
Se puede, siempre que seamos revolucionarios a nivel económico; reformistas a nivel institucional y conservadores a nivel antropológico.
Revolucionarios porque el capitalismo no se puede reformar, reformistas porque hay instituciones que desempeñan una función de interés público, y conservadores porque hay aspectos biológicos del ser humano que nos hacen eso, humanos. Lo que dice la antropología es que el hombre es más un sujeto social que un sujeto histórico, o que lucha por mantenerse fuera de la historia. “Se puede decir que, en general, al ser humano no le apetecía la historia; sin el látigo del capataz o sin el sable del militar jamás habría ingresado en ella”.
Alba Rico ha escrito un panfleto ( así lo subtitula é mismo) de párrafos caudalosos, eclécticos, que procura conciliar posiciones que aunque proceden de antagónicos significados obran en la práctica como semovientes del cuerpo social.
Este libro es una sólida pista de salida. Toma el impulso de las preguntas y emprende una carrera de larga distancia: ¿por qué hace falta la revolución económica? Porque la racionalidad económica del sistema es inseparable de su irracionalidad general. Si los campesinos indios se quitan la vida, las empresas mejoran sus balances; si los millonarios pierden dinero, todos estamos en peligro; remedia una crisis preparando otras; porque no crecer empequeñece; decrecer mata; la crisis que es de sobreproducción sólo puede superarse, o al menos contenerse, con sobreconsumo. Conclusión, ser de izquierdas implica la creencia de que el capitalismo es un orden económico irreformable. La revolución sería un freno de urgencia, tal como sugiere Walter Benjamín, porque muy a menudo la propia izquierda ha concebido su proyecto en los mismos raíles que el capitalismo. Hay múltiples opresiones que no se pueden reducir a la única oposición capital-trabajo. Por todo ello, Alba Rico cree que para que el capitalismo no sea sustituido por una guerra de mafias y sectas religiosas, hay que incorporar en el pensamiento de izquierda, además de la revolución económica, el reformismo institucional y el conservadurismo antropológico.
En otro orden de cosas, ante la idea de la superación izquierda-derecha como dos metáforas espaciales para expresar y confrontar dos maneras de interpretar el conflicto social, dice Alba Rico, recogiendo la reflexión del escritor chino Wu Ming que incluso, si desapareciesen los nombres, no desaparecería con ellos la confrontación. Magnífica y sencilla manera de zanjar la esterilidad de tal controversia.
¿Y las alternativas? Fracasado el socialismo real y el comunismo durmiendo el sueño de la utopía, ¿Nos tenemos que conformar con la distopía del capitalismo real (hay que producir más coches aunque la elevada contaminación urbana responde casi siempre al coctel del tráfico abundante y alta presencia de motores dieses)?
Hoy leía en el periódico a una filósofa hablar de las nuevas formas de politización, decía que para levantarse no hace falta un horizonte, que para organizarse no es preciso contar con una promesa de futuro (Althusser, La historia es un proceso sin sujeto ni fines), lo que hace falta es tomar una posición en tono a un límite. Límites vulnerados por el capitalismo, habría que añadir, como es el Derecho, la Naturaleza, la Sociedad, cuyos refugios está desmantelando de manera sistemática. Aprender el límite. Aprendizaje de una encrucijada de fin de ciclo – capitalismo industrial y primera gran quiebra del financiero -. ¿Qué hacer? Hasta ahora, la política en democracia ofrecía cosas a la gente. Ahora se las quita.
La lectura del libro de Alba rico arma de geo radares y sensores térmicos para socavar la creencia del capitalismo como orden natural, y para crear ideas que sean una práctica y no un discurso.