La generación de Emmett Grogan decidió no esperar más. Las calles de las urbes norteamericanas estaban aquel verano de 1967 plagadas de jóvenes como él a los que la heroína y otras drogas y la propia cultura de masas aún no habían amortajado. No se dejaron distraer por ningún arcángel democrático; ningún sueño que no