Sergio Ríos Esgueva jamás pensó que habría de convertirse tan solo dos años después en un personaje de sainete nacional. Tenía un sueldo modesto, sí. Nunca sus aspiraciones fueron extremas.
Era chófer aquel año de 2012. Había pensado, eso también, que la persona que llevaba en el asiento de atrás guardaba grandes secretos: los más grandes secretos que puede guardar el hombre que maneja los dineros del partido que gobernaba el país. Ese hombre era Luis Francisco Bárcenas Gutiérrez, y para España era un desconocido, antes de convertirse en el ojo de la tormenta política más corrupta de España.
Y Sergio Ríos sabía de la importancia de ese hombre que gozaba de su confianza, pero ignoraba la llama quemadora del destino que arrastra de igual modo a los esbirros del poder y a los incautos .
Y Sergio Ríos Esgueva recibió la visita de uno de aquellos hombres. Se encomendó a él como siempre ha hecho las cosas más importantes de su vida, dejándose llevar. El cobro por aquella misión oscura era igualmente modesto: nada más que dos mil euros al mes.
Para entonces ya sabía, eso también, que además de traicionar a Francisco Bárcenas y su mujer Rosalía Iglesias Villar, aunque a ésta mucho menos, se adentraba en el laberinto del fauno donde las sombras de los césares recorren antes los lugares donde se cometen los crímenes históricos. Y Sergio Ríos no pensó, eso no, que, en aquella visita de uno de aquellos hombres en marzo de 2013, pudieran caer solo siete años después el ministro del interior y el presidente del gobierno de España.
Pero Sergio Ríos, en ese año de 2013 y parte del siguiente, solo quiere ingresar en la academia de policía. Una obligada modestia y una doliente escasez constante han irrigado su vida. Se ve con uniforme, o quizá al fin con la posibilidad de dar órdenes a la vida que tanto le ha ordenado y desordenado.
Pero siempre hay un, pero, eso también lo supo Sergio Ríos, aunque lo lamentó en un silencio condenado más tarde, siempre tarde, porque siempre ha arrimado en la costa de la vida con una tardanza de cabotaje, eso sobre todo eso.
El 13 de julio de 2013, el ministro del interior, Jorge Fernández Díez escribe en su móvil al señor K: «Chófer B: Sergio Javier Ríos Esgueva (ahora hace esa función con la mujer). Es importante». Cuarenta y ocho horas después el extesorero declararía ante la Audiencia Nacional y confirmaría la financiación irregular del PP durante décadas.
La nación para entonces se asombra de la valentía de los delincuentes. Y asiste a un desafío de bravatas. Para el partido en el poder todo está saltando por los aires. Su tesorero está inculpado por segunda vez en pagos al partido a cambio de adjudicaciones. Todos han dejado solo a un solitario Francisco Bárcenas, tesorero. Sergio Ríos escucha a veces retazos de conversaciones que no comprende. El tesorero, desde el asiento trasero del coche, ha sido arrojado al designio de la voracidad de los jueces. No los controla el partido, como antaño, con la mayoría absolutísima de hacía solo un año.
Y el tesorero negocia quemando continentes. Y el gobierno, es decir el Partido popular, es decir la pirámide del partido, teme que Bárcenas tenga y filtre más de lo que hay en los papeles de los periódicos. Se trata de listados de recibís de altos cargos y ministros procedentes de dinero entregado por industriales y contratistas con posteriores adjudicaciones del estado.
Y es ese día en que, a Sergio, porque Sergio, sabemos que no te cuidan, sabemos que quieres ser policía, es hora de demostrar que mereces serlo; no más penurias, Sergio. Y aquí puedes tener un puesto para siempre, es tu futuro, venga quien venga después. Esto es lo que necesitamos que consigas.
Y es ese hombre. Es un comisario detrás del que urde y desurde una plantilla de policías al servicio del ministro de interior. Y Sergio aún llama al tesorero «el señor» en ese entonces. Es un comisario que habla a Sergio desde el recoveco anguloso de la vida. Sabe lo que es vivir lamiéndose con la lengua reseca las heridas de la vida.
