Cuando vemos en la televisión a unos militares israelís armados hasta los dientes disparar contra la población indefensa, pocas veces nos preguntamos quienes son esos seres tan crueles como cobardes. Detrás de las sofisticadas armas que poseen los israelitas hay personas que deliberadamente aprietan el botón que asesinará a niños indefensos. Muy posiblemente cuando los jóvenes soldados nazis usando las cámaras de gas ejecutaban a las personas que antes hacinaban en los guetos, nunca nadie se preguntaba qué tipo de jóvenes llevaban a cabo semejantes crueldades; esa falta de cuestionamiento fue castigada por la historia. Hoy día tampoco nos preocupamos por indagar qué tipo de personas eran esos seres en uniforme antes de llegar a matar con semejante desprecio a los demás y sobre todo qué tipo de personas son después de salir del ejército.
Se nos suele contar que los jóvenes israelís, tanto los hombres (tres años de servicio militar) como las mujeres (dos años de servicio militar), van al ejército por obligación. Esta realidad es una forma de intentar esconder su inmoral labor bajo el manto de “obediencia debida”. Los jóvenes soldados y soldadas israelitas llegan al ejército después de una alambicada educación (en el caso de los jóvenes nazis todo el mundo denominaba a esa educación lavado de cerebro), en el caso israelí basada en el principio de que los gentiles (es decir como ellos denominan a las personas no judías) queremos exterminar a todos los judíos. Casualmente el pueblo elegido por dios. Basado en esos dos pilares, es decir nos quieren exterminar y además a nosotros que somos el pueblo elegido por dios, construyen un universo fraudulento de odioadobado de complejo de superioridad.
Tan pronto llegan a los 18 años, esos cachorros encuentran su incorporación al ejército israelita como la mejor oportunidad para defender a su perseguido pueblo y además para eliminar a los cerdos gentiles (como entre ellos se refieren a los no judíos). Los palestinos (un pueblo que por cierto también es semita como los judíos) tienen la desgracia de ser los gentiles más cercanos e indefensos contra los que los jóvenes israelís pueden descargar sus animadversiones y de paso mostrar que luchan por la subsistencia de los judíos de todo el planeta.
Los soldados y soldadas del ejército israelí cumplen su misión con increíble ardor militar. Pocos, muy pocos son los insumisos que plantan cara a la poderosa maquinaria militar que en los últimos cincuenta años gobierna el Estado de Israel. A la mayor parte de esos jóvenes soldados israelís se les nota cómo disfrutan humillando y matando gentiles palestinos o de otras nacionalidades cuando estos últimos visitan los territorios ocupados. El ejercito israelí es un ejército de niños con armas, que pasan de los videojuegos a recibir un arma real con derecho a usarla con la impunidad suficiente como para humillar a cuanto gentil encuentran por su camino. El racional para eliminar gentiles se lo han inculcado durante la educación por lo que ya con los 18 años recien cumplidos pueden dedicarse a matarlos con la mayor de las impunidades. Y eso es lo que hacen. Cuando algunas bien intencionadas ONGs protestan por la inclusión de niños en las guerrillas africanas olvidan mencionar el caso del ejército israelí que utiliza a adolescentes con limitada capacidad cognitiva, de una inmadurez manifiesta y solamente expuestos hasta esa temprana edad a una educación para el odio, como ejercito de soldados inconscientes del resultado de sus acciones criminales.
DESPUES DE MATAR LES RECOMPENSAN CON UNAS VACACIONES PAGADAS POR EUROPA, AMÉRICA O ASIA
Al acabar los años de servicio militar, después de haber dado rienda suelta a sus más bajos instintos anti-gentiles, de matar indefensos niños del gueto de Gaza o de Cisjordania, de torturar con el amparo de la ley israelí y de creerse los dueños del mundo por expresa decisión de dios, se visten de jóvenes modernos y van a recorrer el mundo.
Esos mismos asesinos los encontramos luego paseando por nuestros países en forma de mochileros simpáticos, que parece que no han matado nunca ni a una mosca. Camuflados como jóvenes con inquietudes por visitar distintos países, mezclándose con los gentiles, los encontramos lo mismo en San Fermines como en Barriloche, Marbella, París, Copenhague o sobre todo en el Tíbet. Después de cometer los crímenes más horrorosos contra la humanidad que mente alguna pueda imaginar, vienen a nuestros países camuflados de jóvenes turistas , inquietos por conocer otras culturas y en ocasiones incluso despotricando del racismo asesino del Estado de Israel, con el que ellos mismos han colaborado y dado su voto para la subsistencia de inhumanos jefes de estado. En su afan por pasar desapercividos y que nadie sospeche de su pasado asesino, son capaces de negar y aborrecer públicamente de la política genocida de su gobierno para pasar desapercibidos en los países que visitan.
Poca gente conoce esta faceta de los soldados y soldadas que primero asesinan niños gentiles con sofisticadas armas y luego se pasean por los países occidentales cual pacifistas de viejo cuño. Comparten asiento con nosotros en autobuses y trenes, tratan de no parecer israelitas (muchos poseen doble nacionalidad y por lo tanto dos pasaportes para ocultar su origen), pero son los mismos que hemos visto en los telediarios disparar obuses hacía zonas urbanas o asesinar a niños con rifles de mira telescópica. Criminales profesionales, antes enfundados de milicos, para luego disfrutar de sus minutos de viaje disfrazados de apacibles turistas de buen rollito recorriendo mansamente otros países.
A esos jóvenes nadie les persigue. Sus fotos no figuran en las aduanas bajo el epígrafe de los “más buscados”. Nadie los interroga y ni siquera los asocia con su imprescindible colaboración en el exterminio de niños. Nadie tan siquiera los denuncia o les pregunta sobre cuantos gentiles han matado cuando estaban enfundados de soldados y soldadas. En cierta medida, el no hacer nada para impedir que disfruten apaciblemente de su vida post-asesina, nos convierte a los demás en culpables de sus crímenes.
La próxima vez que se cruce en tu camino un israelita de esos que van de guay y pacifista, no olvides preguntarle cuantos gentiles ha matado en su vida.
Escrito con Rachel Corrie en el recuerdo