Posizquierda
Marco Revelli
Editorial Trotta
Por enésima vez oigo hablar a Rajoy de soberanía nacional mientras extiende ora un brazo, ora el otro, hacia la izquierda y la derecha. Valga tal movimiento de las manos del presidente para escenografiar el debate que se da sobre la superación de los términos izquierda-derecha
Primero he pensado, con el automatismo propio de los actos sin la participación de la conciencia, que esa “SOBERANIA NACIONAL” es una coletilla dedicada a la fabricación de colgajos que penden de la boca de algunos, como adición breve para salvar conceptos vacuos. Muchos son los hechos que nos obligan a reconocer el papel subalterno de los Estados, obligados a aceptar su impotencia frente al Mercado. Obviedades estas ya son tópicas de un diagnóstico que no tiene medios- la izquierda tradicional – que extirpe el mal. De aquí el título de este libro, y el prólogo de Pérez Tapias “La izquierda tras de sí misma”.
Si hablamos de mundo globalizado, de Estados impotentes, de sociedades donde los flujos se sobreponen a las estructuras, ¿Hay que dejar la palabra transformación para esos colgajos lingüísticos de los que he hablado antes y dedicarse a gestionar mejor? Hay una izquierda para quien llegar al poder es redistribuir mejor, y donde la derecha quiere más prisiones, seguridad y vigilancia, ella pide más regulación de los mercados, menos liberalización, más escuelas y más hospitales públicos.
Si la crisis de la izquierda se ubica en una redefinición como de centro izquierda, ¿no será que el adversario ha ganado la partida?
Si habitamos tiempos y lugares donde la crisis es plural: crisis económica para reconfigurar el mundo a la medida de las exigencias expansivas del nuevo capitalismo; crisis de la política como resultado de una determinada política para que aquella entre en crisis; y todo encauzado para que el descontento popular se dirija hacia una forma de pensar que para el poder es inocuo. Crisis de las izquierdas. Marcos Revelli, historiador y sociólogo, que ha presidido la comisión de investigación sobre la exclusión social (CIES), se pregunta si será posible reencontrar una definición de la izquierda avalada por los hechos en la época de la post izquierda. Enumera algunos puntos, he aquí dos: la izquierda es una posición política identificable como contrapuesta a las posiciones de la derecha. Otra: la izquierda es intención utópica. Frente a lo existente, lo aún no logrado.
Y es que las distancias políticas entre la derecha y la izquierda se van reduciendo en el imaginario colectivo, en el preciso momento en que las distancias sociales entre los primeros y los últimos van aumentando (Angus Beaton dice lo contrario en “el gran escape”). Las personas que viven con menos de un dólar al día han descendido al 14% desde el 42% de 1981. Revelli cataloga a estos intelectuales como “profesionales de los mensajes tranquilizadores”. Creo que la afirmación de que vivimos en el mejor de los mundos posibles merece la aseveración de que no vivimos en la mejor de las sociedades posibles. Ante la impresión de que la política por fin liberada de sus referentes ideológicos ha de ser pragmática donde la búsqueda de posibles soluciones tiene que ser común, sin perdedores ni ganadores, propia de una sociedad armónica y homogénea como una mermelada (John Scott, presidente de la auditoría KPMG dice que “todos debemos contribuir a ello”). Queda demostrado, se la llame como se la llame, que las causas de contraposición entre derecha e izquierda siguen ahí. ¿O no?
Este libro plantea muchas preguntas en el capítulo “Tiene la palabra…”: ¿un trabajador de izquierdas con contrato indefinido no se puede comportar como uno de derechas frente al precario o autónomo?¿un sindicato es de izquierdas si ve bien la construcción de autopistas o cualquier infraestructura porque crea puestos de trabajo?¿Qué haría ese sindicato si un gobierno cierra el astillero público y militar Navantia que está construyendo corbetas para la muy democrática Arabia Saudí?¿No puede ser un obrero explotado y después oprimir a su mujer en casa?¿antes no éramos aquellos que creían que la revolución consistía en expropiar las fábricas al patrón para producir las mismas cosas que hacía él? El socialismo podía ser “el capitalismo gestionado por nosotros”. ¿Las centrales nucleares, el fracking, la oposición o no, es de izquierdas o de derechas? ¿Existe una categoría que lo supere desde la ecología? ¿Es de izquierdas la insistencia en el desarrollo, el industrialismo, la expansión, el aumento del PIB? ¿Acaso no debería ser la reducción del consumo energético y de la contaminación los nuevos parámetros para calibrar el éxito de las nuevas políticas económicas? Si somos menos dependientes de la energía que compramos a los especuladores (el precio del barril de Brent se hundió un 48% en 2014 y un 34% en 2015, pero no hemos visto descenso significativos en los precios) de esta manera tendremos menos deuda. El debate está abierto sobre nuestra forma de vivir y sus límites.
El mundo donde se ha movido la izquierda, ese mundo bipolar de mercado nacional, estados fuertes, estructuras estables, clases sociales identificadas, es un mundo que ya no existe. El mundo de ahora, venido de aquel, pero distinto por la revolución de las tecnologías de la información, el capitalismo erigido sobre ellas, ofrece una realidad que reclama el abandono de las esencias fijas. Sabiendo que las nuevas realidades esconden nuevas etiquetas de abusos. Certezas todas indicadoras de una historia con agentes a los que no se les puede sacar del cuadrilátero.
Marco Revelli cree que quienes manejan el dinero y el poder están inquietos, preocupados, que se están desmoronando, que no consiguen sujetar el sistema que se les cae de las manos, que están con la sensación de que todo esto podría caerse en cualquier momento.
Mientras tanto, sus altavoces pregonan la crisis de la esperanza, porque nos están diciendo todo el tiempo que esto es lo que hay, que no hay nada mejor, que lo mejor que nos puede pasar es que no nos pase nada.