No estás, Sergio, traicionando al señor. Todo lo contrario. Estás haciendo un servicio al país. Joder, faltaría más. Lo que él guarda en ese despacho o en la casa es malo para el país, pero sobre todo para él, joder, con esa bomba no se puede ir a ningún sitio, tú lo sabes, Sergio, ¿Verdad?
y Sergio sabe, pero no quiere saber del todo. Acepta y recepta como ha hecho toda su vida. Las grandes disquisiciones como tampoco las pequeñas nunca han sido su fuerte. Nunca fue bueno pensando, así
Bárcenas tiene que tener los papeles en algún sitio. Puede ser un pendrive o un ordenador de seguridad. O en la biblioteca, o en un cajón. Y ahora que él está en prisión, su mujer lo guarda en alguno de esos lugares.
Desde que al tesorero Bárcenas le han imputado, la pólvora del diablo ronda finalmente, Sergio. Luego vinieron a por ti porque todo vino sobre ellos. ¿Pero quienes eran ellos?
Los hombres del ministro
El primer real decreto tras la victoria de Mariano Rajoy en 2011 pasó desadvertido al país. Era el número 1823/2011. El Centro Nacional de Inteligencia quedaba a las órdenes de la vice presidenta Soraya Saénz de Santamaría. Antaño la todopoderosa casa de los espías había estado bajo el mando del ministro de Defensa. Y ese cambio pronto descubría las verdaderas intenciones y la guerra intestina en el seno del gobierno que en los años venideros iba a suceder.
La comandancia conjunta de la Policía nacional y la Guardia Civil sería separada. El nuevo ministro Jorge Fernández Díaz, al abrigo de esa separación va a organizar el ministerio apoyado en personas próximas. Ignacio Ulloa será nombrado secretario de estado del Interior, que pronto abandonará en octubre de 2012, descontento y temeroso de las actividades oscuras que se organizan en el ministerio.
A Ulloa le sucederá Francisco Martínez Vázquez, hasta ese entonces jefe de gabinete del ministro. Martínez no solo comparte con Fernández Díaz un profundo sentimiento religioso. Desde el primer día que pasó a formar parte de su equipo fue su fiel escudero.
El segundo hombre de confianza y hermano de fe del ministro fue Ignacio Cosidó Gutiérrez, nombrado director general de la Policía nacional. Cosidó pronto iniciará una purga, destituyendo a inspectores que habían investigado en los años anteriores casos de corrupción que afectaban a políticos del PP.
El comisario Eugenio Pino Sánchez tenía sesenta años cuando el ministro de interior le encomendó ponerse al cargo de un grupo de comisarios en la sombra y a las órdenes directas del ministro. Seis años más joven, Eugenio Pino era un viejo conocido del ministro. Ambos habían servido en Catalunya, la rebelde comunidad con aspiraciones independentistas.
el director operativo adjunto de entonces, Eugenio Pino. Además, están siendo investigados los entonces inspectores jefe José Ángel Fuentes Gago y Bonifacio Díaz Sevillano, además del que fuera jefe de la Unidad de Asuntos Internos, Marcelino Martín-Blas.
José Ángel Fuentes Gago fue jefe de gabinete de Eugenio Pino y llegó a convertirse en el número dos encubierto de la policía. Fuentes Gago hará viajes a Suiza para preparar el falso informe sobre Xavier Trías.
Marcelino Martín Blas, como destacado miembro del sindicato profesional de la Policía, SPP, siempre tuvo relación con muchos políticos. Pero la amistad con Ignacio Cosidó fue la que más fructificó. Bajo las legislaturas del gobierno socialista, Martín Blas estuvo al frente de la Unidad de Asuntos Internos de la Policía.
Otro hombre del ministro es Bonifacio Díaz Sevillano, apodado “Boni”. Este inspector, trabajando en la embajada de España en Andorra, presionaría a la Banca Privada de Andorra para que facilitara las cuentas de los Pujol. De su puño y letra salieron también falsos documentos, el famosos pendrive, que implicaría al ex presidente catalán Jordi Pujol. Como retiro, Bonifacio Díaz disfruta de un puesto en la embajada española en Ciudad de México con una retribución de 10.000 euros al mes.
