
Ciudad de la obsolescencia caviar,
Roma del deshaucio,
Ardelona resplandece en sus trémulas noches.
De donde las balas extirpan ojos a manifestantes,
Donde las leyes fraudulentas de la oferta y demanda, que aniquilan barrios y ánimas
encendieron
Los ánímos de la plebe que alzó a su
Agripina popular, Cleopatra del extrarradio mental.
Ahora la alcaldesa envida
con la lógica mercantil:
esgrime el fetiche del ahorro
para cerrar un espacio
de okupantes otrora buscados en elogiosos y melosos mensajes.
Mas los cuervos ingenuos
Los desarrapados
Los exiliados mentales de la carcelonia capital,
Alzan sus antorchas contra
Las secas y espinadas palabras de la Agripina condal;
Contra los espinos, las porras y las balas.
Con edictos de socorro a los dioses de la propaganda,
La alcaldesa pide a los vecinos que medien
Ante la insurgencia de los antaño apaciguados.
No hay medio que mediarse pueda en Carcelonia:
Agripina mejor que nadie lo sabe:
Pide prudencia a las huestes de su orden;
Nada sería más trágico que un desordenado cúmulo
De desarrapados muertos, tuertos o mutilados.
El cambio: Carcelonia es ahora Ardelonia.
Fiscales, próceres y bienpensantes de la gestión
Acusan al anterior Cesar de
Ceder ante el arrendatario del local ahora suprimido;
Qué otro designio vertía el ayuntamiento a
Empresas, prendedores y otros vendedores.
Oh fatuo designio el de los dioses
condales
