La marcha de Podemos “Por el cambio” prevista para el 31 de enero en Madrid se presentaba como el paso de un big bang surgido tras las elecciones europeas a una hoja de ruta hacia el poder. Cientos de miles de personas viajaron hasta Madrid donde pudieron congregarse cerca de 400.000. Sentían estar haciendo historia, tomar comunión con el líder carismático, convertido en el gurú político puesto en la balda adecuada del supermercado político español. Querían escuchar que puede volver el crecimiento, el ascenso social para los precarizados o los caídos de la clase media. El autor del reportaje viajó con los miembros de Podemos hasta Madrid. Este es un viaje al centro de Podemos a través de sus militantes y sus líderes.
El mismo día en que acudí a un ateneo de la ciudad para alistarme en el autobús de Podemos hacia Madrid, un grupo del partido presentaba en un hotel chic de la ciudad su candidatura para el consejo ciudadano, órgano máximo de cada organigrama de Podemos en las comunidades. Esta candidatura estaba presidida por un ex miembro de IU, militante de Izquierda Anticapitalista – partido autodisuelto para poder entrar en Podemos – y militante a la vez del sindicato CGT. El discurso se apoyaba en la fe de la democracia 2.0. Pero en la elaboración de su programa apenas habían participado 100 personas. El conjunto de sus propuestas en poco diferían de las de la izquierda socialdemócrata o léase las que IU desde los años 90 viene esgrimiendo. Esta candidatura se enfrentaba a otras dos en el seno de Podemos en la misma comunidad.
Madrugada jarreante del 31 de enero. Alguien reparte en el preámbulo mañanero a las 6:30, y antes de entrar en el autobús, panfletos presentando una candidatura al consejo ciudadano de Podemos en la comunidad. Es una de las otras candidaturas. Leo algún lema: se necesita “no una utopía heroica – hemos tenido muchas – sino una utopía que tenga por objeto, por sueño, la mejor convivencia de cuantos vivimos aquí”. Uno de los candidatos de esa candidatura está allí con un café en la mano. Le pregunto por la presentación que hizo él hace unos días con modesta asistencia en el círculo de un pueblo metropolitano. “Bueno, en los círculos participa poca gente y en los foros también”.
La ciudad tirita los 6 grados sobre cero y exhala un débil hálito azul cobalto. Nuestro autobús va lleno. Otros tres salen minutos después. Antes de ponernos en marcha, Abel, micrófono en mano pregunta a todo el mundo si lleva el carné de identidad. “Si nos paran y no lo llevamos no podremos seguir. ¿Tenéis todos el dni en regla? Seguro?”. Todo el mundo tiene su dni en regla; alguno incluso ha traído el pasaporte.
Manuel G. se presenta “por libre” al consejo ciudadano de su comunidad, “para afianzar el partido”. Ha encontrado un proyecto y quiere, ser partícipe y actor. Otros muchos como él que viajan en este autobús sienten algo parecido. Les une esto y el haber estado ajenos a cuantas luchas se dieron en el pasado incluso en su entorno más cercano. Lo suplen con la “formación” que desde las elecciones europeas han recibido en los diferentes círculos que han ido aumentado en cada ciudad o pueblo.
Estoy sentado al lado de Mikel. A sus 42 años es, junto a las organizadoras Anna e Irene, el más joven del autobús. Pertenece a un círculo que aún no se ha formado. Se reunieron en una sala del aula de cultura municipal, anunciando al bedel que eran de Podemos. Les dejaron irrumpir en una vacía. Al de poco les anunciaron que debían desalojarla. Pocos días después, al recién secretario le llegó una carta del ayuntamiento con una multa de 200 euros. Parece una broma para inocentes: su secretario es uno de los dispuestos a pagar. Mikel es sin duda previsor. Se ha situado en el asiento que permite la reclinación total del asiento; ha traído la almohadilla para dormir, calcetines de repuesto, dos móviles, y un gps para orientarse en el laberíntico Madrid. “Publica” en Facebook cuanto vive de la experiencia Podemos camino a Madrid y aporta su granito de arena a esta causa. Porque tiene bastante claro la misión de cada cual en Podemos. La de Pablo Iglesias, por ejemplo, va más allá de la presidencia de un gobierno español. Mikel cree que, como un gurú con poderes más que evidentes, su fin es gobernar Europa. Le pregunto qué le parece el que para poder entrar en Podemos los miembros de la trotskista Izquierda anticapitalista se hayan disuelto. Mikel no conocía que en el seno de Podemos hubiera una corriente organizada.
