
Tu libro, el último antes del último pues este está por hacer, es una gema. He dicho ya antes que es una crónica latinoamericana contemporánea. Y esta es una de las pocas certezas por la que discurro en este oficio. Discernir cuando en este caso una crónica cobra relieve, y se puede escuchar su latido tenue y el color terroso de su piel acariciada por metáforas malva y sucesos narrados con una aguja doblada de tanto empeño. Y el viaje, Ramón, sobre todo el viaje, a la oscuridad impermeable de la niñez, ahí en el recuerdo como un exilio de isla de ultramar. He leído, desde hace 25 años, tus crónicas en el periódico con el que también colaboraba. Eran tiempos en los que en ese periódico se podía leer a corresponsales como tú y colaborar, con orgullo y muy solvente retribución. Vinieron enseguida los tiempos en que no fue posible ni lo uno ni lo otro. Y hoy, cuando me echo a los ojos los ejemplares del fin de semana, las tripas me rugen de hambre; hay muy buenos corresponsales, pero faltan miradas, y están ausentes las edades,, consideradas una vetustez antimoderna. Por eso fue una fogosa novedad saber que un programa de radio y un gran periodista y comunicador, Javier del Pino – qué estuve haciendo toda la tarde y noche del 11-S de 2001: escuchar a este corresponsal entonces en Washington – vertebraba contigo un espacio que es lo mejor del periodismo radiofónico en España en este momento. Lleva tu apellido la sección. He sentido un refulgir onírico. De pronto, el Ramón cincuentón que un auto desprestigiado diario desechaba, ahora en sus 60 volvía a brillar los oídos de los oyentes con historias, crónicas, de multitud de lugares y personas del planeta. Ni había ni hay ninguna fuente oficial. Fue un rescate. Nos rescataste a los que éramos náufragos perdidos de muy antaño y exiliados firmes de la radio, del periodismo en la radio.
Todos esos programas desde 2018 están para la posteridad en ese arcano prodigioso que es el podcast digital. Hasta el de hoy, 25 de junio de 2023, donde has comunicado con un humor llevadero, a lo Ramón…. Gómez de la Serna, que los dos cánceres de los que llevas meses tratándote, están atacándote con más ímpetu que nunca. La vida, al margen de las sombras platónicas que provocan su desvarío, es la búsqueda de la experiencia confirmada, has venido a decir. Has vivido las más horrorosas guerras de los últimos treinta años. Has visto tantas veces todos los rostros de la muerte: la laceración de la vida, la tala siniestra de la niñez y la juventud a causa de los proyectiles y los morteros, y de las ideas y las nefastas estructuras de poder y destrucción. Y tú, también eres finito, dices. No jodas, Ramón Lobo Leyder, y alárgate mucho más. En octubre necesitamos seguir oyéndote.