Es difícil adivinar el mecanismo instantáneo del gobierno español, la hematíes moral que nutre sus actos. En la tarde del 24 de marzo el argelino Mohamed Benhalima supo que su destino podría ser una dolorosa muerte. Benhalima es un militar argelino que viene denunciando corruptelas y abusos de la Junta Militar que gobierna su país en diferentes vídeos publicados en el canal Youtube. En 2019 participó en el movimiento civil Hirak que exige un régimen de libertades en Argelia. Ese mismo año, solicitó asilo en España. Amnistía Internacional y el ACNUR respaldaron su solicitud ante el gobierno español. Mientras Mohamed se encontraba en España con un permiso turístico la justicia argelina le condenaba a 10 años de prisión por la emisión de los vídeos. Detenido sin acusación en un Centro de Internamiento de Extranjeros en Valencia, Mohamed volvió a solicitar asilo. El ministerio de Interior rechazó su solicitud. En la noche del 24 de marzo, la crisis entre el gobierno español y el argelino a causa del acuerdo del presidente Sánchez con Marruecos sobre el Sáhara, pudo rebajarse con un simple y certero gesto. Mohamed fue amordazado, metido en un avión y entregado a la policía en el aeropuerto de Argel.
¿qué fuerza moral impulsa al gobierno a semejante gesto con la Junta militar argelina? ¿es un descaro de siniestro oportunismo? ¿O se trata de la alegría desvergonzada del salvaje que pone la mano bajo un piojo comestible? ¿Qué temple moral y físico es preciso adquirir para sentirse orgulloso de ese precioso regalo con el que ahora cuentas los impacientes militares argelinos?
¿En la medianía de qué burócrata instructor descansa el peso muerto de esta deportación con mordaza? ¿puede el estado de derecho ser subvertido por su propio garante y administrador? ¿Pretende el gobierno informar que es su intención catalogar en España como delito colgar denuncias de corrupción en Youtube? Si el delito del que se le acusa a un ciudadano extranjero en su país no está tipificado como tal en España, ¿el gobierno progresista de España inclinaría el dedo hacia abajo? No es creíble que desconozcan ni el gobierno que ya calla ni el presidente que lo ha decidido, que en Europa no se entrega a acusados de delitos que no lo son en esos países, pues ahí están los líderes catalanes gozando de sus libertades sin poder ser extraditados a España.
El futuro para Mohamed Benhalima es ya pasado; el pasado abrupto de un país que ha visto con cárceles y exilios cercenado un nuevo intento de acercar su país a un régimen de mínimas libertades. Lo paradójico de este anhelo es que quizá muchos argelinos sueñen con un régimen parecido al de España y su separación de poderes. En la ilusión cabalga firme el desvanecimiento de la esperanza. Ni al gobierno ni al presidente de España les acecha el gusanillo de en qué cárcel puede estar siendo interrogado Mohamed Benhalima. Sí, en cambio, que el régimen argelino no endurezca las condiciones del suministro de gas a España. Una libra de carne por otra de preciado líquido.
Sin saberlo, el joven Mohamed, con su endeble presencia y el insignificante valor de ciudadano paria, ha causado un pliego en el noble felpudo de la pompa política en España, por el que escapa la espuria realpòlitik.