El país está como en una siesta de olvido, haciendo de su pesadilla el alimento nocturno de su tiempo, repitiendo su pasado de café negro amarguísimo. El país tiene la lengua cortada y lleva en sus manos su cuerpo chico con una bala en su costado. El país no quiere recordar a su poeta más grande, al poeta que tenía los mismos ojos agrietados que ahora toda la nación sollozante, resignada y silente. No quiere escuchar el país su grito. Por eso el Perú recuerda a César Vallejo poco y mutilado.
Santiago de Chuco, Perú. El río baja por los cerros pelados lleno de un naranja temible. Los cerros copados por la minería, ese protagonista histórico, que hurga tirano en el alma del Perú y también estas tierras donde nació César Vallejo.
Para quien admire al poeta César Vallejo, la visita al poblado donde nació y la ciudad donde formó parte de la pobre bohemia, puede ser un sorprendente viaje al abismo. Sse publica a César Vallejo? ¿Qué se publica de César Vallejo? ¿sus poemas más aparentemente visuales o sus textos políticos? La casa donde nació es ahora un centro de homenaje al poeta. Más no. Un televisor que emite culebrones domina una de las salas. Ni rastro de las obras del poeta más comprometidas. Ni una mención en los paneles y textos explicativos del Perú ante el que l joven poeta se puso en pie de grito interior. Ninguna mención al Vallejo que se unió al Partido Socialista del Perú – y al comunista en España –.
¿Por qué esa mutilación del poeta y quiénes la han urdido? El periodista John Gibler se encontró en 2019 obligado a resolver este enigma por casualidad. Solo tenía la intención de hacer un homenaje a su poeta de referencia moral y política. Quería visitar los lugares del poeta, hablar con las gentes que hay habitan. Y se encontró envuelto en un misterio detectivesco para desentrañar la historia del asesinato simbólico del gran poeta. Ese diario es La Tierra de Vallejo. Un diario de viaje publicado por pepitas de calabaza.
El Perú que ve con los ojos nubosos y el que siente con el estómago vacío Vallejo es un país que sangra a borbotones. Tísico de escupir en el tajo desde el alba hasta el crepúsculo en las minas, en las plantaciones, en el altiplano. La explotación del tuétano humano con tal fin no más de la plusvalía ajena.
Un país que huye de las balaceras salidas de los fusiles oficiales y del orden. Que tirita de hambre. Cuando Gibler visita Trujillo y luego Santiago de Chuco, el hambre ha cambiado de envergadura. Pervive una levadura del olvido forzoso. La minería, los señores que controlan las entrañas y la riqueza intestinal del país son los que han mantenido la casa donde nació César Vallejo.
Gibler discute, pregunta, indaga. Solo al final, descubre. Los mismos personajes que en tiempos de Vallejo están presentes en estas tierras haciendo la Historia. Y el paroxismo: son ellos los que acaban eligiéndose en su albacea.
En la investigación criminal que emprende, Gibler vuelve sobre sus pasos. Nuestro detective es el autor del primer reportaje informe sobre los 43 estudiantes de Ayotzinapa ejecutados por el Estado mexicano la noche del 26 al 27 de septiembre de 2014, en Iguala. Aún están desaparecidos. Un tribunal ha hecho responsable a altos mandatarios del Estado, la policía y el ejército mexicanos. Pero todo perdura. Y ese todo es la impunidad del orden. Gliber en este libro nos descubre, a través de algunos de los poemas más luminosos y políticos de Vallejo, quiénes y el qué están detrás de esta segunda o tercera o cuarta muerte del revolucionario poeta. Los que ahora enarbolan oficialmente su figura. Pasen y vean. Y contemplen la sangre.
¿Es esta una historia latinoamericana? Sí. Esta historia es también la de su contra espejo: la lava eruptante, jerárquica, calculadora, de terror latifundista, de una vanguardia revolucionaria dispuesta solo a vencer, a base de convertirse en un Estado con todas sus espinas y venenos. Esa vanguardia despreció a Vallejo, y al comparar su dogmatismo con la del poeta este queda realzado. Es decir, hay una revolución pendiente en el Perú. Esta es una conclusión mía, de lectora obtusa.
