Puede que haya un relevo generacional evidente. Mientras que Carlos Taibo es un abuelo del siglo XX, los que asisten este miércoles a la presentación de su último libro, Repensar la anarquía (catarata) y que militan, una buena parte, orgullosamente en la CNT, no llegan si acaso a los 40 años. Un banderolo centista tras la mesa. El continente es tan importante como el contenido. La ecuación que pretendía identificar el anarquismo como institución con la mera anarquía o lo libertario fue siempre inexacta, y hoy parece abismal. Las dos últimas están hoy más fuera que dentro de las organizaciones que se pretenden anarquistas o libertarias. Es la tesis de Carlos Taibo. Su libro pretende ser un mensaje a los militantes anarquistas: los valores libertarios – la democracia directa, autogestión, anticapitalismo – nutren los movimientos más significativos de los últimos tiempos, como para el autor son es el 15M. Así que se trataría de volcar el esfuerzo de los creyentes anarquistas en participar y hacer más y más grandes los espacios de libertad en el espacio exterior lleno de luchas atomizadas sin conexión.
Taibo propone un aggiornamento del anarquismo que ayude a superar sus propios «problemas de ubicación innegablemente graves en la sociedad en la que nos ha tocado malvivir», aunque por otra parte ese mismo anarquismo «se antoja más necesario para encarar las miserias de esta sociedad». De resultas que «la debilidad de las organizaciones identitariamente anarquistas se hace valer al tiempo que se aprecia, sin embargo, el enorme ascendiente, más general del proyecto libertario». ¿Proyecto? lo
El esfuerzo de Taibo por insistir en desterrar dogmas es en sí una elocuente radiografía. Hay más. Sin exponerlo, sugiere una revisión de pilares angostos que quedan al aire. El obrerismo, tabú donde los haya, por ejemplo. Fundamentado en la defensa del trabajo, con su división, su productivismo. Por ejemplo, una reflexión inmediata:
Una persona nacida en 1935 trabajará 95.000 horas en el curso de su vida. Para los nacidos en 1972 se preveía una vida laboral de 40.000 horas, pero se calcula que los contratados en el 2.000 deberán hacerse a la idea de trabajar en torno a las 100.000 horas. (El Sabio, El Mercado y el Guerrero. Franco Berardi, Bifo. Acuarela 2007).
¿Es hora de apostar desde un libertarismo por el no trabajo? No es una cuestión baladí. Por más que el propio anarquismo institucionalizado y gestionador del poder haya obviado las revueltas obreras en los años 30 contra la propia gestión «anarquista» del trabajo. Véase al respecto Los Obreros Contra el Trabajo, de Michael Seidman, pulbicado por la editorial Pepitas. Y aquí el círculo sigue cerrándose sin dejar salida al atolladero de esta cuestión – que el trabajo es alienación – porque Taibo considera, no sin lógica, que el retroceso a condiciones laborales de siglos pasados hace más urgente un sindicalismo combativo.
El día de la marmota
La tesis que Taibo expone no es nueva. A finales de los 90, las movilizaciones anticapitalistas en las cumbres de Seattle o Génova pusieron en solfa una vigencia inusitada de la organización horizontal, un rechazo del estado y del capital y la delegación partidista. Surgen entonces las teorías primitivistas de John Zerzan a quien Taibo cita no sin reconocimiento.
Hay una certeza nada desdeñable en el despliegue argumental de Taibo: frente a la pretendida superioridad de los preceptos y análisis marxistas, con su pléyade de personalismos ideológicos y fácticos, el anarquismo perdió el partido de la historia, pero parece haber ganado la prórroga en las insurgencias cotidianas, aunque desconectas, que se dan hoy en día. Sería discutible si en estas insurgencias cotidianas lo que hay es más bien una comunión política más o menos libertaria que una cercanía a los definidos dogmas anarquistas. Pero algo suena a repetido en este optimismo que recuerda a un milenarismo de baja intensidad. Admitamos que hay infinitamente más libertarios de lo que parece – aunque a ellos ni les parezca que así sea -. Por ejemplo, Las asociaciones de vecinos – con un ruedas y sus palos y sus a menudo derivas mediacionistas – son en no pocas ocasiones el germen de luchas sociales, medioambientales más amplias que cuestionan el estado de cosas desarrollando el asamblearismo. Otro tanto pudiéramos decir de plataformas de consumo coordinadas con sindicatos agrarios incluso de carácter abertzale. ¿Tiene más relevancia definir el carácter oculto o explícitamente libertario de estas u otras organizaciones y experiencias o es más importante, como diría Machado, el camino andado y pendiente de andar por éstas?
«sumar las demandas que llegan del movimiento obrero que resiste – del univero anarcosindicalista – , las que proceden de los movimientos sociales no ciudadanistas y singularmente las que tienen que ver con las mujeres y su postración y explotación, con las generaciones venideras y sus derechos y con muchos de los habitantes de los paises del sur (…) la tarea reclama algo más: una contestación franca de la lógica de los estados y una defensa paralela de la democracia directa, de la asamblea, de la autogestión y de la desmercantilización».
Bien está que Taibo evoque lo que era la protesta cotidiana en la Barcelona del primer tercio del siglo XX. «Huelguistas y parados se negaban a pagar en restaurantes, de grupos de mujeres que protegidas, asaltaban las tiendas o, al amparo de operaciones más delicadas, de atracos a bancos y a quienes transportaban dinero y nóminas. Protestas encaminadas a conseguir rebajas en alquileres o precios de los alimentos». Cabe sopesar si el capitalismo ha entrado en su día de la marmota también
Decrecer, desurbanizar, destecnologizar, descomplejizar
Estos son los verbos que a entender de Taibo conjuga el pensamiento libertario. En las presentaciones que va haciendo de de su libro añade otro: despatriarcalizar. Son la gran parte de todos ellos un desdesarrollar: nuestros espacios vitales y mentales. Por ahí, en barrios, en conubarciones, en torno a Molochs nucleares y del cemento o de cualuer otra mortecina manera de «dar empleo», en defensa del campo arado por nuestros antepasados y los bosques, en torno a eso y la imaginación qué sabe qué coincideremos los liberatrios que se saben, se sospechan, los que no lo saben ni lo sospecharán, y que maldita la falta que hace. Salud