Un día de esta semana la noticia ha sido el veinticinco aniversario de la vida del Guggenheim. El museo que fue, que es, ese lugar que puso a Bilbao en el mapa de los fines turísticos y el auge de los servicios que estos traen. Ese espacio que alargó la brida del caballo en el que ahora galopa la ciudad con la velocidad de los datos de visitantes. Los medios de comunicación locales no dejan de alabar el músculo de titanio que rodea la boca y la maquillada órbita del ojo de una ciudad cosmopolita. Todo está muy bien, uno no puede ser carpetovetonico, aunque añore ciertos rincones más grises y mefiticos.
Lo que si me revuelve las tripas es que se obvie otro tipo de espacios que no son de relumbrón, pero si efectivos para los barrios. Por ejemplo Kukutza, ese gaztetze del barrio de Rekalde que funcionaba como espacio libre, ocupado y autogestionado, que era utilizado como centro de juventud cultural y de ocio, con actividades desde 1996 hasta 2011, cuando fue desalojado violentamente por la policía. Desde su origen se ofreció al barrio para llenar el vacío de las instituciones públicas con biblioteca, grupo de danzas, escuela de escalada, comedor, taberna, serigrafía y teatro. Se ordenó su desalojo con la excusa de que iban a edificar viviendas, pero desde su demolición el solar permanece vacío, sin que se haya construido nada. Los comerciantes del barrio se han quejado de que este ha perdido mucha vida. ¿No había espacio para estas dos formas de entender la cultura y el ocio? Parece que no. Sólo para una.
Que el entonces alcalde Azkuna siga santificado en los cielos por la mayoría absoluta que vota en Bilbao a su sucesor mientras yo tengo otro recordatorio. Se cumplen ahora 11 años de que Rekalde y quienes lo visitábamos nos quedáramos sin Kukutza.