Como si la ciudad tuviera poco con su tísico cuerpo, a esa hora de la temprana tarde, la bruma parece una gabardina roída en el cuerpo de un joven anciano. Agustín observa con innata paciencia, con la avidez del pícaro o la curiosidad bulímica del médico, este espectáculo. Es Agustín ese joven anciano envuelto en