Esta es la historia de una provocación con miras a prender la llama de una revolución. A partir de ahí era un intento original de desenmascarar a quienes podían ser, y de echo fueron, los fustradores de esa revolución: los jóvenes estudiantes. Y los autores de aquel panfleto incendiario acertaron en la diana aquellos meses previos al mayo francés de 1968. Algunos de los estudiantes denunciados se convertirían en vedettes espectaculares primero y en profesionales del espectáculo político después. Los situacionistas eran un grupo de jóvenes estudiantes reunidos en torno a la sombría figura de Guy Debord. Fueron más allá que nadie en la crítica social. Y la suya fue la más audaz y aguda desde Marx. Su fin revolucionario iba en pos de recuperar la verdadera vida frente al mercantilismo, el espectáculo, los dirigentes, el trabajo dividido y especializado, e incluso el lenguaje contemporáneo, sucedáneo de la burocratización. Y su estrategia era la de crear situaciones que desenmascarasen a los enemigos de la vida. Así surgió el folleto De la miseria en el medio estudiantil. Su difusión en las facultades universitarias removió los cimientos de la institución académica francesa. Su furor crítico iba contra el estudiante, el profesor, pero también los partidos políticos o los sacerdotes sindicales y de otras fés profesionales de la sociedad. Quienes intentan adoptar una posición contestataria y amablemente incendiaria hoy en día, imitando el escándalo de hace cincuenta años, tratan muy bien de que se olvide lo que se criticaba en el panfleto: eso que hacen ahora «representantes» de indignados, de estudiantes, de electores, de currantes. La editorial Pepitas de calabaza recupera el panfleto De la miseria en el medio estudiantil con una nueva traducción realizada por Diego San Román, junto a una precisa introducción de Miguel Amorós y otros documentos igualmente relevantes y reveladores.
Ah los estudiantes, ese preciso y precioso relevo de los cuadros de mando y de la mano de obra de todo un país. Esas figuras alegres en los campus universitarios, conscientes de la necesidad de una cierta dosis de rebeldía frente a todo lo que les precedió. Consumidores de futuro a granel y al por menor. Utopistas de progreso cibernético. Reproductores ya a su tierna edad de parlamentos, elecciones, y cargos universitarios. A ellos iba dirigido el panfleto «De la miseria en el medio estudiantil» con un subtítulo aún más provocador: «considerada en sus aspectos económico, político, psicológico, sexual y sobre todo intelectual y de algunas formas de ponerle remedio». Fue el folleto «más escandaloso del siglo». Ideado por un grupo de alumnos de Henri Lefebvre en Estrasburgo y publicado en 1966. Sería la antesala a las movilizaciones estudiantiles de 1968 en Francia. Pero, dado que el estudiante es lo que será en su futuro predispuesto, el folleto se rie ya de los mayores y su ejercicio bufón de vida y representación burlesca.
Pasma leer este folleto. Como si fuera un agujero en el tiempo, desenmascara el estereotipo del ciudadano lobotomizado y sus sacramentales pasos vitales: joven, estudiante, buscador de empleo, empleado, ciudadano medio, jubilado, cadaver.
Hoy, el estudiante se halla plenamente integrado en la sociedad del espectáculo; participa ocasionalmente en figuraciones de rebeldía que se convierten pronto en encauzados kermés de consumo político o cultural, como ocurriera en España con el movimiento de las plazas que se conoció como 15M. Los situacionistas aseguran al respecto que «lo que debería sorprender no es tanto que la juventud sea rebelde, sino que los «adultos» estén tan resignados».
Los estudiantes de hoy serán los resignados del mañana. Aunque en el seno de una sociedad desarrollada «la juventud es ella misma moderna, ya sea para integrarse en ella sin reservas, ya para rechazarla radicalmente». Y ahí fueron los jóvenes situacionistas. Su lucidez es desbordante, aunque el tiempo haya desbordado algunos de los pilares en los que creyeron ver, como por ejemplo en los consejos obreros, la redención del presente. El obrero estaba tan integrado en la sociedad, y antes que los estudiantes disfrutaba de las virutas de riqueza que ofrecía el destajo y el aumento de la producción. Oh bienestar aventurado tú que hoy lanzas harapientas migajas de obreros de clase media a la miseria material y vital.
El folleto De la miseria en el medio estudiantil se redactó entre cafés interminables en la cafetería de la universidad de Estrasburgo, nocturnos espaguetis y vino en tugurios de quebradas callejuelas urbanas, o tés fríos en teterías en Argelia hace 50 años. Puede que el folleto se siga escribiendo hoy.