El autobús nos lleva a la Complutense. A punto de aparcar, algunos se levantan para coger sus mochilas y abrigos. Pero Abel micrófono en mano vuelve a recordar el cumplimiento de la ley: Sentaos por favor, que pueden multarnos”. Estamos en los alrededores de la facultad de Filosofía, de la Física, de la de Ciencias de la Información. Me imagino a los estudiantes de 1968, como relata Miguel Amorós en su reciente 1968. El año sublime de la Anarquía corriendo delante y detrás de los grises, desbaratando los planes del Régimen de sacar de la Universidad los cuadros de mando. Hoy de esta Universidad salen los estudiantes que se manifestarán con la intención de suponer un relevo a los cuadros de mando en las instituciones: el momento del cambio. ¿Qué dirían los profesores López Aranguren y Agustín García Calvo que en los 60 participaron de las revueltas estudiantiles del movimiento que hoy se manifestará en Madrid? El frio es intenso y el aire entra en el cuerpo como una ráfaga. En estos alrededores cayó abatido Buenaventura Durruti. ¿Qué pensaría él de esta columna que pretende colapsar Madrid para ocupar las instituciones?
Cibeles está colapsado. Sólo veo personas de avanzada edad. Alguna ikurriña, bastantes republicanas. A la altura del BBVA entre Cibeles y Sol pasa la comitiva de la manifestación. La gente quiere ver al nuevo gurú del cambio. Pablo Iglesias alza la mano a quienes subidos a las farolas, en los balcones le saludan. Sí se puede, gritan. Iglesias alza una esperanza. No se trata de una revolución. Quienes han venido a Madrid no piensan en una revolución. Tampoco un cambio de régimen. Es una esperanza. Respondiendo a las voces, Pablo Iglesias alza el puño. Puede que tras él haya en la colapsada calle de Madrid cerca de 400.000 personas.
En Sol la gente agita las manos rememorando el 15-M. ¿Era el 15-M la semilla de Podemos? En aquellas noches de Mayo de 2011, estudiantes de clase media, profesionales liberales, se vieron apartados por el sistema en el que hasta entonces creían cuando la crisis hizo crack. Hoy quienes agitan las manos en esta plaza de Sol quieren escuchar de Pablo Iglesias que sí es posible no quedarse al margen. En Sol hay gente, es cierto, de todas las clases. El joven chic con bufanda que irá después de compras, la chica rubia que está twiteando la foto que hace del gurú, el maduro que se hace fotos alzando el puño, el veterano de mil batallas políticas. Pero todos ellos tienen algo de espectadores. Esperan el acontecimiento.
Las vedettes de Podemos están sobre el escenario. “Hoy es un día histórico” comienza Monedero.
“No quiero políticos que no viajan en Metro, no quiero un presidente que tenga que llevar corbata, no quiero gente sin recursos, gente mirando en las basuras”.
Hay lugar para la poesía. Como si esta abarrotada Plaza de Sol necesitase recuperar un espíritu parecido al de la marcha de Martin Luther King en Washington o la oratoria ensoñadora de Barack Obama, hasta llegar al poder.
“Somos la piedra en el estanque, sabíamos que las hondas iban a llegar a la arena. Somos mayoría, somos alegría. Sois el anhelo de mar que prometimos”.
Desde la distancia una voz de mujer, se dirige a la clase media española, esa que está perdiendo su poder adquisitivo y también la esperanza. Para ellos hay un mensaje con especial calor este 31 de enero:
“Tenemos a los mejores profesionales, técnicos, jóvenes empresarios. Este es el país que tanto quiere a su gente. Este es un pueblo del que sentirse orgulloso”.
Comienza un grito: que no, que no, que no nos representan. Se refieren a los demás, obviamente. El cántico debiera ser que quizá todos estos cientos de miles han encontrado a quienes sí les representan. Cantan ser representados. Sin embargo Monedero afirma previendo el riesgo: “no vamos a ocupar el asiento de la ignominia”.
Pablo Iglesias sube a la tarima. Es cierto que este es un momento muy importante. Podemos se dirige a toda la nación española. Por primera vez nación. Por primera vez española.
