El horizonte rugoso y desenfocado de Bahrein choca con el mar a todas horas. Esta isla en el golfo que los árabes llaman arábigo y los occidentales pérsico puede tener poco interés para estos últimos. Salvo por los avatares deportivos y el petróleo que blanquean la imagen de este país tan extenso como la isla española de Mallorca. Bahrein le gana obsesivamente terreno al mar mientras en la arena de su tiempo cotidiano se vierte la sangre de anónimos opositores – poetas, editores, científicos, maestros, mujeres o jóvenes que soñaron con una primavera en 2011 -. Bahrein le gana al mar lo que regresa al pasado. La monarquía de los Al Jalifa, como las de las cercanas arábigas, cementa un régimen medieval con segregación étnica donde los chiis y los trabajadores exclavos asíaticos se llevan la peor parte, y sus cárceles revientan como un melón podrido al sol marcial. Bahrein es uno de los punteros productores de petróleo
Emilio Sánchez Mediavilla era un expatriado, es decir, uno de esos extranjeros caídos en Bahrein por motivo de trabajo, no el de él, sino el de su pareja, Carla. Los expatriados formaban inconscientemente una especie de corresponsales en el hotel Continental en aquel Saigón en guerra. Los expatriados en Bahrein viven en el distrito para occidentales o norteamericanos – Los USA gozan en Bahrein de una base militar – con garitos o salones de té donde con una clandestinidad solo permitida para ellos podían hacerse con cerveza o whisky, o carne de cerdo.
Encapsulado en esa falsa libertad vivencial, en esa dacha privilegiada en Adliya, Emilio Sánchez Mediavilla rompe la monotonía aparente, la suya de expatriado y del país que le rodea. Primero por curiosidad, consecuencia del instinto. Emilio es editor – libros del K.O. – y periodista. Intuye que ese silencio crudo y anodino, ese espejismo pacífico en el que occidente hace negocios honorables con esta monarquía medieval arábiga, esconde un ruido sordo para quien quiera escuchar. Y Emilio se pone a buscar todos esos ruidos hasta completar el complejo puzzle de un país que grita con la garganta rasgada, las manos rotas y el cuerpo malherido.
El horizonte rugoso choca contra el mar. Mohamed cuenta a Emilio que los terrenos ganados al mar son un adelanto, pues, cuando acabe el petróleo, «Bahrein necesitará de recursos propios». Todos esos terrenos usurpados al mar de Bahrein son a los ojos de Emilio Sánchez Mediavilla gigantescas islas vacías, llenas de edificios moribundos y esqueléticos, ruinosa evidencia de la bancarrota de miles de compradores, fruto de operaciones especulativas para enriquecer a la familia real y sus aliados. Para el místico sufí Mohamed, progubernamental, este cementerio impostado en el horizonte desenfocado le parece los recursos del país. A algo parecido en la España de Emilio Sánchez Mediavilla se le llama crecimiento económico.
Los occidentales, sobre todo los bienpensantes, tienen con los regímenes sangrientos de todo Oriente un cinismo secular – «mejor un dictador que el desorden imperialista norteamericano» -. Es el espejo convexo de la condescencia igualmente cínica a los sanguinarios regímenes del Golfo que tiene Occidente. Emilio escribe: «Desayuné con M. en Manama. Me dijo que a su hermano lo habían expulsado de la Universidad. Poco después, su primo fue condenado a muerte y ejecutado». La crónica de Emilio Sánchez Mediavilla está recogida en el libro Una dacha en el Golfo, premio Anagrama de crónica. El pulso que Emilio toma desploma la equidistancia. Da voz a los perseguidos y huídos que han conseguido huir – la mayoría se emsombrece en las cárceles míseras de la isla -. Se encuentra con los jóvenes que vieron a sus hermanos morir en la represión al intento de primaverizar el país en 2011. Mientras Occidente continúa haciendo negocios con la corrupta y sanquinaria monarquía de Bahrein y necesita de su petróleo, por las páginas de este libro se cuela el imperativo moral de la mirada del cronista.
Una imagen vale más que mil crímenes: las pantallas de televisión recuerdan al rey emérito de España abrazarse con el fallecido rey saudí cuyo despótico régimen apoya a la monarquía de Bahrein en la represión de la disidencia. El libro de Emilio Sánchez Mediavilla restituye la voz de los silenciados, que es el mejor ejercicio que el periodismo puede hacer para poner a los criminales, y a sus cínicos observantes, frente al estrado de la verdad.