Al tribuno François Hollande, regio de la Francia, le pierden los ministros lustrosos: su sesor político de más confianza, Aquilino Morelle, gozaba de un ujier limpiabotas en el palacio elíseo para lustrar una vez por semana sus treinta pares de zapatos. Funesto inquilino el apincelado Aquilino. Su zapato de gamuza azul egalité se metió en el barro hace tiempo y el afanoso ujier limpiabotas nada ha podido hacer. En 2007 el ínclito Aquilino recibió de la farmaceútica danesa LundBeck 12.500 euros – tres pares de zapatos – por «asesoramiento privado». Hasta aquí la horma entra en el zapato. Pero nuestro personaje era al mismo tiempo responsable de la Inspección General de Asuntos Sociales (IGAS), encargada, entre otras tareas, de vigilar la relación entre las industrias y la administración. Hasta aquí todo guillotinescamente incompatible. Pero en el país de la Torre Eifel y el queso con gusanos todo es posible. Aquilino instituyó una empresa pantalla a nombre de su hermano para cobrar los 12.500 euros. Hecha pública la hazaña por el progre magazin Mediapart, en la Hollandia se armó un revuelo franco.
El Pilatos Hollande nada más leer el artículo el 17 de Abril , según Le Canard Enchainé, se lavó los pies: Aquilino tenía la opción de renunciar o ser despedido. El asesor, sin embargo, estaba decidido a mantener su sillón versallesco. En el salón de las confesiones, refuta un posible conflicto de interés con los laboratorios farmacéuticos y admite que trajo un limpiabotas al Palacio del Elíseo, pero sólo una vez, porque se hallaba «apurado». El jefe de estado se muestra adusto en el gesto, napoleónico. Aquilino Morelle eructa: «Tu me abandonas! Mientras que hay perros corriendo detrás de mí, tú me abandonas. Eres un idiota!». Al día siguiente, 18 de abril, tras otra conversación delicada, Hollande encarga a Valls, nuevo primer ministro, la tarea de convencer al abastillado Aquilino. Morelle retira su treintena de zapatos y su despacho al día siguiente.