Nadie sonríe. Ninguno de los miembros de esta familia tiene motivo alguno para sonreir. Huyeron de los más atroces crímenes del gobierno de Birmania y las milicias. Pertenecen a la etnia rohinyá. Vagaron durante cientos de kilómetros tras ser bombardeadas sus casas por el ejército. Cruzaron la frontera hasta quedar sin pretección alguna en un