El 24 de enero de 2021 fue un buen día para el arte en el mundo. Mientras quedaban copos de nieve en ese pequeño poblado holandés de Wijk aan Zee, corría esa tarde un aire punzante. El joven ajedrecista Andrey Esipenko, de 18 años, bailaba como un Peter Pan sobre las cuerdas quebradas del mejor ajedrecista de todos los tiempos, Magnus Carlsen.
El campeón mundial escribió los más tristes versos esa misma tarde en Twitter: “Me he sentido como si me hubieran metido un hisopo por la fosa nasal atravesando todo el cerebro”. El de Wijk aan Zee es el torneo más exigente de ajedrez.
Todavía el reinado de Magnus Carlsen como mayor genio y campeón de la historia del ajedrez no está en cuestión. Solo si miramos en la lontananza. En este torneo de Wijk aan Zee, el joven iraní exiliado en Francia, Alireza Fioruzja, de 17 años, lidera el torneo emulando el estilo del joven Kasparov a su misma edad. Al joven Jorgen Van Foreest, a medio punto junto a Esipenko, le apodaban el Spassky holandés del siglo XXI.
Este torneo de élite de ajedrez está alumbrando figuras que los potentados críticos de ajedrez no habían previsto. En algún caso confundiendo espuriamente su gusto estético y espectacular con el talento ajeno. El joven Esipenko, con su conceptual, estética, táctica y estratégica victoria sobre el mayor talento del ajedrez ha puesto en evidencia el fatuo juicio de algún periodista engrandecido.
Andrey Esipenko no ha demostrado nada que el porvenir estuviera adviertiendo a quienes estuvieran atentos. La suya puede ser la crónica de un alumbramiento ya anunciado. Ha vencido a maestros inmensos como Grischuk, Kariajkin, Gelfand, o Shirov. Hace solo tres años que es gran maestro de ajedrez. Campeón de Europa a los 12 años y doble campeón europeo y mundial a los 16. Con 17 años fue el entrenador y analista de Kirill Alekseenko en la lucha en el torneo de candidatos. El año pasado estuvo a un suspiro de ganar el más fuerte torneo abierto de Europa que se celebra en Gibraltar. Este año disputará El Ciudad de León. El verano pasado obtuvo la medalla de oro en la olimpiada de ajedrez como miembro del equipo ruso.
No es casualidad que Andrey Esipenko venga de las lejanías de todo. Nació en Novocherkask, en el lejano suroeste ruso. Tan lejos de los cenáculos de Moscú o San Petersburgo donde los jóvenes talentos tienen más oportunidades y apoyos, el joven Andrey se apoyó en su familia y un entrenador, Dimitri Kryakvin, que tuvo una fe perenne en su talento.
Este joven risueño que el veintidós de marzo cumplirá 19 años está llamando a las puertas del cielo del ajedrez. Como niño prodigio crecido con el desarrollo de los módulos, el ajedrez de Esipenko se parece y no se parece al de otros geniales jugadores de la historia. La victoria sobre el campeón mundial Magnus Carlsen atestigua una geométrica y armónica suma de estilos, posicional, táctico, profiláctico. Recuerda a Fischer, a Karpov, a Smyslov, pero yo veo latigazos fulgurosos del joven Carlsen.
Pregunté hace unos meses a tres grandísimos maestros de ajedrez en el portal chess24.com sobre el futuro de Andrey Esipenko cuando periodistas y establecedores de modas se fijaban en otros jóvenes. Boris Gelfand, subcampeón del mundo en 2012, me dijo que veía posible que en poco tiempo Esipenko entrara en el olimpo de los 10 mejores jugadores del mundo e incluso pudiera ascender a la cumbre. De igual opinión era Serguéi Kariakin, subcampeón del mundo en 2016. El octacampeón de Rusia Peter Svidler, fue más comedido destacando el “gran gran talento” del joven.
Termine como termine Andrey Esipenko en el torneo Tata Steel que se celebra en la fría localidad holandesa de Wijk aan Zee, el gélido y raudo viento que azota sus inmensas playas toca con sus nudillos trasparentes las ventanas del ajedrez en el mundo. Es un viento joven, un cometa en el firmamento mágico de las 64 casillas.