La luna ha tenido mucha influencia en el humano desde el momento en que este apareció en la tierra. El simbolismo de la luna es muy amplio y complejo. El poder del satélite es citado desde tiempos remotos como analogía con el ser que no permanece siempre idéntico a sí mismo, sino que experimenta modificaciones. Mircea Eliade sabe más de estas cosas, así que al que le interese las contribuciones de la luna que lo lea. Yo solo quiero constatar el hecho de que, una vez más, ha salido un libro de Beñat Arginzoniz y se ha posado en el estante de una librería. Un libro de B.A. que no es de B.A. Un libro de seis poetas que este autor ha recopilado en la claridad de unas páginas porque los considera inspiradores particulares. B.A es un poeta que no escribe poesía porque para hacer cualquier cosa se apoya en la fibra del poema, o espera, sin hacer nada, porque la poesía es una nubecilla que se cree ver delante de los ojos. Llegado a este punto no se si estoy hablando de Arginzoniz o de Pessoa, de Juan de la Cruz o de García Lorca o de L.M.Panero, de Omar Jayyam o de Matsuo Basho, que son los “Seis poetas bajo la luna”, aunque podrían ser otros que no nombra et alia.

El libro consta en cada apartado de una breve biografía de cada poeta reseñado, seguido de un más extenso movimiento y motivo de fraseo, desde donde la variación de la voz de B.A. entronca con la de estos poetas en apoyatura, armonía y cadencia que transcribe con sus ya propias palabras. Y es aquí donde surge la sustancia poética que abarca la interpelación y la explicación, así como la confesión que Arginzoniz pone en boca de Panero, o las andaduras de los dos poetas orientales bajo la forma de la crónica.
Si Pessoa es un fingidor es porque es el poeta que no cupo en una sola voz. Es el niño que oyó en su interior el eco de otras voces, hasta la fragmentación del Yo.
Qué decir de Lorca, de su mundo que tenía miedo a perder porque en él estaba la maravilla de sus ojos. Y escribió a la luna y a los insectos.
¿Y del loco Panero?, quizás que no estaba loco, como tampoco lo estuvo Hölderlin , porque la esquizofrenia es la cara oculta de la luna.
¿Y del místico carmelita San Juan de la Cruz, el que buscaba en las formas del verbo la eficacia en la comunicación de la honda espiritualidad? Que esta elección le llevó al desinterés por la organización eclesiástica, el papado, el colegio cardenalicio, las indulgencias y bulas, etc. Toda su poesía es la búsqueda de la relación directa con Dios, ignorando las “artificiosas palabras” y la “sublimidad de elocuencia”.
¿Siente Matsuo Basho enojo por ser nombrado? Él, que no quiso ser un maestro ni le interesaba el renombre o cualquier tipo de protagonismo en el parnaso literario. Sin que se sepa/desde que árbol en flor/llega el aroma.
El otro poeta de oriente es Omar Jayyam, del que no sé nada salvo la breve introducción que de él hace Beñat Arginzoniz.
Seis poetas más uno. Que con su luna nos sigan mirando.
Seis poetas de la luna, Beñat Arginzoniz. Editorial Gallo de oro, 2021. 77 páginas. 15 euros.