«La política es demasiado importante para dejarla en manos de los políticos. Si dejas la política en manos de otros y dejas que la hagan otros, al final te roban tus derechos, te roban la democracia y te roban la cartera». Esta frase es de un político profesional. Aunque la hizo cuando apenas había comenzado su carrera política. Su nombre es Pablo Iglesias. Lidera en España el partido Podemos. La frase puede ser el diagnóstico de la política en España y más en concreto de la izquierda que enarbola la retórica de la transformación social.
La frase de Pablo Iglesias pertenece a un libro de entrevistas a 50 «referentes» de la izquierda peninsular realizadas por el joven milenial Gregori Marugán y publicado por la editorial Txalaparta. href=»https://txalaparta.eus/es/libros/tomar-partido-conversaciones-con-la-izquierda»>El libro Tomar Partido es un documento aleccionador. Un caleidoscopio que permite apreciar los clichés de la vieja izquierda extraparlamentaria y la nueva izquierda parlamentaria que se definen transformadoras. Entre ambas izquierdas y el extremo faccioso hay más nexos de los que a simple y corta vista pudiera parecer. Esclarecedora es la entrevista que Gregori Marugán hace a Jorge Vestrynge. Vestrynge se define fascista. Asesor de Podemos y mentor de varios de sus líderes, Vestrynge alaba que Podemos hable sin complejos «de España», recuperando un patriotismo de izquierdas que en Europa ha quedado a merced de las extremas derechas. ¿Qué es hoy la izquierda en España?
Gregori Marugán pregunta a casi todos sus entrevistados por el fenómeno Podemos en España y su ocupación «hegemónica» en lo que se define como izquierda. Casi todos, en el momento en que fueron entrevistados, mantenían fe y escepticismo a partes iguales respecto a un Podemos muy variopinto entre sus bases y con constantes virajes al centro político de clase media de su dirección. Falta en el libro de Marugán formular la pregunta acerca de la visión progresista de la nueva izquierda – hacer una tercera industrialización verde, incentivar la economía de mercado regulado, subir salarios y aumentar la producción, etc. – en una sociedad donde el progreso deteriora cada vez más las condiciones de vida física y vivencial del común de la gente.
Donde sí se aborda esta cuestión es en el opúsculo reeditado en 2016 por el colectivo Cul de sac, «15-M. Obedecer bajo la forma de la rebelión, editado por Ediciones El Salmón.Escrito en los meses posteriores al 15-M español, este libro advierte ya en las plazas
Que la indignación que allí se expresa es más bien la defensa de los privilegios, no el de la revolución contra el orden que los produce. El 15M suponía a sus ojos la alineación de una parte de la población, hasta ahora sólo desencantada, para la defensa por otros medios del orden establecido. Se advertían en estas páginas que aquella indignación daría paso a un gran partido especie de socialdemocracia 2.0 que no tendría más pretensión que la «de mantener las condiciones de una vida insostenible al módico precio de olvidar la opresión pasada, justificar la presente y preparar la futura».
«La rueda de molino del «proceso constituyente» ha devastado con su jerga el campo de lo discutible, convirtiéndose para muchos en la única alternativa posible. Ni votar con ilusión ni adoptar aquel «patriotismo de los de abajo» ha sido suficiente para modificar siquiera superficialmente algunos de los peores rasgos de nuestro modo de vida. Los límites a su desarrollo siguen sin plantearse abiertamente, entretenidos como estamos en un bochornoso juego de escaños (…) Las raíces de la degradación social son profundas, y ninguna revolución política (reformista, populista de izquierdas, neoliberal o socialdemócrata) está en condiciones siquiera de entenderlas mientras no se desembarace del mito del progreso y el desarrollo económico».
Las certeras premoniciones del colectivo Cul de Sac pusieron sobre la mesa tres años antes de su nacimiento lo que es la nueva izquierda española bajo el epigrama en decadencia de Podemos. La izquierda cree que su problema se haya en alcanzar las aritméticas posibles para gestionar las instituciones, cuando el verdadero problema es que persiste en ser el maquinista y botones de un tren que no para en estación alguna y que lleva vía muerta. Sin embargo en su retórica, las izquierdas y sus voces más autorizadas venden el billete de viaje de la transformación social, como queda perfectamente reflejado y reiterado en el libro de Gregori Marugán.
La nueva izquierda española vive una crisis semejante a la de las izquierdas nacionalistas de la periferia. La desafección hacia Podemos es evidente. De obtener el respaldo de cinco millones de personas en las elecciones de 2018, ha perdido casi la mitad de su apoyo electoral, en 2019. En casi toda España, las mareas y agrupaciones municipales que confluyeron con Podemos, hoy se alejan y concurren al margen. Podemos, en un órdago de hegemonizar el espacio de la izquierda electoral, pretendió un trágala con las mareas y agrupaciones independientes. El resultado ha sido catastrófico. Es cierto que se ha convertido en una engrasada máquina de partido al uso con su pétrea nomenclatura de la que se caen los ambiciosos y se ha instaurado una verticalidad de mando político. Es un partido al unísono, donde los círculos y estratos locales del partido reciben con alborozo las consignas estudiadas en el politburó central de Podemos. El reto del sorpasso al PSOE ha quedado como la gran batalla de Waterloo de Podemos. Ahora, y sin que rechinen los dientes ni el discurso haga caer los ojos, el objetivo es apuntalar al PSOE y seducir a Ciudadanos para evitar que el régimen vuelva a caer en manos del Partido Popular.
En medio de este anticlímax, Podemos sufre una desgarradora crisis interna que coletea en dos bandas. Por un lado se desangra en su otrora numerosa militancia, mientras que permanece una nomenclatura de cuadros que ve en la consolidación de Podemos como partido un modo de vida. Por otro los círculos, reducidos a su mínima expresión – diez personas en capitales de 400.000 personas por ejemplo -, y el alejamiento de organizaciones y agrupaciones desde luego más radicales y ceñidas a luchas sociales, convierten a Podemos en una organización cada vez menos anclada a la realidad social del país y centrada únicamente en la toma del poder aunque sea como ujier político. En al menos 11 grandes capitales y provincias de España, más de la mitad de los círculos de Podemos han participado en confluencias y agrupaciones locales que hace cuatro años confluyeron con la organización morada. Hoy manifiestan que su camino y objetivos políticos son muy diferentes a los de Podemos.
En al menos siete capitales, Podemos ha inicado un proceso de expulsión de los inscritos que han manifestado, apoyado o participado en confluencias o agrupaciones ajenas a Podemos. Signo de un cambio de tiempo, de malas purgas y casi ya a destiempo, el crepúsculo de la izquierda centellea al parecer por su brillantez más arcaica. El papel de fiel escudero que Izquierda Unida hace de la alianza con Podemos, pasa factura y evidencia fractura en su militancia.
Leyendo las esclarecedoras entrevistas de Gregori Marugán en su libro Tomar Partido, la izquierda prosigue su viaje de Alicia, sin entrar al campo enfangado de la necesidad de cambio de vida, como analiza el colectivo Cul de Sac en su 15-M. Obedecer bajo la forma de la rebelión. Mal partido el de la izquierda.