“Muchos lectores de tabloides considerarán mi trabajo como socialmente inútil, y en cierto sentido, es cierto”. David Graeber fue un antropólogo incómodo. Su audacia intelectual traspasó los dogmas contemporáneos. “Debemos acabar con nuestra obsesión por el trabajo», concluía en su último libro Trabajos de mierda. Una teoría (Ariel, 2018). «El capitalismo no es sinónimo de eficiencia” decía en Deuda: Una historia alternativa de la economía (Ariel, 2014) desmontando el mito de que “no siempre tienes que pagar tus deudas”. Profesor en la London School of Economics, se definía como anarquista. Graeber pretendía cambiar el sentido común político. Después de leer sus libros, uno ya no piensa lo mismo.
David Graeber murió el 2 de septiembre, a la edad de 59 años. Hijo de los tiempos libertarios, creció en un edificio autogestionado que albergaba una imprenta offset en Nueva York. Su padre fue conductor de ambulancia en la Barcelona autogestionada de 1936. Allí vio con sus propios ojos cómo los obreros dirigían las fábricas.
David heredó las ideas de su padre. Y estas germinaron de nuevo en los años sesenta entre la bohemia radical, artistas de la generación beat y radicales de toda ralea que frecuentaban el edificio donde vivía Graeber.
Considerado antropólogo, nunca ha dejado de volcar esas ideas recibidas y vividas. «Escribo de tal manera que la gente pueda leer sin necesariamente haber completado cinco años de educación superior, es una forma de compromiso”, dijo.
En Nueva York en 2011, lanzó con algunos amigos, anarquistas como él, el movimiento Occupy Wall Street, y encontró con ellos el famoso lema «Somos el 99%”.