W.H. Auden dijo que «de todos los modos de auto evasión propios de los ricos, el nacionalismo es el más fácil y el más deshonesto. Permite a los injustos todo el lujo de la justa indignación contra la injusticia». Esta aguda percepción la recoge el poeta y periodista James Fenton. En ese artículo, Fenton recuerda que, desde ciertas quinta columnas culturales surge otro tantra: «un gran poeta debe dar las respuestas correctas a los problemas que desconciertan a su época”. Este juicio del arte por criterios de utilidad social, concluye Fenton, era un lugar común pernicioso en el mundo del siglo pasado. Es el legado que dejó el estalinismo del siglo XX a la Nueva Izquierda del XXI. Así que tenemos por un lado la eclosión nacionalista de una burguesía nouveau, con su gusto estético según se cotice el arte en el mercado o en las redes sociales. Enfrentado, o quizá ano tanto, un estalinismo igualmente acomodado en ciertos sectores de la Intelligentsia, en la academia, en cenáculos mediáticos, y la administración del estado que pelea por copar espacios en pos de una hegemonía cultural.
La pregunta es: dónde se establece la trinchera, de haberla. ¿Dónde delimitan o firman su paz los soldados y advenedizos de cada ejército? Si la poesía es el campo en múltiples altiplanos donde se desenmascara la palabra amañada y al servicio de algún tipo de dominio, ¿Dónde queda la poesía hoy en nuestros días?
O enfocado desde un ángulo más obtuso: ¿por qué ciertos espacios pretendidamente culturales o literarios, por una parte, y los medios marcadamente ideológicos, por otra, envían a la poesía al destierro de sus particulares gulags?
En esta guerra fría de prisiones mentales, las humanidades se han convertido en el proscrito de nuestra modernidad. En vivientes escondidos tras el doble fondo de las antañas bibliotecas en las viviendas. En antiguallas señaladas con lamento en las librerías. En el indeseable sótano del olvido en las bibliotecas públicas. En manuscritos de contrabando editorial.
En contra de lo que pudiera parecer, no se trata del signo de nuestros tiempos. Es la herencia del siglo XX, a la que las corrientes ideológicas y la burguesía culta no parecen dispuestas a renunciar. El vocabulario está repleto de neoplasias lingüísticas (“instrumentos financieros”, “ejes transversales”, “pobreza energética”, “estado liberal”, “operación especial en Ucrania”, “conflicto armado”, “espacio vital del Estado”, “izquierda transformadora”, “cuidados de los comunes”, “orgullo patrio”, etc.). como dice Jesús Aguado en el prólogo al poemario de Juan Carlos Mestre Historia Natural de La Felicidad, la poesía tiene como una de sus más altas misiones devolver a las palabras su dignidad. Frente a la terminología oficiosa y la felicidad obligatoria, la poesía tiene la obligación moral de denunciarlas, “de dejar al descubierto sus costurones epistemológicos”. Si la poesía ha caído en desgracia, recuerda Aguado, es porque, además de vivir en un mundo antipoético, buena parte de la poesía y de la literatura “se ha pasado al bando de los que colaboran con la felicidad oficial en detrimento de la felicidad original de los seres humanos”. Sin embargo, solo la poesía puede regurgitar el alma dolida de los seres vivientes.
Pero, como afirma el poeta Julio Monteverde en su libro Materialismo poético. Aproximación a una práctica, la poesía no se manifiesta únicamente en los poemas, y aquellos que niegan su existencia fuera de las palabras no parecen haber experimentado nunca su auténtico poder dentro de las palabras. La culminación de la poesía no es el poema, sino la vida”.
Para saber más
La poesía es vivir atento. Es la imaginación que permite a la vida brillar “en la oscuridad como chatarra en los descampados”. La imaginación que no es una rama del ingenio, sino la viga maestra del gran edificio del universo, como sostiene Jesús Aguado en el prólogo de esta luminiscente antología del poeta Juan Carlos Mestre. Las lenguas bípedas de los días salen por las claraboyas de trementina de todo lo creado. Nada permanece inerte. La poesía de Juan Carlos Mestre tiene los labios heridos de sorber la leche universal derramada en cada esquirla diaria. No es por ello casualidad, que por estos poemas sonrían Safo, Li Po, Keats, Ajmátova, Brodsky, Neruda… esas espadas de coral y aquellas tenazas de esparto que son las palabras, rasgan y cortan el cuerpo y el alambre de la oscuridad oficial, establecida, reinante.
Historia Natural de la felicidad. Juan Carlos Mestre. Fondo de Cultura Económica, 2014. 187 pag. 18 euros.
Julio Monteverde, poeta y traductor, reivindica en este manifiesto las posibilidades de la poesía como praxis vital que consiga liberar del dominio del dinero y la vida administrada. El materialismo poético que Monteverde reivindica no es nuevo. Tiene sus antecedentes en las diversas acciones poéticas que se pusieron en práctica dentro del Grupo surrealista de Madrid hace unos años. Aunque la intención del autor es superar esa práctica. No viene a explicar la totalidad, ni a ofrecer una teoría, sino a incitar la experiencia poética, y vincularla a todos los ámbitos de la experiencia humana en los que pueda aportar un principio de liberación concreto.
Materialismo poético. Julio Monteverde. Pepitas de calabaza, 2021, 122 pag. 14,20 euros.