Eximiendo a Bradley Manning de los cargos de traidor o de no haber ayudado al enemigo quieren escondernos que le van a castigar a más de cien años por revelar verdades sobre las injusticias y crueldades llevadas a cabo por compatriotas suyos. La cadena perpetua encubierta a la que le condenan asemeja a los decapitados que en la edad media colgaban a la entrada de los pueblos cual avisos a navegantes. Y eso es lo que hacen con Bradley Manning. Exponerle para que atemorice a potenciales gargantas profundas después de condenarle en un juicio farsa en el que no se le permitió explicar las razones por las que obró de la forma que lo hizo.
Pero estos juicios ejemplarizantes de poco le valen al imperio. Edward Snowden, aun conociendo el juicio llevado a cabo contra Bradley Manning, recientemente optó por denunciar al mundo los entresijos que el imperio utiliza para controlarnos. Es cierto que a cambio de estas revelaciones, Edward Snowden deberá seguir el camino del destierro vivir cual refugiado en país extraño, pero a pesar de ello no dudó en avisarnos de los sofisticados sistemas de los que se valen para vigilarnos.
Forzado a recluirse en las diminutas dependencias de la embajada ecuatoriana en Londres, el juicio a Bradley Manning eleva a Julian Assange a la categoría de siguiente pieza a batir para la maquinaria de venganza judicial norteamericana. Los norteamericanos le consideran el origen de todos los problemas y no descansarán hasta mostrarlo como prueba del poder de sus tentáculos para acallar a los que osan decir que el rey está desnudo.
Llegados a este punto quizás debamos preguntarnos qué es lo que lleva a estas personas jóvenes a renunciar a su cómoda existencia para evidenciar las tropelías del imperio. Formados en la cultura y el sentido de la justicia de la era internet, son los nuevos héroes, capaces de llegar a convertirse en mártires con tal de lograr que persista el legítimo derecho a la libertad de información.