12 de abril de 2004
Trabajo en la Novaya Gazeta y he publicado unas imágenes sacadas de un vídeo filmado en marzo de 2000 por un soldado en Chechenia que de algún modo ha llegado a mis manos.
El vídeo muestra a unos rebeldes que se han rendido. El asalto al pueblo de Komsomolksoie entre febrero y marzo de 2000 fue – después de la toma de Grozni durante el invierno de 1999-2000 – la segunda mayor operación de la segunda guerra chechena. En aquellos momentos, mientras se retiraba de Grozni, el comandante Ruslán Gelaev condujo a más de 1.500 hombres a su pueblo natal de Komsomolksoie.
Comenzó entonces un asedio en el que se utilizó todo tipo de armamento militar que condujo a la muerte de la mayoría de los habitantes civiles de la localidad. Cuando Komsomolksoie quedó prácticamente destruído, Gelaev y algunos de sus hombres lograron escapar del cerco de forma milagrosa a través del cordón de asedio. A los que quedaron se les prometió una amnistía con la condición de que se rindieran. Según anunció el alto mando en marzo de 2000, el gobierno federal se avino a conceder 72 amnistías.
Fueron «amnistiados» para deternerlos inmediatamente. Desde entonces, solo las familias de tres de ellos conocen su paradero. El resto no regresó. El vídeo muestra a esos amnistiados siendo sacados de unos transportes de prisiones y metidos en unos trenes de mercancías en la estación chechena de Chervlenaya. El traslado fue registrado por oficiales de la Unidad de Operaciones Especiales del Ministerio de Justicia ruso.
El vídeo es como un documental sobre un campo de concentración fascista. Así es pecisamente como se comportan los guardias: con los fusiles preparados, alineados en lo alto de un montículo a cuyo pie se halla la vía de tren y los vagones que los esperan. Los soldados apuntan con sus armas a los prisioneros, que van siendo arrojados a los vehículos. Entre ellos, vemos dos mujeres. Van vestidas, y, a diferencia de los hombres,no han sido golpeadas. Son apartadas inmediatamente.
El resto,de hombres y niños (uno de ellos no tiene más de 15 o 16 años), son lanzados desde los camiones o bajan por su propio pie. Están todos en muy mal estado físico. Algunos son arrastrados por sus compañeros. Todos están heridos. A alguno le falta una pierna; a otro un brazo. Uno lleva la oreja colgando, medio cortada. Se oye a unos soldados que gritan: «Mira, a ese no le han arrancado la oreja como es debido». Muchos están completamente desnudos y caminan cubiertos de sangre. Sus ropas y su calzado son descargados de otros vehículos, aparte. Los hombres están claramente exhaustos. Algunos no entienden las órdenes que les dan y van dando tumbos. Otros parecen haber perdido el juicio.
En el vídeo, los soldados los golpean rutinariamente, de un modo casi automático, como si lo hicieran por costumbre: No se ven médicos por ninguna parte. A los más fuertes les ordenan que saquen de los camiones los cuerpos de los que han muerto durante el traslado y los dejen a un lado. Al final del video, junto al andén, se ve una pila de cadáveres de rebeldes amnistiados.
Los federales no los tocan físicamente, solo con el cañón de sus rifles o con la punta de sus botas. Está claro que sienten asco. Utilizan las botas para dar la vuelta a los cadáveres y contemplar sus rostros. Parece que lo hagan por curiosidad. Nadie toma nota de nada. Nadie apunta las muertes. No hay documentos que reunir. Al final se oye una discusión entre los federales acompañada de risas: «Dicen que había setenta y dos, pero ahora tenemos setenta y cuatro. Bueno, no hay que preocuparse, así tenemos un par de recambio».
¿qué pasó cuando se publicaron las fotos de nuestro Abu Ghraib particular? Nada. Nadie movió un dedo, ni la opinión pública ni los medios ni la oficina del fiscal. Muchos periodistas extranjeros me pideron prestado el vídeo, y en Polonia apareció la noticia con el titular: «El Abu Ghraib ruso». En Rusia se guardó silencio.
Lo que ocurre en Ingushetia refleja lo que sucede en Moscú. Tras la reelección de Putin se ha producido una purga completa de todas las fuentes informativas, que a su vez es una prolongación de la purga ocurrida en el terreno político. En estos momentos, todos los que no quieren saber no necesitan saber. La mayoría prefiere no saber.
9 de Mayo de 2004
Ahmed-Hadji Kadirov, el hombre de confianza de Putin en Chechenia, ha sido asesinado. Había asistido a la toma de posesión de Putin y ayer regresó a Chechenia sin haber disimulado su disgusto por el lugar que el entorno del presidente le habia reservado. Ocupó el segundo salón en lugar de estar entre las filas de los invitados más distinguidos, y lo interpretó como un distanciamiento del primer ciudadano hacia él.
