Los trabajadores de las plantas de producción avícola en Minnesota, Estados Unidos, no disponen más que de dos permisos por semana para ir al baño. La mayoría orina y defeca cara a la misma línea de montaje; otros prefieren llevar al trabajo un pañal. El consumo de pollo en EEUU se ha disparado en más de un 30% en los últimos 20 años, y las condiciones en la producción parecen volver a hace dos siglos. De los 250.000 trabajadores en la producción de pollo, según un informe de Oxfam que cita la revista XXI, “la mayoría son refugiados, inmigrantes o personas de color”. La fuerza del sector avícola soslaya la cuestión con la sorna, como refleja XXI: “la gestión de los turnos del baño en la cadena de montaje, no es una prerrogativa de la industria del pollo”.