
Las luces del alba escondían la ignonimia. Maurice fue arrestado al alba del 11 de junio de 1957 en su piso de Argel. Lo detuvieron paracaidistas franceses. Al mando estaba el general de brigada Jacques Massu, jefe de la batalla de Argel, y su entusiasta secuaz Pierre Aussaresses, jefe de la inteligencia francesa en Argelia. El piso de Maurice se había convertido en un improvisado hospital donde, junto al joven doctor Georges Hadjadj, se atendía a necesitados y, en numerosas ocasiones a heridos de bala. Los paracaidistas creían saber a quién buscaban: al activista Maurice Audin, de veinticinco años. A un joven argelino, simpatizante del partido comunista argelino y de la causa de liberación. Habían obtenido su nombre un día antes, en el interrogatorio y tortura al que sometieron durante tres días a su compañero de piso Hadjadj. Hadjad dio el nombre de Maurice cuando los militares franceses le dijeron que su esposa podría ser llevada al edificio para tomar su lugar en la mesa de tortura.
Maurice Audin fue interrogado en un edificio de siete pisos a medio terminar en el suburbio de El Biar, utilizado por los «paracas» como «centro de clasificación». Al día siguiente de su arresto, un conocido suyo, Alleg, también detenido, pudo verle amarrado a una mesa. De su boca solo salieron unas lángidas palabras para advertirle de lo duro que sería el interrogatorio. Alleg se convertiría de este modo en la última persona en ver vivo a Audin.
Los detalles de la muerte de Audin no están claros. Hay una contumaz oscuridad en la claridad de los hechos. Según sus torturadores, Audin planeó una «huída». Alleg recuerda que el oficial al mando de la prisión, André Charbonnier, le comentó que iba a ser trasladado en automóvil junto con Audin y Hadjadj. Más tarde escuchó a Charbonnier dar órdenes para que Maurice fuera separado. Entonces escuchó ráfagas de disparos.
Estas son las certezas. La desaparición de Maurice se suma a la de otros 400.000 argelinos muertos en la última guerra contra la Francia colonial. Tampoco es una certeza. Hay quien triplica el número de argelinos muertos: más de millón y medio de argelinos muertos y cerca de 30.000 franceses
Según una versión, Maurice fue ahorcado por Charbonnier en un momento de furia durante el interrogatorio. Otra posibilidad es que fuera ejecutado por error en lugar de Alleg. Maurice había nacido en Túnez. Era hijo de un gendarme. Su familia se mudó a Toulouse para volver a emigrar de ahí a Argelia. En el momento de su desaparición, tenía 25 años, daba conferencias en la Universidad de Argel y terminaba su tesis doctoral. Era miembro del Partido Comunista de Argelia. Cuando el gobierno francés lo ilegalizó dos años antes, Maurice comenzó a colaborar en secreto con el Frente Nacional de Liberación argelino.
La sociedad bienpensante francesa supo del uso de la tortura en Argelia un año despues de la muerte de Maurice. Sería cuando se publicara bajo el título La Question el relato del interrogatorio que sufrió su amigo y compañero de martirio Henri Alleg a manos los soldados franceses: descargas eléctricas, ahogamientos, cortes en los tendones, quemaduras…
Sesenta y un años, tres meses y diez días. Un alba punzante y calurosa en París precede en unas horas al discurso del presidente de Francia, Emmanuel Macron. Maurice Audin, afirma, fue «torturado, luego ejecutado o torturado hasta la muerte». De repente, tras décadas, los gritos se abren paso en las ruinas de lo que fueron los centros de detención. Este septiembre ha hecho caer los cientos de septiembres precedentes de órdenes,y contra órdenes entre los palacios ministeriales, los cuarteles militares y las comisarías. Macron reconoce la urdimbre de un sistema de detención masiva encaminado a hacer desaparecer personas. Serían, según el presidente, otras tres mil como Maurice. Este septiembre ha hecho de lápida oficial para todos ellos.
Reconocida por el presidente la causa de la muerte de Maurice, ¿Cual es la causa de la causa? Una respuesta burocrática al uso es la concesión de «poderes especiales» al gobierno en 1956 para que este entregara «carta blanca» en Argelia al ejército y la policía. Cada acto de terror, ejercido sobre una persona o sobre millones, tenía pues la paradoja de estar amparado por medidas legales y constitucionales.
Esta historia de oscuridades, sótanos y cuerpos aparecidos al alba en cunetas es la de Argelia. Pero sobre todo la de gente como Jesette. Tras quedarse viuda y con dos hijos con la muerte de Maurice, presentó una denuncia por la desaparición de su marido. Luego otra. Sesenta y un años, tres meses y diez días. Una tras otra. Decenas de gobiernos, diez presidentes de la república. Chirac llegó a reconocer el papel del Estado francés en la deportación de 75.000 judíos bajo el régimen de Vichy y la ocupación nazi. También reconoció las masacres francesas en Sétif y Guelma en 1945. Hollande iría un poco más lejos: reconoció que Maurice Audin murió estando detenido.

El estado de emergencia invocado en 1958 en Argelia que permitió la tortura a gran escala ha sido decretado en Francia varias veces desde entonces. El mismo Hollande lo aplicó tras los ataques jihadistas en París a finales de 2015. Fue aplicado seis veces más, hasta ser levantado por Macron en 2017.
Josette Audin ha visto muchas albas desde aquel 11 de junio de 1957. Todas no son iguales, aunque llevan la misma ausencia. La primera liberación del pueblo argelino parece ser liberarse del yugo de su propio dolor. Macron ha pedido un perdón de funcionario de Estado. Se ha comprometido a abrir los archivos administrativos de esos «años sombríos» en Argelia. Allí están catalogadas las órdenes y hazañas en favor de la unidad del imperio de tenebrosos oficiales como Jacques Massu, Pierre Aussaresses o André Charbonnier. Puede que de las ramas de este día vuelen como pájaros miles de preguntas los millares de desaparecidos en Argelia.
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