El juez Acayro ha sido absuelto por el Tribunal Supremo de la condena que le impuso el Tribunal Superior de Justicia de Cantabria. Luis Acayro pasó de ser el juez que persiguió la mayor trama de corrupción en un municipio, el cántabro de Castro – mayor que toda la Gürtel-, a ser el objeto de una persecución que le llevó rocambolescamente a ser juzgado por revelación de datos en una tramitación informativa al Consejo Judicial. Su condena, ya analizada en profundidad en Hincapié, supuso un verdadero escándalo. Ahora, el Tribunal Supremo viene a demoler la propia sentencia: el juez Acayro fue juzgado por algo que ni siquiera era delito.¿Puede pasar eso en un país donde la separación de poderes y la preserva de garantías procesales son los pivotes de todos los demás derechos? Este caso demuestra que si. La restitución de Luis Acayro Sánchez Lázaro es una buena noticia. Pero paradógicamente al mismo tiempo resulta nefasta: cómo puede un tribunal de rango superior señalar que un juez honesto vio sus derechos violados no solo al darse trámite a una denuncia contra él – la de un promotor condenado – sino también durante la vista del juicio y ya no digamos en la sentencia. El tribunal que así procedió – con la salvedad de un voto particular -, y con su presidente al frente, sigue exactamente con las mismas atribuciones. Así de este modo, la noticia es que un juez, y nada menos que un juez honesto, se ha librado de la quema inquisitorial del propio sistema judicial español. Y no es poca la paradoja, porque como vengo destacando para mi absoluta sorpresa, Luis Acayro Sánchez cree en el sistema.
El dicho dice que no hay mayor ciego que el no quiere ver. Hace falta dilucidar quién no quiere ver lo que a todas luces vislumbra y retruena desde el estamento judicial español. La población haría bien en pensar un brexit a un sistema en cuya punta de su iceberg se consolidan aconteceres como el sufrido por el juez Acayro. Afortunadamente, y lo digo sin tanta convicción empírica como deseo ético, el calentamiento global colapsante del propio sistema hace que las placas del iceberg judicial se fundan cada cierto tiempo. Y con ellas se caigan a veces las argamasas heladoras de su pétrea injusticia. Las consecuencias de esta demoledora sentencia parecen inciertas. Un pais se obstina en discutir si debe formar gobierno el partido popular, vinculado este directamente al presidente del Tribunal Superior que condenó a Luis Acayro. Así están los tiempos. Consolidándose para unos, desmoronándose para otros. La noticia es que a un juez honesto no han conseguido desmoronarle. En los siguientes capítulos diremos quienes y cómo lo intentaron. De momento, el calvario organizado contra un juez honesto por fin ha cesado.