
David Antón Guijarro es un prodigio del ajedrez español. Sería insuficientemente escueto quedarnos aquí. Hace apenas un año alcanzó los 2703 puntos de Elo en el ranking mundial, la misma puntuación que hoy ha alcanzado el prodigio ruso Andrey Esipenko situándose en el ranking 38 del mundo. Precisamente porque el talento ruso colidera el potentísimo torneo de Tata Steel tras 10 rondas y David Antón ocupa el antepenúltimo lugar, han surgido los leñadores para hacer del joven español de 25 años un árbol caído antes de crecer. Los leñadores tienen más malas noticias, por si las que precedieron no fueran suficientes.
David Antón Guijarro obtuvo posiciones más que optimas en partidas con astros muy superiores como el indiscutible campeón Magnus Carlsen, el polaco Duda, Vachier Lagrave, quinto del mundo y el joven killer del torneo Andrey Esipenko.
A los habituales y a los advenedizos leñadores poco les importa que este torneo de Tata Steel, llamado el exigente Roland Garros del ajedrez, haya demostrado la caída de muchos mitos. En primer lugar, los jóvenes talentos – Esipenko, de 18 años, Firouzja, de 17, Van Foreest de 21 – y Antón junto a ellos hayan conseguido igualar en casi todas sus partidas a los grandes mamuts del ajedrez – Carlsen, Duda, Vachier Lagrave, Caruana.
Todo ello, inclusive la actuación de Antón Guijarro, hace un lugar más bello del ajedrez.
Queda claro a raíz de las partidas que el joven Antón Guijarro trató exquisitamente la apertura contra rivales que tienen todo un equipo de apoyo y una espectacular preparación. Falló en el final del medio juego, es cierto.
A pesar de la hojarasca del debate, esta viene de viento contrario. En teoría la cuestión versa sobre si un puesto bajo en una clasificación de 14 maestros de élite es o no un fracaso deportivo para el campeón de España de ajedrez.
Las críticas más simples se iniciaron en el meritorio portal de chess24.com en español. Ese cuchillero ímpetu por el juicio final de algunos usuarios de chess24 proviene de la costumbre sembrada y practicada por ciertos encumbrados comentaristas de ajedrez habituados a los titulares sensacionales para legos de grandes diarios venidos a menos.
El recurso a la irrupción de «genios» por generación espontánea, «éxitos fulgurantes», «fracasos estrepitosos» ha contaminado la crónica deportiva de espuriedad. Y no es extraño que hayan sido, en el caso del ajedrez, los portales en internet especializados donde se vea un periodismo sereno, profundo – curiosamente mejor ejercido por ajedrecistas ajenos a la formación periodística –.
A falta de unas rondas para que termine el torneo Tata Steel, el ajedrez de David Antón Guijarro en modo alguno puede ser catalogado como un fracaso. El fracaso deportivo es algo más complejo y destructivo. El “niño” Antón seguirá creciendo como jugador hasta colarse en la élite de los 20 mejores jugadores del ajedrez. Pese a los leñadores y a los encumbrados opinadores.