El paisito tiene dos fronteras, según lo percibió hace mucho tiempo Mario Benedetti: los que se desviven y los que desmueren. Yo dormía en lo de Úrsula cuando a las cuatro de la madrugada anunciaron la puerta con golpes. Eran los estudiantes del piso de arriba, de parranda, que se equivocaron, como habitual. Creí por un momento que eran ellos. Este episodio es más bien un almanaque, cada segundo se ramifica en días, semanas y meses, hasta que se cierra. En el tercer piso creí oír una trompeta lastimera o quizá fuera una bocina de ambulancia. Sonó, como casi todo, por breve tiempo. A ciertas horas, como en los días más difíciles, un toque de queda nos devuelve a lo que somos sin que sepamos. Al menos yo.
Día 3
En el restorán del chino Wang, de apenas tres mesas y una barra con tortillas ya maduras, un pibe fuera de lugar trató en enlazar conversación el viernes. Sus ropas malgastadas, pero no las zapatillas; aún menos el rostro o el aroma de su cuerpo. Y pagó con un billete de los que no circulan en las manos de los paisanos de esta barriada. Así que Wang le porfió el café solo con tal de no darle la inmensidad del cambio. ¿Era uno de ellos?
Día 4
Las utopías parecen agencias mobiliarias: metros cuadrados de libertad, sótanos de sombras, garaje de dos plazas para aparcar los vehículos de los sueños. En donde Wang se reúnen los peones que terminan el laburo diario. Arrastran sonrisas resecas mientras sostienen sus chops frescas, minestrón o ravioles. El mundo más que girar se arrastra sobre los pilares convencionales. Los colectivos con la panza llena llevan oficinistas, domésticas, porteros, dependientes, de parte a parte de la ciudad agitada. Dos hombres con tweed de hombreras y pantalones crema idénticos hacen cálculos en una mesa: pasan dos horas y dos cuartos cada día en el colectivo que enlaza San José y Montevideo. Lo que hace doce horas y media a la semana, cincuenta al mes, quinientas cincuenta al año: son veintitrés días. En sus quince años de laboro en los grandes almacenes, han pasado trescientos cuarenta y cinco días en el colectivo, un año de su vida, y tienen nomás de 55.
Dia 6
Un graffiti en la esquina de libertad con la 13. Hay que amar con horror para salvarse. Una multitud abigarrada portó las fotografías de los desaparecidos. También los detenidos y los torturados. somos un país productivo y competitivo. Produjimos 465 asesinados, más 197 desaparecidos, veinte mil detenidos y torturados. Para ser un país tan chico, ganamos el mundial de las dictaduras en el Cono sur americano. Los desaparecidos, la Petisa y Daniel tendrían hoy mi edad. En el noticiero radial hablaron de la selección nacional con posibilidades de darle revancha a la Argentina. El presidente dijo que el Uruguay entra en una fase de moderada expectativa.
Dia 7
Durante décadas, tampoco muchas, en la América Latina nació y se expresó el género de las novelas sobre dictadores. Miguel Angel Asturias, Rulfo, Alejo Carpentier, García Márquez, Roa Bastos. Pero pasado el fragor revolucionario y sus secuelas, no ha nacido un género de las revoluciones y sus caudillos caribeños. Al poeta Roque Dalton lo asesinaron sus compañeros de armas. Solo Sergio Ramírez en Nicaragua y Padura en Cuba pincelan el desencanto autoritario de aquel futuro pasado. Al pasar por el mercado de abastos he creído estar de vuelta a los grises días del exilio en la ridícula buhardilla del quartier latin. Hay un ruido metálico de paz en las calles, hay disparos de paz en los juzgados, en las corredurías y en el despacho presidencial. Están pacificados los talleres y los liceos. Hasta los puentes desde donde se arroja la gente dan paso a la paz. Y la policía en las protestas y los tumultos tira a pacificar. Las palabras de tanto torturadas se tiran de los periódicos matutinos al vacío del día. Una pobreza administrada de colores diferentes envuelve la garganta de nuestra vida. Y las campanas de la Catedral de la Inmaculada Concepción suenan tan pobres como el paisito.
Dia 8
He estado contando los días que la tabacalera Chesterfield lleva expidiendo en el Uruguay. He contado los años que tiene el régimen de libertades del paisito. Los que trabajan no habitan en poemas. Llueve chuzos de sol cristalino. En el firme de los parques los niños no se dan por persuadidos de la prosodia del momento. Es este el hilito de vida que le queda al paisito. Y con ser tan chiquito, no hay esponja para lavar sus lamentos ni en los recién almidonados días. He llamado a Teresa desde el único postal telefónico que queda a tres cuadras. Si puedo visitarla pondrá una maceta con los colores de Peñarol en su terraza. Es por esto que los significados, es decir las intenciones, se refugian en los espurios significantes. Teresa me ha dicho que se considera un caso perdido; los médicos también. Su pibe de once años sueña con ser campeón del mundo de ajedrez. De repente, mi horizonte se invade de eléctricos truenos; solo que la tierra sobre la que su furia destrona tiene demasiados años. Pero prometo que sí; más allá del jaque mate de Teresa. Te acordás, le digo, cuando dibujamos, escondidas observando el faro de Punta Carretas, toda nuestra vida como si fuera láctea?
Día 9
Un poco de fiambre no más en el almuerzo. Algo, ese algo, me ha golpeado na más levantarme, solo que desde las seis de la madrugada, como diciéndome: vos sabés.
Día 10
El oncólogo ha dicho que no. Le pregunté si me quedaba mucho. Aprovechá, concluyó. Son seis meses. Recuerdo la promesa al petiso de Teresa. Estaría mundial que este paisito viera un campeón de ajedrez. La poesía por fin llovería mojando sin remedio con una pasión sincopada sobre el tablero de la vida, anunciando la nueva.
Dia 12
Llamé a Ostíz. Estuvimos enfrentados media vida. Es un cerdo sin piara. Pero llegó a las finales de ajedrez nacional. Le dije: Graciel, sos un hijo de puta rematado, traidor, cobarde; pero servís solo para una cosa, y la vás a cumplir. Vás a hacer un campeón de ajedrez, pero sin mierdas tuyas de honores ni cochambres. Ni efigies del destino ni sífilis patrióticas del estilo. Solo belleza. Sós un mierda al que aún le salva que sentís la belleza. Ya vés cómo cambiá el curso de la vida. Ahora soy tu carcelera y vos el peón. Nos queda poco tiempo: a ti, a mí, a su madre y al país; al niño el resto de la vida. Lo haré por él, contestó, veníros mañana a media tarde en Las Misiones.