Mientras Merkel y los líderes alienados del G-20 discuten cómo salvar el sistema económico, las calles de Hamburgo tienen una luz diferente. Otra vez es verano. Las flores crecen en los resquicios y las aves de paso y las urbanas contemplan absortas esta batalla simbólica y real. El aire está cargado de aromas de gas. Pudiera ser un cuadro de Goya. Pero la alegría de los jóvene que se oponen y atacan a la policía, permite sospechar un carnaval de insumisión frente al vetusto designio de una Europa de corbatas, leyes y beneficios caducos. En estas calles frente a los chorros de agua, los gases y disparos de la policía, no están los prolíficos electos o retóricos de la nueva izquierda europea. Aquí hay una danzarina juventud. Sola. Decidida. Recuerden Seattle, recuerden Génova. La policía también ha aprendido de la historia. Ha estudiado a McLuhan, aquel que dijo lo de «el medio es el mensaje». Darle un muerto al enemigo es perder la batalla. Pero la escenografía, casi versallesca, se repite. Los líderes mundiales con su presunta legitimidad electoral por bandera, se encuentran rodeados por una juventud global que rechaza la maldad y obsolescencia de un sistema europeo fuera del alcance de toda humana moral. Y ese chorro a propulsión de estos jóvenes, a los que la prensa determina quizá con grotesca impresicisón «anarquistas» del black block, es más potente que el chorro que sale de los caballos troyenses antidisturbios de la policía. Qué batalla. Julio César la describió en las guerras de la Galia.
Hamburgo. Esta batalla es esclarecedora. Vivimos una crisis de la técnica. La policía utiliza megamáquinas, propias de la era industrial avanzada. Camiones cisterna, drones, gases, pistolas eléctricas. Los insurgentes, herramientas de la técnica neololítica: piedras, maderas labradas, aceros cortados, hogueras medievales del solsticio. El neolítico gana al prepotente y autoritario siglo de la tecnología: el número de policías heridos supera al de detenidos. El resquicio de la modernidad. ¿Puede que un poema haga más daño que un misil atómico?
Los policías se hidratan, toman refrescos en los tiempos muertos. La noche está al caer. Hamburgo parece haber huído. Su mecánica rutina ha dado el alto. Las vacaciones parecen haberse adelantado con el fin de no hacer frente a una ciudad en fin de semana revolucionario. Hamburgo. Crisol posmoderno de culturas. Guetos en una ciudad con barrios de élite ecolos y edificios que ahorran energía. Contribución de Los Verdes a esta urbe ejemplo de la adoración a la mercancía y el comercio. Hamburgo, campo de operaciones de diferentes servicios secretos tratando de obtener información de la comunidad árabe. Centros de captura. La Stasi no fué ni la mitad de eficiente ni tres cuartas partes de mendaz.
Hay toda una red de pisos, mansiones, sótanos donde los millares de jóvenes venidos del más allá económico se van a refugiar. Hamburgo, fetiche del progreso, tiene un enemigo interno muy organizado. ¿Es esta la metáfora de Occidente?
Suenan disparos. La culminación del rito del renacer espera desde el otro lado del fuego y se anuncia en esta luz que enciende la noche en Hamburgo.