A pesar de las crecientes sospechas, escándalos y evidencias, el negocio del tour de Francia no ha cesado de sprintar en los últimos años. En 2011, obtuvo 32,5 millones de euros de beneficios después de impuestos, con una cifra de negocio de 157 millones. Desde 2005, su tasa de crecimiento no ha bajado del 20%. La velocidad del dinero es más rauda que la de las dos ruedas. El periodista Pierre Ballester, en su reciente libro, Fin de Cycle (Editions La Martinière), desvela, además del dopaje del exigente mundo ciclo business, también su corrupción organizada. Algo o falla o ayuda a explicar cómo rueda el negocio. ¿Cómo fue posible que en nueve años, con rigurosos análisis antidopaje, no diera Lance Amstrong nunca positivo? Le Canard Enchainé (3/7/12) se hace eco de las revelaciones de Ballester: un médico deportivo del US Postal era, a la vez miembro del equipo controlador antidopaje; algunos laboratorios encargados de analizar muestras tenían intereses comerciales en el negocio francés de las dos ruedas.
Como asegura Ballester, más de dos tercios de los directores de equipos ciclistas han sido condenados por dopaje. Dos de los casos fragantes: Vinokourov, al frente del Pristina e Ivan Basso con Liquigas. ¿Está el dopaje al margen del deporte o es la hemoglobina que hace fluir el beneficio comercial. El caso Puerto, con su sentencia pendiente, muestra las carreteras alienantes por las que discurre el deporte espectacular. Un ejemplo de este espectáculo: El presidente de honor de la Unión Internacional Ciclista, HeinVerbruggen, que en su día dijo de Amstrong que «no ha dopado jamás, jamás, jamás!», dirige la Olympic Broadcasting Services, gestora de los derechos de retransmisión de los Juegos Olímpicos, que en las ediciones de Vancouver y Londres han generado 4.000 millones de dólares al Comité Olímpico Internacional.