Tenía buenos motivos para estar nervioso. Putin era su única esperanza para mantenerse en el poder y sobrevivir. Kadirov había supervisado el proceso de «chechenización» del conflicto en su república, el inicio de una guerra civil entre chechenos, donde el Kremlin apoya a «los buenos» que están del lado de Putin y Kadirov y lucha contra «los que no están de nuestro lado» y deben ser exterminados. Kadirov ha sido asesinado mientras presidía el desfile del Día de la Victoria del Pueblo, en el estadio Dínamo de Grozni. El artefacto explosivo estab adherido a los soportes de sostenían la tribuna.
Circulan persistentes rumores de que a Kadirov lo hicieron saltar por los aires «los nuestros». (…). Y ¿quiénes son «los nuestros» en este contexto? Pues agentes del Servicio Federal de Operaciones Especiales que trabajan en Chechenia. Sicarios del Estado. Soldados de la Dirección de Inteligencia Militar, GRU; el Centro de Misiones especiales del FSB y subsecciones secretas del mismo FSB encargadas de llevar a cabo misiones especialemnte delicadas, lo cual quiere decir asesinatos.
27 de Julio de 2004
Igor Sechin, la éminence grise del Kremlin, vicedirector de la administración presidencial, ha sido nombrado presidente del consejo de administración de la compañía petrolera estatal Rofsneft. Sechin supervisó personalmente el desmantelamiento y liquidación de Yukos, así como el arresto de Jodorkovski. Su nombramiento como responsable de Rofsneft, que se ha quedado con los activos más apetecibles de Yukos, demuestra que el Kremnlin acabó con dicho conglomerado para beneficiarse directamente. Su ideología necesita de la formación de una «economía estatal» dirigida supuestamente en nombre del pueblo. En realidad, se trata de una economía burocratizada cuyos oligarcas principales son los funcionarios del gobierno. (…) Para poder mantener esos supermonopolios que son Rofsneft y Grazprom, se han levantado enormes conglomerados financieros como Vneshtorgbank, que están siendo ampliados y conquistan nuevos territorios con la ayuda de la administración presidencial.
Estos supermonopolios están controlados por antiguos policías que actualmente se han convertido en oligarcas. Putin solo se fía de estos chekistas porque cree que el origen común que comparten de haber empezado en los servicios de inteligencia hace que comporendan lo que es mejor para el país.
12 de Diciembre de 2004
La pregunta es ¿puede llegar a existir en estos momentos una oposición democrática extraparlamentaria? Si se consolidase, ¿podría salir a flote en una sociedad corrupta donde solo pueden recaudar fondos de patrocinadores los que se ponen del lado del gobierno? Y en cualquier caso, ¿quién los patrocinaría? Solo los oligarcas; pero teniendo en cuenta que se ha abierto la veda de caza al oligarca, no hay candidatos aparte de Berezovski. Cualquier vinculación financiera con él haría que los votantes huyeran despavoridos en la dirección opuesta.
¿Estoy asustada?
Con frecuencia la gente me dice que soy pesimista, que no tengo fe en la fuerza del pueblo ruso, que me muestro obsesiva en mi oposicón a Putin, y que no veo más allá.
Lo veo todo, y ese es el problema. Veo tanto lo que está bien como lo que está mal. Veo que a la gente le gustaría que su vida cambiara para mejor, pero que es incapaz de poner los medios para que eso ocurra, y que para huir de esa verdad se concentra en lo positivo y hace como si lo negativo no existiera.
(…) en 2016 muchos de mi generación puede que ya no estén, pero nuestros hijos seguirán viviendo, igual que nuestros nietos.¿De verdad no nos importa la clase de vida que van a tener o incluso si es que van a tener alguna? La previsión más pesimista dice que la población será de 128,7 millones de habitantes. Millones de pobres, incapaces de procurarse una privatizada atención médica, morirán. Los jóvenes seguirán muriendo a montones en el ejército. En las guerras y fuera de ellas, todos los que no están «de nuestro lado» seguirán siendo abatidos a tiros o enviados a la cárcel para que se pudran allí.
A nuestras autoridades lo único que les importa es llenarse los bolsillos. Eso es, literalmente, lo único que les interesa.
Anna
La periodista Anna Stepánovna Politkóvskaya murió asesinada el siete de octubre de 2006 en Moscú. Un año después de vaticinar que solo el silencio ayuda al miedo establecido. Había sido detenida y amenazada anteriormente. Su firmeza, conjugada con una ingobernable valentía como reportera, no convirtieron a Anna en una heroína, sino en una cronista simplemente decente. Dos personajes de Kafka, carceleros, hablan. «¿Conoce el prisionero su sentencia?» «No, ya la conocerá en carne propia». Anna Stepánovna denunció desde el principio la cárcel en la que se había convertido Rusia tras la toma de su control por la nomenklatura cercana a Putin. Su diario fue publicado en castellano por la editorial Debate. Es una crónica total, sin tibieza alguna, de alguien que se mantiene firme en ser fiel testigo de una época tan opaca como rendida al cinismo. Anna Stepánovna se niega a cruzarse de brazos. Pretende también desblozar los de un pueblo resignado a vivir postrado tras zares, dirigentes o cleptócratas. Anna es un personaje cualquiera de la aterradora y soberbia novela de Víctor Serge, El Caso Tulayev. Solo que a ella el terror no la paraliza, aunque la zarandee. Con dos hijos pequeños a su cargo, ni siquiera su mayor vulnerabilidad pudo ser atacada por un poder sin igual en capacidad destructiva.
