Un fantasma recorre nuestra era. Un fantasma mimético y versátil: es el fantasma de la conceptualidad abstracta de masas. Las Grandes Causas Justas, políticas, sindicales, sociales, culturales, de conducta e incluso del gusto están hoy en día envueltas en un conceptualismo santurrón, y que, cuanto más limitado, irreductible y sectario es, más se le aprecia. Por contra, Raffaelle La Capria defiende el sentido común. Cuando se siente tanta distancia entre lo que se piensa y lo que se hace, entre el arte y la vida, entre lo que nos dice la ciencia y lo que nos dice la vida, el sentido común, dice La Capria, se convierte en el sustituto de la sabiduría que pone en relación a la filosofía (lo que sabemos), con la vida, y a la vida con las verdades evidentes. Ediciones El Salmón publica en un tomo los lúcidos ensayos de Raffaele La capria en La mosca en la botella. Elogio del sentido común.
Pensemos un momento la época que vivimos. Es la de la simpleza ideológica. El ejemplo máximo de conceptualización ideológica lo hemos experiemntado con el estalinismo y el nazismo, y después con el terrorismo y el pol-potismo. Hemos tenido una concepción hard-ideológica que terminó en el genocidio y el holocausto, una conceptualización soft-ideológica, como la del 68, que dejó en herencia familias de padres inmaduros con hijos terroristas. Después en nuestra más inmediata historia tenemos a la nueva izquierda y los neocons, ambos con toda su panoplia diaria de corrección política. Junto a estas están los estilos dominantes impuestos por gurús y maestros, tendencias artísticas, los tópicos socioeconómicos en boga, las modas y poses de las élites y el narcisismo de los eruditos-de-la-modernidad.
Raffaele La Capria nació en Nápoles en 1922, y puede que sea el George Orwell italiano. Tras publicar en 1952 su primera novela, Un día de impaciencia, el éxito le llegó casi diez años después cuando su segunda novela, Herido de muerte, se alzó con el galardón literario más importante de Italia, el Premio Strega, en 1961. Doce años después escribiría su tercera y última novela, Amor y psique, de la que más tarde renegaría. Dedicado desde entonces únicamente al ensayo, La Capria recupera las dotes de Orwell – del que es traductor – para aderezarlas con un estilo brioso que mezcla literatura, autobiografía, lirismo y crítica social.
La erudición pedante parece hoy indispensable para expresar cualquier opinión sobre literatura, política, sociología. Existe una ingente cantidad de libros no leídos ni entendidos que se encargan de mantener y renovar toda esa pedantería correcta. La Capria, por el contrario, dice: «lo que sé es que los grandes y verdaderos creadores, un gran poeta, un gran crítico, aquellos que en definitiva están en contacto con la realidad, siempre se expresan de manera muy simple, y lo hacen con palabras y pensamientos al alcance de todos, porque de lo contrario no serían universales».
Pero ¿Qué es el sentido común que propugna La Capria? El sentido común no es precisamente un concepto. Si se convirtiera en un concepto, dejaría de ser el sentido común para ser una conceptualización más. Se trataría más bien de algo parecido a lo que George Orwell llamaba la «decencia común», es decir, «ese sentido común que nos convence de que hay cosas que no se hacen». Dando la espalda a frías conceptualizaciones, La capria se propone, como decía Heine, devolver «el pensamiento a la vida mediante el poder mágico de palabras que todo el mundo puede comprender, gracias a la magia negra de un estilo sano, claro, popular». Lejos de identificarse con la trivialidad del «buen sentido», el sentido común puede ser un disenso común, una forma de resistencia a la dominación.
El sentido común tal como La Capria lo ve la capria es un desafío alegre y vivaz, activo y emotivo, frente al conformismo de la alta intelectualidad, frente al lenguaje humillante, frente a la intimidación cultural. Cultiva la elegante ironía, discute con el adversario poniendo en evidencia sus contradicciones, aborrece la hipocresía y los prejuicios y está movido por un respeto desmedido por la verdad. «Hoy hace falta valor e indpendencia intelectualpara ponerlo en pra´cticaen un país de conformistas, y sobre todo, porque es más necesario que nunca».
El sentido común de La Capria va también contra otro sentido común, ese que se expresa en la plaza o en el plató de la televisión. En la plaza a menudo se enloquece y se aplaude a Mussolini, a Hitler o a Stalin. También rechaza el sentido común del hombre de la calle sosprendido por un micrófono o el de los índices de satisfacción o intención de voto. El sentido común es más despegado e interviene cada vez que la balanza se inclina hacia la insensatez típica de una sociedad desorganizada también en el plano moral. «Es allí, en ese sí en el que nos reconocemos, donde debe devolvernos el sentido común como si fuese la voz de la conciencia».
El sentido común de La Capria siente un hartazgo del anti-intelectualismo que termina siempre con la quema de libros.
La fragmentación y la especialización del saber ha creado aquí y allá islas de cultura esclusiva, como en los monasterios medievales. Pero han dejado libre y sin cultivar el espacio de la vida, aquel en el que todos actuamos y nos movemos a diario. «Ya no existe barrera o muralla alguna que defienda ese espacio, es decir, ninguna cultura laica de la comunidad y ninguna cultura religiosa».
A nuestro autor le ineteresa la política de las ideas, la ecología de las ideas y del lenguaje y la política de la experiencia, la relación entre la percepción y las ideas, y entre ellas dos y las ideas.
La Capria abandona en este libro toda prudencia. No teme parecer inoportuno y antimoderno. Habla mal del Progreso, de la modernidad como fetiche. Reivindica un «yo natural» y lo que llama «el pueblo milenario del sentido común» contra las élites intelectuales y políticas. En la Mosca En La Botella, La Capria habla incluso de «sabiduría» frente a «ciencia moderna». Hoy, recuerda Alfonso Berardinelli en el epílogo del libro, la escena cultural se divide entre los fetichistas del futuro tecnólógico y los santurrones del origen, los guardianes de la profundidad, los pensadores del «qué significa pensar». La sabiduaría de La Capria elige el equlibrio entre la racionalidad y la sensatez.
La de La Capria es una polémica propia de la Ilustración, es decir, un llamamiento a la naturaleza y a la razón, a una naturaleza razonada, a una racionalidad natural. Todos sabemos cúanto se ha difundido ese lic conceptual de llegar siempre hasta el fondo. La modernidad, recuerda Berardinelli, ha creado este culto a la radicalidad y ahora estamos anegados en el estilo, en la retórica, en la verborrea de la radicalidad: de lo que es extremo, de quien llega a consecuencias extremas, de quien llega hasta el fondo.
A solas, por tolerancia personal, por eazones de gusto y de estilo, para mantener sana su mente y su lengua, La Capria cita y recomienda a George Orwell, pero se remonta todavía más atrás: regresa al barón d´Holbach que polemizaba con la teología en el siglo XVIII. Al igual que Orwell, La Capria es un autor poco conocido, especialmente fuera de Italia. La publicación de La mosca en la botella. Elogio del sentido común, rescata tanto al autor como el necesario debate sobre las imposiciones masivas de lo correcto frente a la libertad y la independencia intelectual individual y colectiva.