su propio personaje de jueza y recurre por momentos a frases llenas de sentido común. Hay a la par que un desnudo respeto en su prosa, una meta satisfacción que hallo yo quizá maliciosamente. Porque aquí viene la cuarta o quinta subtrama: Noelia recurre a la eutanasia regida por el Estado después de haber intentado suicidarse hace tres años. Quedó parapléjica con un 74% de discapacidad – no un 75 o un 73, y además sin decimales–.
El propósito de Noelia era poner fin a una existencia inconmensurablemente sufriente. Tendrá que seguir esperando porque ante la decisión de la jueza, el padre, la madre y la Asociación Abogados Cristianos han anunciado que recurrirán al Tribunal Superior. Solo serán otros ocho o doce meses de espera para Noelia. Cuatro años intentado dejar de sufrir, pero sin resultados.
En nuestras vidas hay sobre el papel muchos, muchísimos derechos. Son un santoral con overbooking y quizá necesitado de un ERE. Pero tantos como derechos, en nuestra vida hay torcidos. La autogestión del sufrimiento insufrible antes estaba penada. El suicidio, en caso de fallar, era delito. Además el condenado iba luego al infierno, lo que era una condena de muerte. El Estado lo ha despenalizado a cambio de que se le pida a él y no a Dios ni a la conciencia interior el poner fin a la propia vida. Hay que hacerlo a través de abogado y procurador. Y sobre todo con muy buena educación y mucho por favor.