Bajo la tórrida apariencia, la mirada de Carlos Manuel Álvarez Rodríguez. A Cuba se la puede mirar desde la Historia, desde los espejismos
de los «grandes acontecimientos», las proclamas y oficialidades. Y a Cuba se la puede mirar cara a cara, oyendo cara a cara a los anodinos
protagonistas que huyen, que regresan, que hurgan en el día a día de la isla. La norma da el alto y la espontaneidad la esquiva por calles alternativas. La mirada de Carlos Manuel Alvarez Rodríguez. Este cronista nacido fuera del tiempo, o al comienzo del final del tiempo de las consignas, en 1989, saca los colores vivos, desgarrados, esperanzadores a veces, heroicos, de un retablo cubano que a pesar de poder pasar mágico o inexplicable, es lo más cercano a la verdad de Cuba. El compendio de crónicas está recogido en La Tribu. Retratos de Cuba, editado por Sexto Piso.
«Compremos la sinonimia que el poder nos ha vendido», escribe Carlos Manuel Álvarez Rodríguez.»Fidel es la revolución. Fidel es la patria. Fidel es la nación. Miremos sus fotos de los sesenta: temerario, frondoso. Miremos sus fotos de los setenta: feroz, impulsivo, incluso exorbitante. Miremos las fotos de los ochenta: severo, compacto. Miremos sus fotos de los noventa: redundante, terco, fatigoso. Miremos su fotos de los dos mil: parlanchín, decrépito, desencajado. Hay en su recorrido físico la edad espiritual de un pueblo». Las sinonimias las decretan los académicos del lenguaje que son los druidas del poder. Así que si hay una Cuba oficial desencajada o encajada en el féretro de Fidel. La que busca y encuentra Carlos Manuel Álvarez Rodríguez es la que siempre estuvo encajándose, de brazos y piernas, de día y de noche. Desde Rafel Alcides, a quien Carlos Manuel Álvarez Rodríguez llama el «contrapeso de Cuba», hasta funcionarios traficantes, huidores al continente, merodeadores en el mayor basurero de La Habana, noctámbulos y travestis del malecón. No son pueblo, sino hojas diarias de la realidad. No son Historia sino la crónica de la vida a jirones, maltrecha, flotante con lo poco, pero que exhala una sonrisa. La vida en Cuba no se mide por cantidades, heredado el racionamiento que pasa de generación en generación. En Cuba el peso de todas las cosas tiene otras medidas.
Las crónicas de Carlos Manuel Álvarez Rodríguez que componen La tribu. Retratos de Cuba están en la mayor altura de la crónica latinoamericana.Si todas y cada una de estas 16 crónicas son un gran cerro, las dedicadas a la Cuba post Castro sean la fotocopia sin color más parecida a un poder en luto y un país que sigue flotando en un mar de reflejos. Sigue habiendo una revolución en Cuba, aunque no se llame así ni pretenda ir a ningún sitio como la que triunfó en 1959. Si aquella salió al mundo, esta se queda en casa, a lo sumo saliendo a no más de dos calles más allá. Si aquella se quedó en el inconsciente de la humanidad, esta se contenta con la vívida conversación en mercados,guaguas o cafés.
Los occidentales de ambos hemisferios se hacen la misma y estereotipada pregunta: hacia dónde va Cuba? Las crónicas de Carlos Manuel Alvarez Rodríguez responden al revés mostrando el camino que cada 24 hoeras hace sobre sí misma Cuba. La gran Historia yace en un panteón.