Era el año 589. El rey visigodo Recaredo se convertía al catolicismo. Su confesión pública suponía la ansiada unidad religiosa – que su padre, Leovigildo había intentado, en vano, bajo el arrianismo -, condición necesaria para la unidad política y administrativa del reino.
Así empezó en la península ibérica la identificación de intereses entre los poderes civiles y eclesiásticos.
Antes, con la legalización del cristianismo por Constantino (edicto de Milán, 313), los emperadores habían encontrado una tabla de salvación para frenar su declive en la naciente Iglesia, desarrollando una interrelación entre la administración civil y la eclesiástica.
Este es el génesis que testa la magnitud y las distintas facetas del poder eclesiástico en la época contemporánea.
En medio, y bajo la alargada sombra del concilio de Trento (1545-1563), cuenta la enorme influencia y control de los clérigos que se extendía por doquier en un grado sin igual a otras instituciones por poderosas que fueran. La religiosidad lo impregnaba todo, no sólo la gestión de los ritos y ciclos vitales (nacimiento, matrimonio, defunción), también la autorización de un préstamo o el arrendamiento de una propiedad; así como la concesión de un techo y plato para el hambriento. Eran así mismo religiosas todas las imágenes capaces de otorgar identidades colectivas o las bases para ordenar el calendario y la vida cotidiana. ¿Alguien podía dar (o quitar) e influir más? Condenaron el arrianismo, que negaba la doble naturaleza divina y humana de Cristo, pero los obispos y otras dignidades mitradas se priaron en una bipolaridad celestial-terrenal que alcanzó la suma con los papas renacentistas que provocaron el cisma protestante, con su mezcla de avaricia, venalidades y política calamitosa del poder (Bárbara Tuchman, la Marcha De La locura).
Otra vertiente que el libro comentado muestra es la aparición del poder sicológico, dominio eficaz que se convierte en un sistema de creencias que deben aceptar los intervenidos como verdades irrefutables. Quien tiene el poder real lo ejerce a través del lenguaje y el conocimiento, de manera que controlando el discurso y el pensamiento se fiscaliza todo. Por consiguiente el poder no tiene por qué actuar de manera represiva (aunque este no es el caso en gran parte de la Iglesia), ni poseer una forma definida (la actual crisis es una prueba de ello). El poder se encuentra en todos los sitios, desde las relaciones laborales al sexo, desde el arte y la cultura a la ciencia o el discurso.
Así pues, lectores de todos los sexos pasen a leer cómo la religión es una estructura de significados que intenta explicar el mundo y la realidad social admitida; vean en la figura de San pablo, la configuración de una organización con voluntad ecuménica para durar y reinar. Estudien los vericuetos de un poder tan hegemónico que traduce la angustia derivada del terror a la muerte en sentimiento religioso. O ríanse de algunos prelados actuales que cuando ven en peligro seculares prebendas asegura que detrás de la ley del aborto se esconde una conspiración internacional que busca reducir la población (Juan Antonio Reig Plá, obispo de Alcalá).
Esto y mucho más. Percátense cómo tuvo y tiene que competir con otras universos simbólicos. Cómo la revolución liberal o burguesa supuso un punto de inversión en la política religiosa y quebró los cimientos del antiguo régimen. Sientan cómo el avance de la secularización en la sociedad española tuvo una contundente respuesta católica a través de diferentes vías, pero siempre desde la hostilidad, provocando la herida de muerte de los sectores que, como el krausismo, pretendía compatibilizar catolicismo y liberalismo. Reparen y reprendan cómo las llaves de las almas y las llaves de las arcas no han tenido la competencia de ninguna otra creencia religiosa desde los reyes Católicos y pese a tener que rivalizar a partir del siglo XIX con otras interpretaciones, la sociedad española ha conservado las raíces católicas merced a la falsa a confesionalidad del Estado.
El Poder De La Iglesia Católica en la Sociedad Moderna Angel Luis López Valcerde La Catarata