¿El arte político puede ser víctima de la corrección política progresista? El Instituto George Washington de San Francisco pretende eliminar 13 murales que en 1936 fueron encargados al artista Victor Arnautoff. Ante el encargo para honrar a Washington, Arnautoff adoptó una actitud nada condescendiente. En algunos de los murales mostraba al padre de la independencia norteamericana como esclavista; en otros como instigador de las primeras guerras de exterminio indio. El pasado 25 de junio, la Junta escolar aprobó por unanimidad borrar las trece pinturas de Arnautoff que decoran las paredes del Instituto George Washington.
La junta escolar de San Francisco considera que los murales de Arnautoff “glorifican la esclavitud, el genocidio, la colonización, la supremacía blanca, la opresión, etc…”. En cambio para Lope Yap Jr, vicepresidente de la asociación de antiguos alumnos de la escuela, «el contenido y la calidad del arte no tienen precio. Todos los días los maestros y los bibliotecarios los usan como punto de enseñanza. No importa a dónde vaya, no importa con quién me encuentre, el 85 por ciento de las personas está a favor de conservar los murales”. Yap recuerda que los murales sirvieron como «recordatorios de lo que fue, lo que es y lo que nunca debería volver a suceder. Qué mejor lugar para tener este tipo de discusiones mientras un estudiante está pasando por su proceso educativo».
Pero la decisión está tomada. Parece obvio que los murales de Arnautoff, basados en la tradición del realismo soviético, tienen una evidente carga de denuncia. La denuncia que contra ellos hace ahora la escuela parece desatinada. Si sus imágenes “traumatizan a los estudiantes y a los miembros de la comunidad afroamericana”, la decisión de la Junta y la de muchos liberales a favor, va dirigida a inquirir doblemente si el artista debe o no «molestar» con su obra y si el olvido es la terapia políticamente correcta de afrontar la esclavitud, el genocidio, la desigualdad o las guerras.
Planteada en estos términos, la cuestión se abre clara al modo del nepotismo ilustrado del siglo XVII: la censura por el bien de los buenos sentimientos del pueblo y sus colectivos. Es precisamente en el bando demócrata y la intelectualidad liberal donde más apoyos concita la decisión del comité escolar de San Francisco. ¿Le quedan los días contados al Guernica, de Pablo Picasso, o al el Tres de mayo, de Francisco de Goya?