El brexit británico está envuelto en una neblina ácida más propia de la city de comienzos de siglo XX. Los argumentos en favor y en contra son serializados sin descanso por la prensa del stablishment, es decir, toda la prensa. Frente a los discursos más huecos y coyunturales, en realidad solo de habla de una cosa: mercantilismo. La situación tiene su punto desternillante. La propia democracia británica se ha visto los pies de barro. Un gobierno, el de James Cameron, cayó sin remedio tras creer que iba a ganar de calle el referendum que convocó con sórdida prepotencia. Desde aquella batalla de Trafalgar pero a la inversa, el stablishment ha revuelto campiñas y ciudadelas para revocar la decisión tomada en aquel legítimo referéndum.
En esta disparatada comedia, la frontera aduanera que pudiera tener Gran Bretaña en un posible brexit se situaría en su frontera con Irlanda, es decir en el Ulster. El apoyo con que cuenta la primera ministra May puede dar una situación de comedia. Los hasta ahora abstemios miembros del Sinn Féin pueden irrumpir en la Cámara de los Comunes, previa promesa de lealtad a la Reina por imperativo legal, y con ello inclinar la balanza de una votación.
El Sinn Féin tiene oficinas en Westminster. Se dedica más bien a hacer lobby por los intereses norirlandeses. Evita la cámara, ahorrándose jurar lealtad a su graciosa majestad, aunque con ello renuncie a su salario parlamentario.
El Partido Unionista Democrático, DUP, apoya al gobierno minoritario de Theresa May. Se juega bastante en el bréxit. No quiere bajo ninguna circunstancia que se «respalde» la frontera irlandesa pues eso llevaria a que Irlanda del Norte pueda ser tratada de manera diferente a la del resto del Reino Unido, y convertirse ante la Unión Europea como la Republica de Irlanda. Los diez votos de la DUP poco ayudaron a May, que perdió su última votación en Westmister por 230 votos, la mayor derrota de un gobierno en la historia electoral británica. Pero, en cambio, la moción de censura que urdió la izquierda contra Mla primera ministra fracasó gracias al apoyo de esos 10 votos unionistas.
Ese apoyo unionista también es mercantil. Después de la moción de confianza, Nigel Dodds, líder del grupo DUP en Westminster, agradeció a la primer ministro la graciosa “inversión” de 1.000 millones de libras.
La mayoría de las personas en Irlanda del Norte votaron a favor de permanecer en la UE. Una aduana en Irlanda del Norte podría restaurar los controles y patrullas tan habituales en otros años. May amenaza con esa posibilidad.Por otro lado, la emrrgente burguesía unionista no están tan próxima a la UDP. Popietarios de pequeñas empresas y comercios, son proclives a que Irlanda del Norte siga siendo parte del Reino Unido, pero preferirían para su vida cotidiana una Irlanda unida frente a un Brexit duro propuesto por la DUP.
O bien la frontera permanece sin cambios y el respaldo irá en aumento en contra de los intereses de la DUP. En ese caso el Sinn Féin puede reclamar victoria y que pone a los votantes del norte de Irlanda primero. Por contra, puede que el Reino Unido se desplome y la DUP se arriesge a la ruptura por a ser flexible. En ese caso, nuevamente, el Sinn Féin reiniciará su por una Irlanda reunificada.
Es cierto que la DUP goza de sostener el poder. Pero como Hamlet, les reduce a la más absoluta impotencia. Su misión para los consevadores británicos es mantener lejos al rojo Corbyn. Quienes tiene n las de ganar con cualquier brexit, pude ser el Sinn Fein.