
Indignado estoy de mirar a los escaños,
donde rudos diputados
asientan sus cebadas posaderas
sobre cojines de corrupción, privilegios, y engaños.
Yo vi lo más noble del hombre:
sus derechos y su bienestar, ausentes,
mercadeados por demonios;
el soborno y el hambre
presentes,
desfilando como cabezudos y gigantes
por calles engalanadas con banderas y gallardetes.
¡Ay, cómo empequeñece
andar metido en pública servidumbre!
Allí, no hay nada: ni gloria, ni cumbre,
ni pureza, ni servicio,
y todo prójimo es visto como ganado
que guiar al esquileo o al sacrificio.
Yo me ví abajado y humillado
en mis altos ideales,
por una ciudad construida por arañas
tejedoras de mordidas,
vicios ostentosos, y telarañas de lujos inhumanos.
Difíciles barrancos de enmiendas,
leyes para las costas y las mareas,
cláusulas sobre el suelo,
la tierra y las palmeras,
decretos para el sol, el molino, y el viento,
sibilinas cataratas de leyes y comisiones,
acantilados de cemento,
cristal tintado y acero,
el margen canino del intermediario,
y la avaricia del tendero
viajando en blindados ascensores,
¡qué vacía impresión de ley y orden!;
ocupaban el puesto del romero,
del aire para el pueblo,
del río y los mares,
usurpaban el fruto al sudor del campesino.
Senadores de la infamia,
a los que cultivan el sustento,
les habéis despojado de su sustento,
y van sus pies sin tierra, ¡qué tormento!,
vacilando sobre los pisos encerados
de vuestros palacios de moneda y mármol,
con temor continuo y sobresalto,
reclamando más surcos y más clemencia,
menos tratados inhospitalarios,
menos asfalto,
menos Corte, y menos demencia…
¡Ay, Sodomadrid!,
te he mirado cara a cara,
y he visto claramente tu rostro infectado de pústulas,
y fealdad,
tu corazón,
necrosado por las artimañas.
Te he visto convertir el ahorro y el esfuerzo
en intemperie y desahucio,
la fe
en negocio papal e inmundicia cardenalicia,
trastocar la justicia
en masajes orientales,
y onerosos viajes sodomitas,
subyugar el bien público al privado beneficio,
amordazar la voz de la injusticia
por las jaurías mecánicas de tu policía.
¡Ay, Sodomadrid!,
¿cuándo caerás de rodillas,
bestia inmunda
ahogada en tus propios vómitos y atentados?.
¡Ay, Sodomadrid!,
¿cuándo dejarán de morir tus doncellas,
promesas de luz y mañana,
aplastadas contra la arena
por la mentira, la burla,
y la desidia de tus alguaciles?.
¡Ay, Sodomadrid!,
¿cuándo podremos hundir en tu sebosa cerviz
la daga de tu propia soberbia?.
¡Alto!, ¡alto!, ¡alto!,
¡basta ya!, ¡basta ya!, ¡basta ya!,
Cortes del tiovivo, la barraca, y el casino,
magníficos atletas del oro y la plata,
galgos de la usura,
ese será vuestro tormento y precio:
morder medallas doradas,
masticar barrotes de hierro,
digerir desprecio,
y defecar el barro que os compone,
sepultados vivos en ataúdes de cemento,
lejos del romero, el río, el pueblo y el viento.
Ramón Wakizachi
21-22 Jul 2013.