La capital bilbaína estaba desde hacía días tomada por policías de todos los colores: azules, rojos, negros y verdes. Parecían pastillas de un cocktail con riesgo de intoxicación social. La cumbre a lo Davos, pero de tercera dividión, congregaba el lunes 3 de marzo a los actores con menos caché del mercado: un rey de España en cuyo descrédito no se pone el sol; un lehendakari Urkullu, del PNV, cuyo crédito parece depender del que le otorguen los órganos predadores internacionales; una Christine Lagarde, Maria Antonieta del FMI, que dice que el ajuste absoluto que caninamente promulga no significa ajuste salarial, sino otra cosa más allá; y para completar el elenco, miembros de una llamada Troika.
Iñigo Urkullu, como un Hamlet, se halla a la par presionado y aupado por la patronal vasca cuyo discurso corre a pies juntillas con el de la paracaidista Legarde. ¿Casualidad? No, solo extrema coincidencia. Urkullu, el monarcarca Juan Carlos, la inefable Lagarde, quieren lanzar un mensaje a los inversores de los últimos confines especulativos: en Bilbao encontrarán trabajadores con costes salariales de los más bajos. A los moderados trabajadores, desempleados, estudiantes, ancianos dependientes, los organizadores de esta cumbre al pil pil les piden: para que venga el dinero, sacrificio. Sacrificio del que ya se viene sufriendo. En esta mascarada de semejantes, faltó Mariano Rajoy. Que se presentó al postre de la tarde.
En la calle bilbaína mucho orden por una acera y mucha rabia en otra. En la acera del orden, sindicalistas, trabajadores, manifestantes, sopa de siglas, banderas y eslóganes al uso desgastados -«contra el paro lucha obrera» (¿se trata de exigir empleo?)-. En la acera de la rabia, jóvenes que quieren hacer pagar a los responsables de esta depauperación global: bancos atacados, multinacionales como Zara -en los restos de su cristalera se leía: «Bangladesh gogoan» (Bangladesh en el recuerdo)- enfrentamientos casi cuerpo a cuerpo. En la plaza Euskadi, cerca de donde se bunkerizaban los de la Troika y sus anfitriones, un policía en el suelo que asemeja un escarabajo boca arriba. Más allá, una furgoneta de la policía municipal aparece volcada. Los miles de la acera del orden deciden desconvocar la manifestación de la tarde. Pero a la tarde los de la acera de la rabia no van a seguir la consigna del silencio.
En los despachos de los partidos de izquierdas, silencio responsable, o protestas dentro de la moderación que la ley y las circunstancias políticas exigen. Lagarde aplaude la moderación y el esfuerzo hacia el ajuste. Mientras, barricadas y contenedores ardiendo en las calles Casco Viejo bilbaíno llaman a otro ajuste de cuentas.
En Bilbao bajo helicópteros, francotiradores, 1.000 polícias, 250 agentes secretos y 100 guardaespaldas.
http://citasfamosas.jmgoig.org/2012/07/cita-de-henry-kissinger.html
Cita de Henry Kissinger
«Quien controla la distribución de la comida, controla la gente; quien controla la energía puede controlar continentes enteros; quien controla el dinero puede controlar el mundo.»