Es posible que una persona muera infinitas veces. O dicho desde el otro lado de la historia: ¿puede que a una persona se la mate repetidas veces tras su muerte? El olvido conjurado crea una confederación de cómplices silencios homicidas. El poeta y escritor Reinaldo Arenas tiene una larga lista de asesinos que sepultan su recuerdo y su inconmensurable obra. En el canon de los púlpitos literarios no figura Arenas como autor latinoamericano de referencia. Se debe a una causa: fue un sincero opositor, y encarnecida víctima, del régimen que se llamó revolucionario en Cuba. Intentó suicidarse varias veces en un momento en que la Seguridad del Estado cubano había puesto cerco a todos los de su condición: maricones escritores o poetas, pequeñoburgueses de refinado manierismo humanista, “diversionistas” o heterodoxos. En resumidas cuentas: la revolución del sueño escondía la crisálida de una moral aún más asfixiante. Es verdad, es la gran verdad, que Reinaldo Arenas y otros de igual talento, herederos de la brillantez resplandeciente de Lezama Lima, fueron sepultados por la retromoral de la añeja vanguardia revolucionaria. De una generación quizá de cien poetas, escritores, ensayistas, músicos, pensadores, pintores, Cuba, su estado revolucionario solo permitió abrir a los cubanos y al mundo la obra de apenas tres artistas, uno en cada género artístico, en cincuenta años. El resto ha sido pasto de las fauces de aquella revolución.
Esas ejecuciones toman una forma repetitiva y exacta en nuestros días. De Reinaldo Arenas apenas hay ediciones de sus libros en las librerías de toda América Latina y España. Del resto de autores de su generación – Carlos Victoria, Guillermo Rosales, Juan Abreu, Carlos Franqui, Virgilio Piñera, Lydia Cabrera o incluso la recién fallecida Fina García Marruz –ni siquiera ediciones agotadas hace lustros. Es, sin duda uno de los pocos éxitos de la revolución cubana.
Reinaldo Arenas merece ser reconocido como uno de los grandes escritores y poetas del siglo XX americano. Pero aviesamente está excluido del boom latinoamericano pese a que su opera prima reconocida en la Cuba post revolucionaria, Celestino antes del alba, lo pudiera situar a la altura de García Márquez, Vargas Llosa o Cortázar.
Ninguno de estos autores ha sido capaz de armar una autobiografía con un poderío mágico semejante a Antes que anochezca. La intelectualidad conservadora considera esta obra maestra un aluvión pornográfico homosexual. La intelectualidad de izquierdas, un retrato reaccionario de la Cuba postrevolucionaria. Y no es ninguna de ambas cosas sino muchas más en una misma obra: una novela erótica superior al Decamerón de Boccaccio; una crónica oral de la magia onírica de la Cuba atemporal, campesina y urbana; un detallado informe literario del autoritarismo estalinista que desde el principio tomó la Cuba de Castro y su nomenklatura; un dietario de las muertes, ejecuciones, de las persecuciones, los trabajos forzados, las prisiones que sufrieron los disidentes, los homosexuales, los apáticos, los creadores; una elegía del goce y la sufrida vitalidad con las alas alzadas y batientes de Walt Whitman.
¿Por qué la obra de Reinaldo Arenas goza de un sórdido ostracismo? ¿Es el canon un insano artilugio urdido en púlpitos corrompidos? ¿Puede la obra de un autor torturado, encarcelado, prohibido, por el régimen en Cuba estar en la cumbre de la literatura por méritos propios? ¿puede ser la obra de ese autor un canto, roto y lánguido, de coral iridiscente y esperanzado, a la libertad no administrada de la vida? ¿Es Reinaldo Arenas un poeta inmensurablemente breve, con sus 47 años de vida, como infinito? ¿No hay en los renglones celestes de su obra una revolución que se vive, aunque sea cortándose la lengua y rompiéndose la boca? ¿Por qué un hombre que siempre dijo lo que pensaba y que pensaba lo que escribió no es reconocido por ese mérito fecundo que en nosotros se enciende al leerlo? ¿Por qué todas estas injusticias y hogueras bajo la policiaca apariencia del discurso siguen separando a cada cual en filas como entrando en una prisión: presos comunes y políticos? ¿Por qué Reinaldo Arenas sigue sin ser publicado en Cuba? ¿Por qué no lo será?
¿Por qué la critica literaria de los periódicos liberales ha tenido una ruda y silenciosa impostura semejante a la de la prensa ultra minoritaria y revistas literarias de la izquierda más refinadamente estalinista? ¿Existe la más mínima posibilidad del carbono 14 que pueda demostrar que Reinaldo Arenas y toda su generación aniquilada fueron, son y serán propagandistas del abyecto capitalismo?
La paradoja, con su sobredosis de sangre desparramada y crimen oficial, es que Reinaldo Arenas, exiliado y aún menos desconocido entonces que ahora, como dejó en una de sus líneas, murió libre, mientras que a Cuba aún le queda esa tarea, probablemente revolucionaria, de alcanzar tal estado. Y nuestra revolución pendiente será de editar y recuperar a los autores de la generación de Arenas. Sobre todo para no quedar en el estático diván de la comodidad retórica y ponernos a la altura de un hombre que fue coherente y sincero a partes iguales, y que ojalá haya revolución que contribuya a que tal principio rija la vida de las personas.