“Nacimos hace un año desafiando lo imposible. Y hoy Madrid se nos queda pequeño”.
«Va a venir un año duro. Recordad este 31 de enero. La lección que hemos dado los humildes”.
“Han sido los privilegiados los que han roto el pacto; no los queremos más. Son ellos los que han roto España”. La palabra España va a sonar desde ese momento en el discurso de esta mañana. También la palabra país. Es este un discurso con su buena dosis de importancia. Es el mensaje de Podemos a quién no es de Podemos a los millones de personas que están descontentas.
Hoy Podemos habla de un nuevo contrato social en el seno de la democracia liberal. “Esta es la unidad desde la que vamos a recuperar la democracia”. Sincera pero directa llamada a los que están perdiendo dinero, es decir a los que tuvieron algo o bastante, a los que no quieren comprar de nuevo un partido, como los de antes, fraudulento. Hay también un mensaje para los más radicales, a los sans culotte:
«No importa de dónde vengáis. Importa hacia dónde vamos. A un país sin siervos, emancipado».
Y ofrece previo al nuevo contrato, un compromiso que suena a temporal:
“No nos falléis. No os vamos a fallar, los pueblos dignos confían en sí mismos. Hoy prometemos no fallaros hasta recuperar las instituciones”.
Hasta recuperar las instituciones. Por paradógico que pueda resultar, y traicionero, el lenguaje hablado le gasta una mala pasada al carismático gurú.
“Este es un momento constituyente. Es ahora. Se acabó el tiempo de los privilegios. Es ahora. Sí se puede”
“Qué bonito es ver a la gente hacer historia”.
Y el significado del por qué hoy alcanza un momento tan histórico como otros, cogidos con toda la intención y que son asumidos por gentes de izquierdas y derechas. Iglesias les lanza el mismo mensaje pero dirigido a su diástole de patria chica:
“El 2 de mayo de 1808 fue el pueblo de Madrid, fueron los de siempre, los de abajo, los humildes. Eso está en nuestro ADN”.
“Los recortes están rompiendo España”
“Nuestra patria no es una marca. Nuestra patria es la gente”
Se acerca el final, que desde aquí es un principio. A coro, las vedettes de Podemos cantan abrazados como colofón: «cambia, todo cambia, cambia, pero no cambia nada». ¿Es esta la metáfora de este cambio?
En el autobús, hay un ambiente de euforia contenida. Es una larga noche hasta llegar de nuevo a nuestro destino. Manuel G. habla con alguien que no pertenece aún a ningún círculo acerca de las discrepancias en el seno de Podemos. «Pero no es en absoluto como dice la prensa». Es consciente de un plan que desconozco pero que evidencia la confianza puesta en el gurú Pablo iglesias: «lo que piensa hacer Pablo Iglesias es [una vez en el poder] aliarse a Tsipras y Portugal e Irlanda y plantar cara a Merkel«. Y ahora recuerdo a Mikel, mi compañero de asiento que duerme, cuando decía que Iglesias por su capacidad estaba destinado a liderar otra Europa. Quizá esté soñando eso.
A escasos kilómetros de nuestra capital, una tormenta de nieve nos ralentiza hasta el extremo. Somos una suerte de Arca de Noé en un diluvió de nieve. Estas mujeres y estos hombres con sus pegatinas violeta, su obediencia cívica al orden, con su indiganción radical, quieren poner su granito de arena en el desierto en el que predican el gurú y otros apóstoles en los que la mayoría confía. Hoy tienen la promesa de que no les va a fallar.
Tocqueville dejò escrito tras su paso por la norteamérica emancipada de la tiranía inglesa que todo cambia en la propia democracia para no cambiar nada. Aún resuenan las estrofas de la canción con la que Pablo Iglesias y todos los impulsores de Podemos cantaban:
Lo que cambió ayer
Tendrá que cambiar mañana
Así como cambio yo
En esta tierra lejana
Y llegamos. La ciudad apaga sus gritos en tugurios y tabernas a las tres de la madrugada de este ya 1 de febrero. Casi 160 personas vienen con el cambio en sus almas. Y en esta ciudad nada parece haber cambiado desde ayer por la madrugada; parece estar tan lejana su feroz lucha cotidiana que ahora descansa de la retórica del cambio con consenso de aquel Madrid del 31 de enero de 2014.