Sue Hubbell se retiró a los bosques salvajes de Misuri, en Estados Unidos, a vivir con las abejas, los veteranos de la guerra y los singulares lugareños de las montañas Ozarks. No era un retiro bucólico ni un dulce sueño romántico; vivir a tantos miles de pies de altura no es fácil. Simplemente trató de vivir con y del bosque. Las decenas de miles de abejas que constituyeron sus colmenas la ayudaron para conseguirlo. Estas y toda la amplia gama de habitantes de los bosques contribuyeron a algo más: a dar, mediante la observación, respuesta a algunas preguntas sobre la existencia. Y así fue como, se forjó a la par como apicultora y por momentos en retiro, a la par miembro de una red de peculiares comunidades y por momentos una meditativa monje en su cabaña de madera. El relato de su experiencia, publicado por Errata naturae con traducción de Miguel Ros González y Regina López Muñoz. Es al mismo tiempo una vívida y serena crónica de una valerosa mujer, arquetipo de las pioneras que levantaron la nación norteamericana. Pero al mismo tiempo es un viaje a la Ítaca de nuestras vidas. En un mundo como el nuestro y el de Sue Hubbell, ¿es posible vivir desde uno mismo? ¿lo es relacionándonos con cierta armonía con todo lo que nos rodea? Sue Hebbell se fue al bosque en busca de respuestas.
Las montañas Ozarks son casi una metáfora. La vida de Sue Hubbell lo era al quedarse sola en estas tierras. Acababa de separarse de su marido y su hijo hacia tiempo que había abandonado el nido. Así pues, una mujer sola en mitad de un entorno salvaje que vino aquí huyendo del agobio vital de una urbe como Boston. Y la cabaña en este paisaje de adusta belleza de la que la pareja se enamoró al instante, fue el alma que Sue cuidó para alimentar y cobijar su nueva vida. Todo estaba por descubrir, empezando por el modo de ganarse la vida. Y es aquí donde llega el meollo de la cuestión: cómo es eso de ganarse la vida. Sue Hubbell se aventuró a hacerlo convirtiéndose en amateur apicultora. Pronto las abejas comenzarían a enseñarla mucho más de la vida de lo que hasta entonces sabía. Al mismo tiempo la curiosa comunidad que conforman los habitantes dispersos de las montañas, le llevaría a comprender que las pequeñas ayudas comunitarias, las recibidas y las ofrecidas, le ayudarían a salir adelante en una economía, la rural en plena montaña, necesitada constantemente de apoyo mutuo. Alguien le ayuda arreglándole la furgoneta a cambio de miel; en otra ocasión se da un arreglo diferente. Es lo que los habitantes de las Ozarks han aprendido realmente de los lobos, los pájaros, los zorros, las abejas. Todos ellos aplican para sobrevivir en el hábitat rutinas de apoyo mutuo. Los habitantes de las Ozarks puede que no lo reconozcan. Sue Hubbell reconoció ser parte de la amplia gama de seres que componían su nueva comunidad. El mito del americano hecho a sí mismo y el mantra de la competencia social se desvanece como el rocío en las horas del medio día junto al prado de la cabaña de Sue Hubbell.
Como este 2017 es el año de la celebración de Thoreau, la experiencia de Sue Hubbell puede parecer cercana. Desde luego que Hubbell llega a no pocas de sus asombrosos descubrimientos, utilizando el método thoreauniano de la observación casi meditativa.Su actitud de no juzgar a nadie a cambio de recibir equitativamente el mismo trato, principio que de una u otra manera y progresivamente aceptan sus vecinos, hace de Hubell una superadora revolucionaria de los clichés ideológicos que siempre catalogan a «los otros». Los veteranos de la guerra que gestionan un gran camping cercano a Sue son sus vecinos: aún cntando con una visión casi opuesta de los principios políticos, ninguno puede obviar que comparten algo que necesitan preservar, que no es más que un modo de ser y de vivir en una cierta libertad natural. Y es inmenso este valor ético, vital, compartido. Paradógico. Y amenazado: por un partidismo de poder que separa a las personas en partisanos de fe o en competidores para la mera y mísera subsistencia.
Sue Hubbell abre las hojas del arbol de su experiencia en un bosque en el que puede que estemos todos de un modo u otro, consciente o inconscientemente.