Enrique García Castaño es apodado “Blasillo”, por su amistad ideológica con Blas Piñar, líder en los años 70 de la ultraderecha. En los años noventa fue el máximo responsable de la Unidad central de Apoyo Operativo, departamento que se encargaba de las grabaciones secretas. García Castaño tenía muy buenas relaciones con el secretario del sindicato de ultraderecha, Miguel Bernard. En 2017, García Castaño fue destituido al revelarse que junto con Eugenio Pino y el comisario Villarejo chantajeaban al CNI y a la casa real.
El último, pero más activo hombre del ministro es el comisario José Manuel Villarejo. Su nombre saltó a la opinión pública un 8 de marzo de 2015. El diario El Mundo publicaba una grabación en la que el presidente de la comunidad de Madrid Ignacio González pedía cuatro años antes al comisario que el escándalo de su ático ilegal en marbella “no saliera”. La filtración que hizo el propio Villarejo acabó con Ignacio González, pero fue también el comienzo del fin para él.
Solo un año después, un 10 de marzo de 2015, el diario El País publicaba las doce sociedades que Villarejo había montado a lo largo de sus años de servicio y los 16 millones de capital que suponen todas ellas.
Los datos del enriquecimiento de Villarejo los había filtrado el Centro Nacional de Inteligencia. Villarejo se vengaría filtrando los pagos que hizo durante años el Centro a la vedette Bárbara Rey a cambio de la anulación de fotografías y material gráfico del rey con la actriz.
- Me deben muchos marrones, todos… hasta el presidente.
Hay muchos comisarios en José Manuel Villarejo Pérez. Están el que ingresa en 1972 en la policía franquista. Está el que funda el Sindicato Unificado de la policía con los policías de la temida y sanguinaria brigada político social. Está el comisario que desde 1983, ya en excedencia continúa en las tuberías de la inteligencia policial. Es él el que redacta el informe Veritas para el ministro socialista Corcuera sobre jueces y empresarios en 1995.
Pero como hombre del ministro Villarejo navega entre las aguas revueltas del gobierno. Dos ministras pugnan con desbancar al presidente Rajoy. Una de ellas controla el CNI. La otra recurre también a Villarejo.
- «Entre la pequeñita [vicepresidenta Soraya Saénz de Santamaría] y la Cospe [María dolores de Cospedal, ministra de defensa], se va a recrudecer, porque esto al final es una pelea entre las dos para la sucesión, por mucho que ha dejado claro el soplapollas este del presidente que tenemos que el no…».
Y después de tantos informes falsificados, de tantas grabaciones, de operaciones encubiertas, Villarejo se encuentra consolando al chófer del tesorero Bárcenas.
- «Tronco, tú no has hecho nada ilegal, métetelo en la cabeza. Tú has dado una información y tal a un agente, que es uno que se llama el Gordo (…), pensando que si se obtenía algo terminaría en un juzgado… Eso es lo que tú tienes que repetir en todos los sitios».
Y al fin, los hombres del ministro se interesan por los viajes que Rosalía hace a su estudio de pintura y arte situado en el número 32 de la madrileña calle del General Díaz Porlier. El allanamiento tuvo lugar entre julio y agosto de 2013. Los hombres de García Castaño hallaron en el doble fondo de un viejo mueble los documentos de Bárcenas.
Mariano Rajoy, presidente
- «A veces por la noche hablaban Eugenio Pino [ex DAO de la Policía] y Paco [Francisco Martínez, secretario de Fernández Díaz] por el tema Cocinero [chófer de Bárcenas] y éste le decía que el ‘Asturiano’ [Mariano Rajoy] le preguntaba qué hay de esto y qué hay de lo otro, porque era lo único que le preocupaba».