El Estado de sitio que describe con minuciosidad Anna Stepánovna no aparece de la nada. Rusia tiene toda una tradición de siglos a cuestas de estado policial. El advenimiento del capitalismo salvaje con su ética cleptómana solo favoreció que surgiera un viejo nuevo estado, a diferencia de los demás bañado en una descomunal orgía de beneficios. La riqueza nacional de la que nunca disfrutó el pueblo ruso, iba a estar ahora en manos de unos pocos con acceso al casino. Parte de la vieja nomenklatura y una nueva clase arribista consiguieron hacerse con las acciones a precio barato de las principales riquezas del país. Todo adoptó un aspecto de mascarada ultraliberal. Solo que había, sobrevivió: las vigas de un estado policial sin igual como potencia mundial.
Plebeyos y cortesanos se acompasaron a los nuevos tiempos. Escribanos y pensadores eligieron. Anna Stepánovna no tomó más que la dirección que ya mantenía.
«El 1 de septiembre se habrá comprobado que el movimiento democrático se encuentra en estado catatónico. No habrá ningún frente unido, ni en la relaidad ni en las elecciones al Parlamento de Chechenia, en noviembre, ni en las elecciones a la Duma de Moscú en diciembre; como tampoco lo habrá en las parlamentarias de 2007. (…) La intelectualidad rusa no tiene un solo foro desde donde ejercer la más mínima influencia en el gobierno del Estado».
Los presagios son las olas en las que se mece el vacilante barco ruso. El capitán salido de las entrañas grasientas de la sala de máquinas se ha hecho con el puente de mando. Los subalternos abarrotan la cubierta de primera. Solo las voces esteparias vomo las de anna se pierden en camarotes aislados.
«Todos los que están intentando hacer algo que merezca la pena en Rusia se están escorando a la izquierda. (…) La marcha de Rusia hacia la izquierda es un hecho consumado que descarta cualquier Revolución Naranja rusa. En Rusia no habrá una flamante ruptura con naranajas, tulipanes ni rosas. Nuestra revolución, si es que llega a producirse, será roja porque los comunistas son la fuerza más democrática del país, y porque será sangrienta. La Revolución Naranja de Ucrania unió durante un tiempo a nuestros demócratas y liberales, pero al final acabó por dividuirlos aún más. En su lugar y como la mala hierba, ha aparecido el movimienrto «democrático» apadrinado por la administración presidencial, Nashi».
Los crímenes en Chechenia
Apenas hay noticias de Chechenia en la prensa internacional. Basta, sin embargo ir a la crónicas de Politkóvskaya escritas en 2003. Cerca de un millón de soldados rusos de todas las edades desfilaron por la pequeña república. Anna recogió el testimonio de las víctimas de las continuas atrocidades militares rusas y de los paramilitares chechenos. Describió con aguda nitidez cómo Moscú, y en concreto el hombre al mando, Valdimir Putin, encontró en el pueblo checheno,el chivo expiatorio al que cargar el peso de las desgracias reales que padecen los rusos. ¿Cuántos criminales venidos de las diferentes guerras en Chechenia se pasean hoy por la calle? se preguntaba. Desde entonces, los crímenes se suceden bajo el manto encubridor de la «guerra contra el terrorismo».
Las voces que como Politkóvskaya osaron alzar la voz, corrieron su misma suerte. Ocasional asesinato «de mafias» en plena calle. Los oficiales que se atrevieron a denunciar que los servicios de inteligencia estaban detrás de atentados terroristas que justificaron la invasión de Chechenia, como Alexander Litvinenko, corrieron, incluso a miles de kilómetros de Moscú, igual suerte.
Occidente considera a Putin «nuestro hombre en Rusia y en el Caúcaso». A pesar de que países como Inglaterra son el escenario de vendettas a oligarcas o disidentes, los ingentes activos financieros que se extraen de Rusia diariamente a la City londinenese desde donde se lavan a todo el mundo, moderan la respuesta occidental. Junto a esto, la izquierda europea ve en el expansionismo ruso un contrafuerte al imperialismo norteamericano. Las razones para el escepticismo de Politkóvskaya siguen igual de vigentes. Y las razones para el periodismo de ella aún más necesarias.