Lo desvela el mensual Mongolia de Abril. La prensa ispánica hace aguas mil. No en cuanto a sus ingresos publicitarios, que también, sino sobre todo por el desafecto de los compradores en kiosko. Los datos de las ventas al número permiten conocer la verdadera venta de prensa diaria, según la OJD (Oficina de Justificación de Difusión) – no vayan a pensar que los diabólicos Hincapieteros nos inventamos estos trágicómicos datos por despecho-. Y los datos de 2014 no dejan lugar más que a la amargura: El País, 153.000 ejemplares diarios; El Mundo, 108.000; ABC, 92.000; La Vanguardia, 40.000. El liberalismo mediático es un tigrecito de papel. En provincias subispánicas, las cabeceras del grupo Correo apenas llegan a los datos de La Vanguardia, con caídas en torno al 11% anual. Igual cadalso sufren las cabeceras en manos de magnates de dudosísima reputación. Los gurumajarajis como Juan Luis Cebrián o un recien encinturunado Pedro J. hablan del final del papel. Lo corroboran Roures, Godó, el heredero de Planeta. Debieran hablar quizá del final de su propio papel
La noticia es evidentemente caníbal. En antros mentales como Hincapié, gustamos de frecuentar kebabs donde sirvan carne de perro para perro. La decadencia es el preámbulo de todo cambio.