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La verdadera catástrofe

Txefe Martinez Aristín 6 agosto, 2013     No Comment    

Este año, un manifestante búlgaro que salió a la calle protestando contra la corrupción y la desacredita élite política de su país, manifestó: «la Transición desde el comunismo logró establecer una democracia superficial basada en leyes y procedimientos, pero atrapada en la red de intereses de la Oligarquía«. ¿Admite otra valoración la Transición española desde el totalitarismo fascista? ¿Fue este paso una transubstanciación? La respuesta es que no.

El Rey está desnudo en el escenario del teatro. El envoltorio desliado. Lo que hay dentro no se trata, como algunos quieren hacernos creer, de unos pocos sinvergüenzas, que alguna manzana mala siempre se cuela en el cesto, sino que la envergadura de la corrupción – legal, ilegal – rodea los impolutos pañales tendidos en el colgadero de la Transición. Y como todo cambio o apariencia de cambio necesita un imaginario (de imagen y representación) se construyó la Cultura De La Transición.

Una serie de reglas que hacen posible que una novela, una canción, una película, un artículo, un discurso, una declaración o una actuación política estén absolutamente pautados y previstos. Así surgió ese imaginario colectivo durante más de tres décadas que avaló el axioma de que en un sistema democrático los límites a la libertad de expresión no son las leyes. Son límites culturales. Es la Cultura. ¿Cómo? Haciendo desaparecer todos los productos culturales problemáticos. La cultura tiene que crear estabilidad política. De esta manera empleaba la desestabilización de la cultura como elemento de crítica, porque, no lo olvimeos, criticar es someter a problematización un objeto. La criatura con la proporción debida en forma de designios, planes, pactos: el concordato preconstitucional con la Iglesia, los Pactos de La Moncloa (1977) donde la función de los partidos y sindicatos de izquierda fue controlar las demanadas salariales, lo que no quiere decir otra cosa que desmovilizar. El 23-F (1981) supuso el abandono de propuestas democráticas más amplias. La desactivación de la cultura es tan grande que ya no se dispone de otra lectura del 23-F que la facilitada por el Estado.

El proceso de desactivación está finalizado para el referendum de la OTAN (1986). Los medios de comunicación engomaron la realidad para que quedase más lustrosa, gestionando la realidad y dibujando los marcos que inutilzaron los dispositivos de examen y juicios distintos. De este modo salió a la luz una cultura que nació para imponer tesis gubernamentales y donde se establece unos intereses comunes entre los políticos, los grandes medios de comunicación y sus intelectuales para que todos aceptemos identificarnos con el papel que nos toca: la política para los políticos; la comunicación es materia de los Media; la palabra autorizada es un privilegio de intelectuales y expertos; las alternativas marginales son lo propio de los movimientos sociales.

Es el momentos adecuado para que la derecha cree su  Think Tank, su propia Fundación de ideas (FAES). Para alejarse del vínculo al léxico franquista utilzan palabra como libertad, derecho o constitución tan prolijamente con el fin espúreo de explicar políticas reaccionaras y ultraliberales. Hechos los injertos para que las hojas no tuvieran espinas, arrinconada toda actividad abiertamente crítica, la cultura se celebra como fiesta (La Movida), como ámbito segregado de las tensiones sociales y políticas. En 1982, con su victoria electoral, el PSOE había de convencer a los poderes fácticos que es de fiar.

De entonces a hoy muchas cosas obligan a formularse preguntas: ¿tiene sentido el eje izquierda-derecha? ¿Las soluciones globales del capitalismo financiero afectan a muchos que votan derecha? ¿la izquierda está en estado de bancarrota política? ¿Ha perdido toda capacidad de representación de las luchas sociales o de organización de movimientos de emancipación? ¿sigue habiendo un combate entre dos grupos preexistentes y antagónicos: explotadores y explotados; detentadores y víctimas del poder? ¿los antagonismos, las contradicciones y los conflictos, atraviesan los modos de vida, actividad y consumo, los intereses y conciencia de los grupos sociales? ¿la multitud o la masa está implicada en el funcionamiento del capitalismo financializado?

Preguntas, en fín, que prorrumpen para no sacar balones fuera, para pensar la disociación entre lo que pensamos y hacemos, para no culpabilizar al aire, para decir a las voces laudatorias y encomiásticas que formulan agasajos de la Transición, que su criatura, el sistema capitalista, socialdemócrata o liberal, – esto es: el buen capitalismo -, ha fracasado.

Después de tanto tiempo recreando catástrofes (sobre todo en el cine- teremotos, incendios, meteoritos, guerras nucleares, invasiones extraterrestes, zombis, etc) resulta que la verdadera ha sido y es fundamentalmente socioeconómica.

PD: Hay rumores de reescritura en este artículo. Todas sus ideas y las que sirvieron para procrear otras han sido halladas en las lecturas de los libros Fuera De Lugar, de Amador Fernández-Savater y La Cultura De La Transición (DeBolsillo).

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