Para acercarnos al olvido terroso en el Perú, la revista Granta en español dedica su número 23 de primavera de 2023 a los escritores del Perú. José Carlos Agüero escribe acerca del recuerdo de su padre, militante de Sendero Luminoso:
El aire es la promesa de una inspiración más una exhalación, una cadena que es una ruta. Pero ya no hay diferencia entre respirar hoy y respirar en el futuro, en veinte, treinta años. Todo es aire gastado, el mismo aire tragando por los mismos pulmones secos, repitiéndose. Soy un recipiente vacío.
¿Vive el Perú una guerra contra el indígena que habita las lejanas sierras desde Lima, donde los pitucos de la capital llaman serranos de mierda, terrucos de mierda a los indígenas? Lurgio Gavilán escribe en el mismo número de Granta.
Si uno camina por la Hoyada, cerca del cuartel Los Cabitos en la ciudad de Ayacucho, Perú, se topará con un muro de cemento, un horno que servía para cremar a terrucos. Los cuerpos fueron reducidos a humo, y polvo.
Como país sudamericano, Perú tampoco quiere saber de sus desaparecidos. No sus desaparecidos de años anteriores. Tampoco los más recientes. Los dieciocho muertos por el ejército en Juliaca, en la región de Puno, el 10 de enero de 2023. Tampoco de los 10 muertos en Ayacucho, en la Sierra central. Desde la destitución del presidente Pedro Castillo, 46 campesinos y manifestantes ha muerto en las manifestaciones habidas por todo el país. La violencia del Estado aplacando las protestas es inusitada. Tanques y aviones militares mantienen un endeble orden que no es sino un silencio de púas de alambre.
¿Desde cuándo esa violencia? Antes de César Vallejo.
HUACO
Yo soy el coraquenque ciego
que mira por la lente de una llaga,
y que atado está al Globo,
como a un huaco estupendo que girara.
Yo soy el llama, a quien tan sólo alcanza
la necedad hostil a trasquilar
volutas de clarín,
volutas de clarín brillantes de asco
y bronceadas de un viejo yaraví.
Soy el pichón de cóndor desplumado
por latino arcabuz;
y a flor de humanidad floto en los Andes,
como un perenne Lázaro de luz.
Yo soy la gracia incaica que se roe
en áureos coricanchas bautizados
de fosfatos de error y de cicuta.
A veces en mis piedras se encabritan
los nervios rotos de un extinto puma.
Un fermento de Sol;
levadura de sombra y corazón!
LOS DESGRACIADOS
Ya va a venir el día; da
cuerda a tu brazo, búscate debajo
del colchón, vuelve a pararte
en tu cabeza, para andar derecho.
Ya va a venir el día, ponte el saco.
Ya va a venir el día; ten
fuerte en la mano a tu intestino grande, reflexiona,
antes de meditar, pues es horrible
cuando le cae a uno la desgracia
y se le cae a uno a fondo el diente.
Necesitas comer, pero, me digo,
no tengas pena, que no es de pobres
la pena, el sollozar junto a su tumba;
remiéndale, recuerda,
confía en tu hilo blanco, fuma, pasa lista
a tu cadena y guárdala detrás de tu retrato.
Ya va a venir el día, ponte el alma.
Ya va a venir el día; pasan,
han abierto en el hotel un ojo,
azotándolo, dándole con un espejo tuyo…
¿Tiemblas? Es el estado remoto de la frente
y la nación reciente del estómago.
Roncan aún… ¡Qué universo se lleva este ronquido!
¡Cómo quedan tus poros, enjuiciándolo!
¡Con cuántos doses ¡ay! estás tan solo!
Ya va a venir el día, ponte el sueño.
Ya va a venir el día, repito
por el órgano oral de tu silencio
y urge tomar la izquierda con el hambre
y tomar la derecha con la sed; de todos modos,
abstente de ser pobre con los ricos,
atiza
tu frío, porque en él se integra mi calor, amada víctima.
Ya va a venir el día, ponte el cuerpo.
Ya va a venir el día;
la mañana, la mar, el meteoro, van
en pos de tu cansancio, con banderas,
y, por tu orgullo clásico, las hienas
cuentan sus pasos al compás del asno,
la panadera piensa en ti,
el carnicero piensa en ti, palpando
el hacha en que están presos
el acero y el hierro y el metal; jamás olvides
que durante la misa no hay amigos.
Ya va a venir el día, ponte el sol.
Ya viene el día; dobla
el aliento, triplica
tu bondad rencorosa
y da codos al miedo, nexo y énfasis,
pues tú, como se observa en tu entrepierna y siendo
el malo ¡ay! inmortal,
has soñado esta noche que vivías
de nada y morías de todo…