Por primera vez el Partido Nacionalista Vasco (EAJ-PNV) encumbra a la posición de Lehendakari de la Comunidad Autónoma Vasca (CAV) a una persona nacida, crecida y moldeada en su seno. Iñigo Urkullu (Alonsotegi, 1961) es un claro ejemplo de lo que en la calle se denomina un egitxu. En el 77, mientras el movimiento punk y destroyer se extendía por Europa y en breve también por estas latitudes, un joven Iñigo Urkullu entra a militar en Euzko Gaztedi Indarra (EGI) la base juvenil del EAJ-PNV y comienza a participar de cuerpo y alma en los Alderdi Eguna (Días del partido) de Aixerrota primero, Salburua después y últimamenta ya Foronda como burukide. Destacó en esos encuentros por su abnegación al partido, de tal forma que los ojeadores pronto se quedaron con su dorsal a fin de encargarle misiones más importantes en un futuro. Su timidez y que se casara con la “Chica del Batzoki”, constituyeron sus mayores bazas a la hora de ser elegido para formar parte de la selección de cachorros a alimentar con los mejores piensos del jelkedismo. Junto a su mujer Lucia Arieta-Arauñabeña, formaban la parejita ideal del partido que daría nuevos cachorros para ser educados en la madriguera.
Sin embargo, por mucho que los medios afines le agiganten, el bagaje que lleva a Urkullu a la lehendakaritza poco le diferencia de Patxi López (Portugalete, 1959) su predecesor en el puesto. Ambos han dedicado toda su vida a medrar en el aparato del partido, y quitando que Urkullu aporta una diplomatura, una corta vida de funcionario y que habla dos de los tres idiomas de los vascos, nada nuevo. Ambos son aparateros.
Para el PNV este es el segundo intento por encaramar un producto totalmente “Made in the PNV”, políticamente puro, entrenado desde abajo para lograr la continuidad del PNV en el poder. De alguna forma son los Baby Boom sustituyendo a la generación de clandestinos y michelines ya a punto de entrar en el callejero local.
Salvo sorpresas chisteriles, poco puede aportar un Iñigo Urkullu movido y educado políticamente en los circuitos locales, ciegamente obediente al poder máximo de su partido, algo que le ha valido llegar a encumbrarse al EBB y desde ahí, un paso más arriba hasta la lehendakaritza. Incluso aunque el partido esté equivocado con su elección, a Iñigo el hombre que le gusta tocarles las caras a sus amigos en público, le espera un panorama económico fastidiadito, para el que muy posiblemente no esté preparado, un futuro que puede llegar a convertirle en la versión vascongada de Rajoy.
De todas formas, el mayor muerto que arrastra Urkullu en su currículo son los años en los que se desempeñó como chacho de su predecesor en la jefatura del partido, Josu Jon Imaz (Zumarraga, 1963). Josu Jon fue el primer cachorro y el primer escándalo surgido de la madriguera. Seleccionado en las misma campas que Urkullu, alimentado con mimo por instituciones internacionales, Josu Jon, en su momento ejerciendo como la joven promesa girando por el circuito de Batzokis a ritmo de aplausos y besos de emakumes, pronto se le subió el cargo al cogote, confraternizando con los enemigos y desviándose de las técnicas inculcadas, con lo que su disfraz se deshizo dejando al descubierto que era un cachorro trepa. En su descenso a los infiernos, incluso se le llegó a criticar por volar en jets privados junto a presidentes de multinacionales, acudir a saros madrileños y engrosar listados de cuentas corrientes en Suiza.
A fecha de hoy, el PNV, cual San Pedro, todavía reniega públicamente de Josu Jon Imaz. Los batzokis que le jaleaban hace tiempo que reciclaron sus fotos. Pero Urkullu no puede esconder su relación obedientista con el cachorro expulsado del templo, como tampoco su insistente utilización del término “izquierda radical” para referirse a los que en breve pedirá su voto o el plomizo grisáceo que ornamenta su imagen de contable con limitada fantasía.
Sea lo que sea, en breve saldrá al campo Iñigo Urkullu, un jugador de la cantera. Los primeros 100 días del partido servirán para descifrar si en un futuro el PNV continuará en primera división. Sabremos si le bastará con surtirse de la madriguera o si tendrá que considerar fichajes externos.