Donald Trump ha citado un solo libro en la campaña electoral norteamericana, el suyo: El Arte de Negociar, publicado en 1987. Su verdadero autor es el periodista Tony Schwartz. Bestseller donde los haya habido, el libro catapultó la imagen de Trump como el self made man norteamericano. Schwartz, también convertido en hombre de éxito, ha salido de las catacumbas de la corrección política para disparar un par de balas de plata al blanco candidato de los blancos muy blancos. «Pinté los labios a un cerdo», sentenció hace unos meses. El ráfaga de fuego del negro de Trump tiene más disparos que todas las barras y estrellas juntas. Lamenta haber contribuido, cual Mary Shelley, a crear un Frankenstein atractivo. En un artículo publicado en The New Yorker, Schwartz llega aún más lejos y ofrece un retrato psicológico de Trump, obsesionado por la más mínima oportunidad de que se hable de él, «imposible de imaginarlo concentrado por un lapso de tiempo durarero». «Si Trump ganara y obtuviera los códigos nucleares, existirían excelentes posibilidades para el fin de la civilización». ¿No más USA ni American Way of life?