Había un ambiente denso en el gobierno de Mariano Rajoy. Si se examina la cronología política del poder entre 2011 y 2018, resplandece una creciente crispación social y económica. Y en paralelo comienza a desmoronarse el propio partido en el poder acorralado por los casos de corrupción. Los poderes del estado chocan entre sí con una contestación social que precisa ser reconducida y con una crisis que pone al país al borde del rescate.
El 11 de septiembre de 2012 una espectacular manifestación en la Diada en Barcelona acabará un 23 de enero de 2013 con una declaración de soberanía en el parlamento catalán. El 25 de septiembre de 2012 una espectacular manifestación rodea el congreso de los diputados. El saldo final fue de 34 detenidos y 64 heridos, 27 de ellos policías.
En 2014, el partido Podemos amenaza romper el equilibro bipartidista. En junio de 2014 abdica el rey Juan Carlos I. El 31 de octubre de 2014 ingresa en prisión el exconsejero del PP en Madrid Francisco Granados por el caso Púnica. El 26 de noviembre de 2014 dimite la ministra de sanidad Ana Mato por su implicación en la trama Gürtel. El 16 de abril de 2014 es detenido el ex ministro Rodrigo Rato por blanqueo de capitales. Las elecciones del 20 de diciembre de 2015 arrojan una pérdida de 63 escaños y tres millones y medio de votos menos para el PP.
No es de extrañar que en medio de esta decadente vorágine en 2013 el PP modificara la ley orgánica del Consejo General del Poder Judicial que designa los jueces en el Tribunal Supremo que son a su vez los que juzgan a los políticos aforados en casos de corrupción.
Mariano Rajoy gobernaba con una mayoría absoluta que en absoluto era real. No controlaba al poder judicial, al menos a sus estamentos más bajos que tuvieron la arrogancia de instruir y juzgar los ingentes casos de corrupción del partido.
En medio del maremágnum, el gobierno se acorazó nuevamente. En marzo de 2015 queda aprobada, gracias a la mayoría absoluta del PP, la ley 4/2015, conocida como ley mordaza. Las manifestaciones quedan limitadas y la policía tiene un margen para tramitar como desacato lo que antes ni siquiera falta.
Esa lealtad de gazpacho agrio al líder del partido – anteriormente a Aznar, y después a Mariano Rajoy – destila lo que Hannah Arendt descifró como característica de los grupos totalitarios. Se puede suponer, dada la admiración y el débito que el ministro Jorge Hernández Díaz tenía con Mariano Rajoy, que el primero hiciese lo posible para alejar al segundo de todos los problemas mundanos que el partido y España tenían. El objetivo era garantizar la continuidad de Rajoy como cuestión de “destino en lo universal”.
Así que el ministro se puso manos a la obra, desde pedir al Papa Benedicto XVI que rezase por España a elaborar informes falsos para enjuiciar o encarcelar a los enemigos del presidente y España: los independentistas catalanes, los subversivos, el emergente Pablo Iglesias Turrión, los soplones dentro del partido que colaboraban con la justicia y después, el robo de documentos al indómito tesorero Bárcenas.
Los Marianos Rajoy del mundo se encuentra en el parque a las doce del mediodía con los Jorges Fernández Díaz. Ambos necesitan de comisarios Villarejos. Probablemente ninguno de ellos sepa quién carga con más desgracia. Comparten toda una fe incandescente en las tribulaciones del poder que por serlo no precisan de más ley ni sometimiento que la propia razón de estado. El artilugio de la democracia es el guante de látex que se pone el asaltante del hotel Watergate y el de la casa de Bárcenas.
Desde que se iniciara la transición del régimen franquista al sistema de partidos, la España biempensante y la tradicionalista han coincidido en no mirar las interioridades del Estado. La democracia era, para ellos y por supuesto para el estado, un río en cuyas orillas brotan los negocios y florecen los juncos de los negocios de la política.
El ex presidente español Mariano Rajoy sabe que no hay papeles con su nombre. Sí, en cambio, sospechas. Pero estas son solo nubarrones que tarde o se disipan. El ex ministro Fernández Díaz tiene un futuro más o incierto. Aunque se confíe a la virgen y a su santo preferido Marcelo.